Despierta en tu alma, en tu mente y...
16
de enero
No te levantes nunca de la mesa sin antes haberle dado
las debidas gracias al Señor. Haciéndolo así, nada tendremos que temer de parte
de la maldita gula. Al comer, cuídate de la caprichosa selección de los alimentos,
sabiendo que basta poco o nada si lo que se quiere es satisfacer al estómago.
No tomes nunca más alimento del necesario, y procura ser moderada en todo,
buscando con interés inclinarte más hacia la sobriedad que hacia el exceso. No
pretendo, sin embargo, que te levantes de la mesa en ayunas; no, no es esta mi
intención. Actúa en todo con prudencia, norma para todas las acciones humanas.
No te acuestes nunca sin haber examinado antes tu
conciencia sobre cómo has pasado el día, y no antes de haber dirigido todos tus
pensamientos a Dios, de haberle ofrecido y consagrado tu persona e incluso la
de todos los cristianos, especialmente mi pobre persona, ya que eso mismo hago
yo por ti.
Además, ofrece para gloria de su divina majestad el
descanso que vas a tomar, y no olvides nunca al ángel de la guarda, que siempre
está contigo, que no te abandona nunca, ni siquiera ante las ofensas que puedas
hacerle.
(17 de diciembre de 1914, a Raffaelina Cerase
– Ep. II, p. 273)
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