El Otoño ha llegado: Cosecha los frutos del Espíritu
1 de octubre
Veo, queridísima hija, que todas las
estaciones del año se dan en tu
alma, ya que a veces sientes el invierno de la esterilidad, las
distracciones, las desganas y los tedios; otras, el rocío del mes de
mayo con el perfume de santas florecillas; otras, los colores del
deseo de agradar a Dios. No te falta más que el otoño, en el que,
como sabes, no brotan muchos frutos; pero sucede con frecuencia
que, al trillar las mieses y prensar las uvas, uno se encuentra con
cosechas más abundantes de lo que prometían la siega y la
vendimia.
alma, ya que a veces sientes el invierno de la esterilidad, las
distracciones, las desganas y los tedios; otras, el rocío del mes de
mayo con el perfume de santas florecillas; otras, los colores del
deseo de agradar a Dios. No te falta más que el otoño, en el que,
como sabes, no brotan muchos frutos; pero sucede con frecuencia
que, al trillar las mieses y prensar las uvas, uno se encuentra con
cosechas más abundantes de lo que prometían la siega y la
vendimia.
Tú, hija, querrías que todo se hallara
en primavera o en verano;
pero no, hija; es necesario que se den estas vicisitudes en el interior
y en el exterior. Sólo en el cielo todo será primavera en cuanto
belleza, todo otoño en cuanto gozo, todo verano en cuanto amor.
No existirá invierno alguno; pero el invierno es necesario para
ejercitarnos en la abnegación y en las mil pequeñas y bellas
virtudes, que se practica en las épocas de esterilidad.
pero no, hija; es necesario que se den estas vicisitudes en el interior
y en el exterior. Sólo en el cielo todo será primavera en cuanto
belleza, todo otoño en cuanto gozo, todo verano en cuanto amor.
No existirá invierno alguno; pero el invierno es necesario para
ejercitarnos en la abnegación y en las mil pequeñas y bellas
virtudes, que se practica en las épocas de esterilidad.
(18 de mayo de 1918, a María
Gargani – Ep. III, p. 315)
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