Entraré en tu presencia




17 de mayo

Mantente, hijo mío, cerca, muy cerca de los pies de Jesús con la Magdalena; conténtate con practicar aquellas pequeñas virtudes que son más adecuadas a tu edad y a tu espíritu. A un comerciante al por menor se le confía, no una canasta grande, sino una pequeña.

Te recomiendo, porque es propia de tu edad, la santa sencillez, con la que se conquista el corazón de Jesús. No tengas miedo de esos peligros que ves de lejos, como tú me escribes, y sobre los que hemos tratado de palabra largamente en diversas ocasiones. Te parece a ti que son ejércitos, y no son otra cosa que sauces con muchas ramas y que, al caminar, corres el peligro de engañarte, hasta que los tienes ante tu vista.

Ten, hijito mío, un firme y general propósito de querer servir y amar a Dios con todo tu corazón; y, fuera de esto, que no te inquiete ningún pensamiento del futuro. Piensa en obrar bien en el día presente y, cuando llegue el día de mañana, entonces se llamará hoy, y entonces será el momento de pensar en él.

Ten siempre una gran confianza y resignación en la divina providencia; y no trates de hacer más provisiones de maná que las que necesites para el día presente; y no dudes de que Dios lo hará llover al día siguiente, y así sucesivamente todos los días de tu vida.
(25 de noviembre de 1917, a Luis Bozzuto – Ep. IV, p. 403)

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