La meta de todo cristiano es la santidad.



11 de mayo
En torno a tres grandes verdades es necesario orar de modo especial al Espíritu Paráclito para que nos ilumine, y son: que nos haga conocer cada vez mejor la excelencia de nuestra vocación cristiana. Ser preferidos, ser elegidos entre una muchedumbre, y saber que esta predilección, que esta elección, ha sido hecha por Dios, sin ningún mérito nuestro, desde la eternidad, «ante mundi constitutionem», con el único objetivo de que seamos suyos en el tiempo y en la eternidad, es un misterio tan grande, y al mismo tiempo tan dulce, que el alma, por poco que lo penetre, no puede sino derretirse toda en amor.
En segundo lugar, pidamos que nos ilumine cada vez más sobre la inmensidad del premio eterno al que la bondad del Padre celestial nos ha destinado. La penetración de nuestro espíritu en este misterio aleja al alma de los bienes terrenos y nos vuelve ansiosos por llegar a la patria celestial.
Oremos, por fin, al Padre de las luces que nos haga comprender cada vez más el misterio de nuestra justificación, que de miserables pecadores nos lleva a la salvación. Nuestra justificación es un milagro inmensamente grande que la sagrada escritura lo compara con la resurrección del divino Maestro.
(23 de octubre de 1914, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 197)

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