"Luz para alumbrar a las naciones"


6 de enero

Tengo los ojos siempre fijos en oriente, en medio de la noche que lo rodea, para distinguir aquella estrella milagrosa que guio a nuestros padres a la gruta de Belén. Pero en vano fijo mis ojos para ver surgir este astro luminoso. Cuanto más busco, menos logro ver; cuanto más me esfuerzo y más ardientemente lo busco, más me veo envuelto en mayores tinieblas. Estoy solo de día, estoy solo de noche, y ningún rayo de luz viene a iluminarme; nunca una gota de refrigerio viene a avivar una llama que me devora continuamente, sin jamás consumirme.

Una sola vez he sentido, en la parte más íntima y secreta de mi espíritu, algo muy delicado que no sé cómo explicarlo. El alma comenzó a sentir su presencia, sin poder verla; y enseguida, lo diré así, él se acercó tan íntimamente a mi alma que ésta advirtió claramente su roce; exactamente - para dar una pálida figura – como suele suceder cuando nuestro cuerpo toca estrechamente otro cuerpo.

No sé decir otra cosa sobre esto; sólo le confieso que, al principio, fui presa de un gran pánico; pero que este pánico, poco a poco, se fue transformando en una celestial euforia. Me pareció que ya no me hallaba en estado de viandante; y no sabría decirle si, cuando sucedió esto, me di cuenta o no de que estaba todavía en mi propio cuerpo. Sólo Dios lo sabe; y yo no sabría decirle nada más para darle a entender mejor este acontecimiento.

(8 de marzo de 1916, al P. Benedicto de San Marco in Lamis – Ep. I, p. 756)

 

Con cuánta ternura y amor entrañable celebramos en este día la Epifanía del Señor. Dios que ha puesto su morada en medio de la humanidad, ahora nos revela que no viene para unos cuantos, sino para la humanidad entera. Ya no existe ninguna diferencia entre esclavo o libre, entre hombre o mujer, entre pagano o judío. Dios nos ha hermanado a todos y nos ha dado la capacidad de ser hijos a través de nuestra pertenencia al Cuerpo de Cristo. Cristo Jesús hoy se ha revelado como Luz de las naciones. Los magos lo descubrieron por medio de la estrella que era la luz que Cristo pobre y humilde nacido en un establo irradiaba para la humanidad entera. Los magos se pusieron en camino, dejaron su estabilidad, dejaron su seguridad, dejaron sus posesiones y se lanzaron a la aventura en la búsqueda del Rey de los Judíos. Sabían perfectamente lo que significaba “ir detrás de Él”, es decir seguir sus huellas, hacer el mismo camino y terminar como y donde terminó Él. Los magos junto con el mundo pagano se alegraron porque nos había nacido el Salvador. En cambio Herodes se turbó, estaba tan ensimismado que lo único que le interesaba era conservar egoístamente lo que el mismo Dios le había dado. Su turbación lo llevó incluso a acabar con la vida de tantos niños inocentes haciendo así de su reinado un reino de tinieblas y de sobra de muerte. Los sumos sacerdotes y los escribas del pueblo aunque sabían de aquél fausto acontecimiento permanecieron indiferentes. ¿Cuál es tu actitud: la de los Magos, la de Herodes o la de los escribas y los sacerdotes? Que Cristo que se ha manifestado a la humanidad te conceda la gracia de sentirle cerca, muy cerca de tu mente y de tu corazón para que puedas así dar testimonio alegre del amor de Dios en tu vida. Una vida que llega a su plenitud en el momento en que Dios ha querido hacerse hombre, para que Tú seas como Él. “Levántate y Resplandece” por tus obras, por tu fe, por tu esperanza y por tu caridad. Feliz día de la Epifanía.

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