La Luz brilla en las tinieblas
Desde hace días sufro fortísimos dolores de cabeza, que me incapacitan para toda actividad.
Los horrores de la guerra casi me revuelven el cerebro; mi alma se halla en una desolación extrema. Aunque me había ido preparando, no he logrado impedir el terror y la desolación, de los que está muy cautiva mi alma.
Esta bendita guerra, sí, será para nuestra Italia, para la Iglesia de Dios, una purga saludable: se renovará en el corazón italiano la fe, que estaba como escondida en un apartado rincón y como adormecida y sofocada por los malos deseos; hará florecer en la Iglesia de Dios, en un terreno casi árido y seco, bellísimas flores; pero, ¡Dios mío!, antes de que esto suceda, qué dura prueba nos está reservada.
Es necesario atravesar toda una noche de tinieblas, tan oscuras que nuestra patria nunca ha visto otras semejantes hasta el día hoy. Pero, si es verdad que para muchos esta prueba extrema será como la piedra que les haga tropezar, para la mayoría será una medicina saludable para recuperar la salud.
¡Benditos los ojos que verán despuntar este nuevo día! En medio de la prueba que hemos comenzado a atravesar, y que para nosotros de modo especial será muy dura, dirijamos la mirada más allá de esta profunda oscuridad, fijémosla en aquel día que surgirá y que nos baste para consolarnos en el dulcísimo Señor.
(27 de marzo de 1915, al P. Benedicto de San Marco in Lamis – Ep. I, p. 582)
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