Mi Amado es para mi y, yo para mi Amado
9 de octubre
Alegrémonos, pues llegará el día en que cantaremos a
nuestro dulcísimo amante, descanso dulcísimo de todos los corazones enamorados
de sus bellezas, himnos más alegres. Alegrémonos, te digo, pues llegará el día,
y yo lo espero, en el que nuestro corazón ya no sufrirá por el remordimiento
cruel de no amar suficientemente al dulce Señor.
Y mientras tanto, preparémonos a ese gran día y, si
queremos bien a Jesús, sacudamos de una vez por todas y alejemos de nosotros
todo lo que sabe a mundo y reflexionemos bien que todos los sufrimientos de
esta vida no tienen, al decir de san Pablo, proporción alguna con la gran
gloria que nos espera. Pensemos que el Esposo divino, no contento con la
recompensa generosísima que reserva a nuestro amor en la otra vida, nos quiere
dar a gustar un adelanto de la misma también en ésta. Haga el Señor que
comprendamos qué gran suerte es para el alma abandonarse en sus brazos, y
estrechar un pacto con él en estos términos: «Mi amado para mí y yo para él»: yo soy toda para mi amado y mi
amado es todo para mí; «que él piense en
mí, y yo pensaré en él».
(7 de septiembre de 1915, a
Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 482)
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