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Mostrando entradas de enero, 2014

El cuidado de tu cuerpo

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27 de enero Si la providencia ha alejado de nosotros el motivo de descuidar el alma para poder preocuparnos de mejorar nuestro cuerpo, ha sido infinita la sabiduría de Dios al haber puesto en nuestras manos todos los medios para poder hermosear nuestra alma, también después de haberla deformado con la culpa. Basta que el alma quiera colaborar con la gracia divina para que su belleza pueda alcanzar tal esplendor, tal belleza, tal hermosura que logre atraer hacia sí, por amor o por asombro, no sólo los ojos de los ángeles sino los del mismo Dios, de acuerdo al testimonio de la misma sagrada escritura: « El rey , es decir Dios, se prendará de tu belleza ».   (16 de noviembre de 1914, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 226)  

¡Date la oportunidad de ser feliz HOY!

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24 de enero El apóstol se alegra al pensar que por nada será confundido y que de ningún modo descuidará su deber de apóstol de Jesucristo. Se alegra también de que en su cuerpo, incluso en medio de todas las cadenas a las que está sometido, Jesús siempre será glorificado. Si vive, exaltará a Jesucristo por medio de su vida y de su predicación, también estando en cárcel, como ya lo había hecho hasta ahora predicando a Jesucristo a los del pretorio; si, en cambio, es martirizado, glorificará a Jesucristo ofreciéndole el supremo testimonio de su amor. Por tanto, declara abiertamente que su vivir es Cristo, que es para él como el alma y el centro de toda su vida, el motor de todas sus acciones, la meta de todas sus aspiraciones. Y después de haber dicho que su vida es Jesucristo, añade también que su morir es una ganancia para él, porque con su martirio dará a Jesús testimonio solemne de su amor, conseguirá que su unión con Jesús sea más irrompible, y aumentará también la g

Somos la obra de sus manos

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  23 de enero   ¿Para qué, pues, vivimos nosotros? Después de habernos consagrado a él en el bautismo, somos todos de Jesucristo. Por tanto, el cristiano debería tener como suyo el dicho de este santo Apóstol: «Para mí la vida es Cristo» , yo vivo para Jesucristo, vivo para su gloria, vivo para servirlo, vivo para amarlo. Y cuando Dios nos quiera quitar la vida, el sentimiento, el afecto, que tendríamos que tener debería ser precisamente el de quien, después de la fatiga, va a recibir la recompensa, el de quien, después del combate, va a recibir la corona. ¡Gustemos sí, gustemos, oh, mi querida Raffaelina, saboreemos esta excelsa disposición del alma de tan gran apóstol! Sí, es verdad que todas las almas que aman a Dios están dispuestas a todo por amor al mismo Dios, teniendo el convencimiento pleno de que todo redundará en su propio beneficio. Estemos preparados siempre para reconocer en todos los acontecimientos de la vida el orden sapientísimo de la divina provid

Estate en paz alma mía

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21 de enero Mi alma se va derritiendo de dolor y de amor, de amargura y de dulzura al mismo tiempo. ¿Qué haré para sostener tan inmensa actuación del Altísimo? Lo poseo en mí, y es motivo de tal alegría que me lleva, sin que lo pueda evitar, a decir con la Virgen Santísima: «Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador». Lo poseo en mí, y siento la necesidad imperiosa de decir con la esposa del Cantar de los Cantares: « Encontré al que ama mi alma... lo abracé y no lo soltaré » . Pero es entonces cuando me siento incapaz de sostener el peso de este amor infinito, de mantenerlo entero en la pequeñez de mi existencia; y me invade el terror, porque quizás tenga que dejarlo por la incapacidad de poder contenerlo en el estrecho espacio de mi corazón. Este pensamiento, que, por otro lado, no es infundado (mido mis fuerzas, que son limitadísimas, incapaces e impotentes para tener siempre fuertemente abrazado este divino amor), me tortura, me aflige, y siento que el corazón salta d

El mundo sufre por falta de amor

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20 de enero Me veo casi en la absoluta imposibilidad de poder expresar la obra del amado. El infinito amor, con la inmensidad de su fuerza, ha conquistado al fin la dureza de mi alma; y me veo anulado y reducido a la impotencia. Él se va derramando totalmente en el pequeño vaso de esta criatura, que sufre un martirio indecible y que se ve incapaz de llevar el peso de este inmenso amor. ¡Oh! ¿Quién vendrá a sostenerme? ¿Qué haré para llevar al infinito en mi pequeño corazón? ¿Qué haré para guardarlo siempre en la estrecha celda de mi alma?   (12 de enero de 1919, al P. Benedicto de San Marco in Lamis – Ep. I, p. 1111)  

Se fiel pues a la obra de redención iniciada en Ti

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17 de enero Comprendo que el alma en la que habita Dios, teme siempre, en cada paso que da, ofender a Dios; y este santo temor resulta casi insoportable si se centra en el cumplimiento de los propios deberes. Pero esta alma debe animarse, porque es precisamente este temor el que no le dejará caer en faltas, si se decide a seguir adelante. Hermano mío, si permanecer en pie dependiera de nosotros, seguro que, al primer soplo, caeríamos en manos de los enemigos de nuestra salvación. Confiemos siempre en la piedad divina, y experimentaremos cada vez más qué bueno es el Señor. […]. Entre tanto, te suplico fervientemente que no pierdas el tiempo pensando en el pasado. Si fue bien empleado, demos gloria a Dios; si mal, detestémoslo y confiemos en la bondad del Padre celestial. Más aún, te exhorto a poner tu corazón en la paz de este consolador pensamiento: vuestra vida, en aquello en que no haya sido bien empleada, ya ha sido perdonada por nuestro dulcísimo Dios. Aleja con todo interés la

Despierta en tu alma, en tu mente y...

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16 de enero No te levantes nunca de la mesa sin antes haberle dado las debidas gracias al Señor. Haciéndolo así, nada tendremos que temer de parte de la maldita gula. Al comer, cuídate de la caprichosa selección de los alimentos, sabiendo que basta poco o nada si lo que se quiere es satisfacer al estómago. No tomes nunca más alimento del necesario, y procura ser moderada en todo, buscando con interés inclinarte más hacia la sobriedad que hacia el exceso. No pretendo, sin embargo, que te levantes de la mesa en ayunas; no, no es esta mi intención. Actúa en todo con prudencia, norma para todas las acciones humanas. No te acuestes nunca sin haber examinado antes tu conciencia sobre cómo has pasado el día, y no antes de haber dirigido todos tus pensamientos a Dios, de haberle ofrecido y consagrado tu persona e incluso la de todos los cristianos, especialmente mi pobre persona, ya que eso mismo hago yo por ti. Además, ofrece para gloria de su divina majestad el descans

Que Dios mismo te ilumine!

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13 de enero Estate atenta para no perder de vista la presencia divina a causa de las actividades que realices. No emprendas nunca tarea alguna u otra acción cualquiera, sin haber elevado antes la mente a Dios, dirigiéndole a él, con santa intención, las acciones que vas a realizar. Harás lo mismo con la acción de gracias al término de todas tus actividades, examinándote si todo lo has realizado siguiendo la recta intención deseada al principio; y si te encuentras manchada, pide humildemente perdón al Señor, con la firme resolución de corregir los errores. No debes desanimarte ni entristecerte si tus acciones no te salen con la perfección que buscaba tu intención; ¡qué quieres! Somos frágiles, somos tierra, y no todo terreno produce los mismos frutos según la intención del sembrador. Pero, ante nuestras miserias, humillémonos siempre, reconociendo que no somos nada sin la ayuda divina.   (17 de diciembre de 1914, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 273)    

La Luz brilló en las tinieblas

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10 de enero Las tinieblas que rodean el cielo de vuestras almas son luz; y hacéis bien en decir que no veis nada y que os encontráis en medio de una zarza ardiendo. La zarza arde, el aire se llena de densas nubes, y el espíritu no ve ni comprende nada. Pero Dios habla y está presente al alma que siente, comprende, ama y tiembla. Hijitas mías, animaos; no esperéis al Tabor para ver a Dios; ya lo contempláis en el Sinaí. Pienso que el vuestro no es el estómago interior revuelto e incapaz de gustar el bien; él ya no puede apetecer más que el Bien Sumo en sí mismo y no ya en sus dones. De aquí nace el que no quede satisfecho con lo que no es Dios. El conocimiento de vuestra indignidad y deformidad interior es una luz purísima de la divinidad, que pone a vuestra consideración tanto vuestro ser como vuestra capacidad de cometer, sin su gracia, cualquier delito. Esta luz es una gran misericordia de Dios, y fue concedida a los más grandes santos, porque pone al alma

Levántate y resplandece

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6 de enero Tengo los ojos siempre fijos en oriente, en medio de la noche que lo rodea, para distinguir aquella estrella milagrosa que guió a nuestros padres a la gruta de Belén. Pero en vano fijo mis ojos para ver surgir este astro luminoso. Cuanto más busco, menos logro ver; cuanto más me esfuerzo y más ardientemente lo busco, más me veo envuelto en mayores tinieblas. Estoy solo de día, estoy solo de noche, y ningún rayo de luz viene a iluminarme; nunca una gota de refrigerio viene a avivar una llama que me devora continuamente, sin jamás consumirme. Una sola vez he sentido, en la parte más íntima y secreta de mi espíritu, algo muy delicado que no sé como explicarlo. El alma comenzó a sentir su presencia, sin poder verla; y enseguida, lo diré así, él se acercó tan íntimamente a mi alma que ésta advirtió claramente su roce; exactamente - para dar una pálida figura – como suele suceder cuando nuestro cuerpo toca estrechamente otro cuerpo. No sé decir otra cosa sobre

Déjate abrazar por Él

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    4 de enero La tercera máxima es que debes observar lo que el divino Maestro enseñó a sus discípulos: « ¿Qué os ha faltado? » . Considera atentamente, mi buena hijita, este pasaje. Jesús había mandado a los apóstoles a todo el mundo, sin dinero, sin bastón, sin sandalias, sin alforjas, vestidos sólo con una túnica; y después les dijo: « Cuándo os mandé de este modo, ¿acaso os faltó algo? » Y ellos respondieron que nada les había faltado. Ahora, yo te digo, hijita: cuando estuviste atormentada, aún en el tiempo en que, por desgracia, no sentías mucha confianza en Dios, dime, ¿en algún momento te encontraste oprimida por el sufrimiento? Me responderás que no. ¿Y por qué, pues, - agregaré yo - no tener confianza en superar todas las demás adversidades? Si Dios no te ha abandonado en el pasado, ¿cómo podrá abandonarte en el futuro, cuando ahora, más que en el pasado, quieres ser suya de aquí en adelante? No temas que te pueda ocurrir algo malo de este mundo, po

Que tu corazón se alegre!

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  3 de enero La segunda máxima que deseo que lleves siempre gravada en tu espíritu, es que Dios es nuestro padre; ¿y qué tienes que temer cuando se es hija de tal padre, sin cuya providencia no caerá nunca un cabello de tu cabeza? ¿No es en verdad muy extraño que, siendo nosotros hijos de tal padre, tengamos y podamos tener otro pensamiento que no sea el de amarlo y servirlo? Cuida y gobierna tu alma y tu familia como él quiere, y no te preocupes; porque, si haces esto, verás cómo Jesús cuida de ti. « Piensa en mí, que yo pensaré en ti » , dijo Jesús en una ocasión a S. Catalina de Siena; y el Sabio dice: « Padre eterno, vuestra providencia lo gobierna todo » . (15 de noviembre de 1917, a Antonieta Vona – Ep. III, p. 822)    

"La gracia del Señor está siempre atenta para socorrerte"

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  2 de enero Para vivir continuamente en una vida devota, no te hace falta más que aceptar en tu espíritu algunas máximas excelentes y generosas. La primera que yo deseo que tengas, es ésta de San Pablo: « Todo redunda en bien de los que aman a Dios ». Y, por cierto, ya que Dios puede y sabe sacar el bien incluso del mal ¿con quién hará esto sino con aquellos que, sin reserva alguna, se entregan a él? Incluso los mismos pecados, de los que Dios, por su bondad, nos tiene alejados, son ordenados por su divina providencia al bien de los que le sirven. Si el santo rey David no hubiera pecado, nunca habría adquirido una humildad tan profunda; ni la Magdalena habría amado tan ardientemente a Jesús, si él no le hubiera perdonado tantos pecados; y Jesús no habría podido perdonárselos, si ella no los hubiera cometido. Considera, mi queridísima hijita, esta gran obra de la misericordia divina: él convierte nuestras miserias en favores y, con el veneno de nuestras iniquida