Gracias por decirle sí a la vida









Un pasaje del libro de los Números (6,22-27) recoge una fórmula con la que los sacerdotes del pueblo judío transmitían la bendición divina: “El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz”. El nombre del Señor se pronuncia sobre las personas para establecer una relación personal entre Dios y ellas.

Francisco de Asís el enamorado de Dios y de la Madre de Dios hizo suya esta bendición para implorar toda gracia y todo don para sus hermanos y para las personas que amaba. Es una oración de bendición que los frailes impartimos siempre y que sigue usándose hasta el día de hoy, pero que la liturgia la pone sobre todo para toda la Iglesia el primer día del año.

El Señor nos bendice para que vivamos alejados de los peligros, especialmente del pecado; nos sonríe con benevolencia para que podamos reconocer su amor y su generosidad. Nos otorga el don de la paz, que más que la ausencia de conflictos equivale, en la mentalidad bíblica, a la abundancia de bienes.

Pero, como señala el papa Benedicto XVI, la paz no es solo un don que se recibe, sino también una obra que se ha de construir: “Para ser verdaderamente constructores de la paz, debemos ser educados en la compasión, la solidaridad, la colaboración, la fraternidad; hemos de ser activos dentro de las comunidades y atentos a despertar las consciencias sobre las cuestiones nacionales e internacionales, así como sobre la importancia de buscar modos adecuados de redistribución de la riqueza, de promoción del crecimiento, de la cooperación al desarrollo y de la resolución de los conflictos” (Mensaje para la XLV Jornada Mundial de la Paz).

Sin embargo descubrimos que la mujer es ese signo de paz, de concordia y de amor. Nunca un hijo va a estar con más paz que en los brazos de su Madre. Por eso la mujer ha de ser ese reflejo de la gloria de Dios, la impronta de su ser. La gloria transmite paz, transmite alegría, transmite ternura, transmite seguridad. La madre es esta paz, esta alegría, esta ternura y esta seguridad.

Mujer mire cuánto amor le ha tenido Dios que ha querido tener a una como Madre. ¿Madre de Dios una mujer?  Impensable, incomprensible pero verdadero.

María concibió a Jesús por obra y gracia del Espíritu Santo: “El Espíritu Santo fue enviado para santificar el seno de la Virgen María y fecundarla por obra divina, él que es ‘el Señor que da la vida’, haciendo que ella conciba al Hijo eterno del Padre en una humanidad tomada de la suya”, enseña el Catecismo (485). Es, de modo semejante, el Espíritu Santo quien nos hace hijos de Dios en Cristo. La Virgen nos invita a ser dóciles a la acción del Espíritu de Dios en nuestras almas.

No publico esta sencilla reflexión por ser hoy “día de las madres”, mucho menos porque todos lo hacen, sino sobre todo porque estoy convencido que el regalo más grande que Dios nos puedo hacer en este mundo, el tesoro incalculable ha sido y será siempre una madre buena, responsable y respetuosa. Una madre que transpire y refleje la Santidad de Dios en su vida por su fidelidad, por su maternidad y por su cercanía con Dios.

¡Gracias por decirle sí a la vida!

El Señor te bendiga y te guarde
te muestre su rostro y tenga misericordia de ti
te mire benignamente y te conceda la paz
vuelva a ti su rostro y te mire con amor.
El Señor te bendiga, Él que es:
Padre, Hijo y Espíritu Santo Amén.
Paz y bien


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