Por Cristo Todos hemos sido salvados


12 de mayo
La justificación de nuestra impiedad es tal, que bien puede decirse que Dios ha mostrado más su poder en nuestra conversión que al crear de la nada el cielo y la tierra; ya que existe mayor oposición entre el pecador y la gracia, que entre la nada y el ser. La nada está menos alejada de Dios que el pecador. En efecto, la nada, siendo la privación del ser, no tiene capacidad alguna para resistirse a la voluntad de Dios, mientras que el pecador, siendo un ser y un ser libre, puede oponerse a todos los deseos divinos; además, en la creación se trata del orden natural; en cambio, en la justificación del impío, se trata del orden sobrenatural y divino.
¡Oh!, ¡si todos comprendiéramos de qué extrema miseria e ignominia nos ha sacado la mano todopoderosa de Dios! ¡Oh!, ¡si pudiéramos penetrar durante un solo instante lo que deja estupefactos incluso a los mismos espíritus celestiales; es decir, el estado al que nos ha elevado la gracia de Dios para ser nada menos que sus hijos, destinados a reinar con su Hijo por toda la eternidad!
Cuando al alma humana se le conceda penetrar esta realidad, no podrá menos de vivir una vida totalmente celestial. ¡Triste condición la de la naturaleza humana! Cuántas veces el Padre del cielo querría descubrirnos sus secretos y no puede hacerlo porque, a causa de nuestra malicia, nos hemos vuelto incapaces para ello. Quiera el Señor poner fin a tanta flacura y a tanta miseria. Termine de una buena vez el reino de satanás y triunfe en todas partes la justicia.
En nuestras meditaciones, volvamos con frecuencia a las verdades aquí expuestas, porque de este modo nos encontremos más fuertes en la virtud y más nobles en nuestros pensamientos.
(23 de octubre de 1914, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 197)

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