Se fiel pues a la obra de redención iniciada en Ti


17 de enero

Comprendo que el alma en la que habita Dios, teme siempre, en cada paso que da, ofender a Dios; y este santo temor resulta casi insoportable si se centra en el cumplimiento de los propios deberes. Pero esta alma debe animarse, porque es precisamente este temor el que no le dejará caer en faltas, si se decide a seguir adelante. Hermano mío, si permanecer en pie dependiera de nosotros, seguro que, al primer soplo, caeríamos en manos de los enemigos de nuestra salvación. Confiemos siempre en la piedad divina, y experimentaremos cada vez más qué bueno es el Señor. […].
Entre tanto, te suplico fervientemente que no pierdas el tiempo pensando en el pasado. Si fue bien empleado, demos gloria a Dios; si mal, detestémoslo y confiemos en la bondad del Padre celestial. Más aún, te exhorto a poner tu corazón en la paz de este consolador pensamiento: vuestra vida, en aquello en que no haya sido bien empleada, ya ha sido perdonada por nuestro dulcísimo Dios.
Aleja con todo interés las angustias e inquietudes del corazón; de otro modo, todos tus esfuerzos conseguirán poco o ningún beneficio. Tengamos por cierto que, si nuestro espíritu está turbado, los asaltos del demonio, que suele aprovecharse de nuestra natural debilidad para conseguir sus objetivos, serán más frecuentes y más directos. Estemos muy atentos a este punto, de no poca importancia para nosotros: tan pronto como nos demos cuenta de caer en el desánimo, reavivemos nuestra fe y abandonémonos en los brazos del Padre del cielo, dispuesto a acogernos siempre que con sinceridad recurrimos a él.

(9 de febrero de 1916, al P. Basilio de Mirabello Sannitico – Ep. IV, p. 191)


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