Estoy crucificado de amor


2 de agosto

Hay momentos en los que me parece morir; y en verdad es un milagro de la misericordia divina el que yo continúe viviendo. Muero en cada instante: me siento crucificado de amor. Debería, a pesar mío, resultarme delicioso, pero ¿qué quieres?; mi espíritu todavía está ávido de alimentos más ordinarios. Paso, sobre todo las noches, en brazos de una extrema angustia al ver la prueba que me pone en peligro de perderlo absolutamente todo.

Este período agudísimo de mortificación y de prueba, añadidas éstas a las ya habituales, créeme, Raffaelina mía, con frecuencia me oprime y me siento como aplastado bajo pero tan enorme. A veces creo que es un castigo divino por mis innumerables infidelidades a la divina bondad de su divina Majestad, por lo que me parecen inútiles todas las oraciones. Por desgracia, yo merecería ser castigado, pero ¿es posible que la piedad del Padre del cielo deba ser vencida por mi maldad? No, eso no sucederá nunca. ¡Viva Jesús! Él está con nosotros y nada hemos de temer.

 (25 de marzo de 1915, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 373)

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