¡Dame tu corazón!




3 de mayo

Recuerda la bondad del Señor con la que te ha tratado hasta el presente. Él continuará su obra de perfeccionamiento para provecho tuyo; él continuará derramando en ti a manos llenas el aceite, no sólo de su misericordia, que te alegrará, sino también el de su virtud, que te hará fuerte para luchar con éxito: pues es sabido que los luchadores se ungen sus cuerpos con aceite para ser más ágiles, más flexibles y más robustos.

Vive tranquila, pues la piedad divina no fallará, y mucho menos te fallará a ti, si te muestras dócil a sus divinas actuaciones. ¡Ea!, Raffaelina, no seas avara con este médico celestial; por caridad, no le hagas esperar todavía más. También a ti te va repitiendo: «Praebe cor tuum», dame tu corazón, hija mía, para derramar en él mi aceite. Por caridad, ¡que no caiga en el olvido semejante invitación de un padre tan tierno! Ábrele, pues, con confiado abandono la puerta de tu corazón; no quieras renunciar al manantial precioso de su aceite, para que no tengas que ir a buscar este aceite de su misericordia en el momento de la muerte, como las vírgenes necias del Evangelio, porque entonces no encontrarás a nadie que te lo dé.

(4 de agosto de 1915, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 470)

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