LECTIO DIVINA CUARTO LUNES DE CUARESMA. Dios mío, ven en mi auxilio; Señor, date prisa en socorrerme.

 LECTIO DIVINA CUARTO LUNES DE CUARESMA

Isaías: 65, 17-21. Juan: 4, 43-54

Dios mío, ven en mi auxilio; Señor, date prisa en socorrerme



 

LECTIO

 

PRIMERA LECTURA

Ya no se oirán gemidos ni llantos.

Del libro del profeta Isaías: 65, 17-21

 

Esto dice el Señor: "Voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva; ya no recordaré lo pasado, lo olvidaré de corazón.

Se llenarán ustedes de gozo y de perpetua alegría por lo que voy a crear: Convertiré a Jerusalén en júbilo y a mi pueblo en alegría. Me alegraré por Jerusalén y me gozaré por mi pueblo. Ya no se oirán en ella gemidos ni llantos.

Ya no habrá niños que vivan pocos días, ni viejos que no colmen sus años y al que no los alcance se le tendrá por maldito. Construirán casas y vivirán en ellas, plantarán viñas y comerán sus frutos".

 

Palabra de Dios. 

R/. Te alabamos, Señor.

 

El pueblo, vuelto del destierro, cede una vez más a la tentación de los cultos idolátricos. Se resiste a la voz del Señor, olvidando invocar su nombre (vv. 1-7) y provocándolo de este modo. Es cuando interviene el profeta: recuerda que Dios es un juez justo que asigna una suerte muy distinta a sus siervos fieles o a los rebeldes (vv. 8-16a). En este contexto, el fragmento propuesto abre una espiral de luz sobre el futuro, revelando las dimensiones del plan de Dios, que no se limita al destino de los individuos, sino que abarca a todo el cosmos: pronto se olvidarán de las fatigas pasadas, porque el Señor se dispone a ejecutar una nueva” creación inundada de alegría. En estos versículos parecen entrelazarse el canto del corazón de Dios y el de la humanidad: al gozo de Dios por su ciudad santa, por su pueblo renovado interiormente, responde la alegría del pueblo por las maravillas de esta re-creación. El profeta utiliza las más bellas imágenes sacadas de la vida humana para expresar lo inefable, para indicar la vida de comunión con Dios: en la nueva Jerusalén se disipará cualquier asomo de tristeza, cesará la difundida mortalidad infantil, la longevidad será admirable, la libertad y la estabilidad política garantizarán una vida próspera y serena.

La obra salvífica del Señor transformará el mundo: es una promesa cuyo cumplimiento es Jesús, y llegará a plenitud al final de los tiempos.

 

EVANGELIO

Vete, tu hijo ya está sano.

Del santo Evangelio según san Juan: 4, 43-54

 

En aquel tiempo, Jesús salió de Samaria y se fue a Galilea. Jesús mismo había declarado que a ningún profeta se le honra en su propia patria. Cuando llegó, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que él había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían estado allí.

Volvió entonces a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real, que tenía un hijo enfermo en Cafarnaúm. Al oír éste que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue a verlo y le rogó que fuera a curar a su hijo, que se estaba muriendo. Jesús le dijo: "Si no ven ustedes signos y prodigios, no creen". Pero el funcionario del rey insistió: "Señor, ven antes de que mi muchachito muera". Jesús le contestó: "Vete, tu hijo ya está sano".

Aquel hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Cuando iba llegando, sus criados le salieron al encuentro para decirle que su hijo ya estaba sano. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Le contestaron: ''Ayer, a la una de la tarde, se le quitó la fiebre". El padre reconoció que a esa misma hora Jesús le había dicho: 'Tu hijo ya está sano', y creyó con todos los de su casa.

Éste fue el segundo signo que hizo Jesús al volver de Judea a Galilea. 

 

Palabra del Señor. 

R/. Gloria a ti, Señor Jesús.

 

La presente narración de una curación a distancia quiere revelarnos a Jesús como Palabra de vida. El Maestro vuelve a Galilea, donde es bien recibido porque se ha difundido la fama de lo que había hecho en Jerusalén. Pero él rehúye la popularidad basada en lo prodigioso. Se acerca a Caná, donde había obrado su primer milagro (“signo” según el lenguaje propio de Juan). Y ahora viene el segundo: un funcionario de Herodes Antipas suplica a Jesús que le siga a Cafarnaún, donde su  hijo estaba en las últimas. La ubicación de Caná respecto a Jerusalén explica el uso del verbo "bajar”, pero no agota su significado, cuya importancia aparece en la insistencia con la que el funcionario suplica a Jesús que “baje”. Él, de hecho, es el que “por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo". Jesús reprende una fe demasiado imperfecta, pero el funcionario no desiste. Como respuesta a la invocación desesperada de una humanidad que languidece y está muriéndose. Jesús ofrece una palabra de vida, pero exige la fe. 

El prodigio de Jesús está en la Palabra: si se cree y se obedece, se experimentará el milagro final (v. 50). Maravilloso y eficaz el efecto del eco: el funcionario se pone en camino dejando resonar en el corazón lo que le ha dicho Jesús: "Vuelve, tu hijo ya está bien". Esta palabra, única esperanza, acompaña y sostiene cada uno de sus pasos hacia casa. Y desde su casa le salen al encuentro los criados con la grata certeza y con las mismas palabras: "Tu hijo ya está bien”. La fe que ha caminado en la oscuridad (v. 52ss) encuentra la luz y se convierte en pleno asentimiento: ha repetido in crescendo la palabra de Jesús (v. 53) e inmediatamente se confirma: "Y creyó".

 

MEDITATIO

 

Creer la Palabra es como abrir ante nosotros una puerta que nos introduce en una realidad nueva. Permanecer en la Palabra, guardándola en el corazón, significa participar en la obra divina de la re-creación, santificación y transfiguración del cosmos.

Jesús es la Palabra viva de Dios: sólo él puede dirigirnos esta Palabra eficaz. Y lo hace de modo sereno, común, pidiendo una fe desnuda, total. Asentir y caminar fiándose de él puede ser cuestión de vida o muerte: lo fue para aquel padre cansado que nos narra el Evangelio, que en respuesta a su ruego no recibió de Jesús un prodigio, sino una palabra de vida, y se fió con total abandono. Nada había cambiado en su existencia, pero en su corazón anidó la esperanza. En la noche del sufrimiento y de la prueba, la Palabra es lámpara para nuestros pasos. La Palabra se convierte también en oración repetida sin cesar hasta que encuentre la confirmación luminosa y potente: el Señor ha escuchado, el Señor ha hecho maravillas de gracia. Cristo Jesús es el Señor de la vida ahora y por toda la eternidad. 

La fe se convierte en canto de gozo que se difunde hasta formar un coro de alabanza: “Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo consulté al Señor y me respondió, me libró de todas mis ansias; contempladlo y quedaréis radiantes" (Sal 33,4-6).

 

ORATIO

 

Jesús, hijo de Dios, tú que eres la plena expresión del Padre, su Palabra viva, ayúdame a encontrarte cada vez que leo y escucho el Evangelio. Enséñame a guardar en el corazón tus santas palabras, a fiarme de ellas con una fe sencilla, a buscar en ellas una respuesta en el momento de la prueba. No quieres proponerme prodigios extraordinarios, sino una fe, un abandono total. Éste es el prodigio que pides al hombre: la fe. Con fe podrás ejecutar en nosotros esos “signos” de vida que te suplicamos. No sólo ni siempre en el tiempo presente, pero sí en la eternidad: tu palabra es vida inmortal, es semilla que, acogida en la tierra del corazón, germina, florece y da fruto en el Reino de los Cielos.

 

CONTEMPLATIO 

 

El Señor no hace distinción de personas a condición de que le amemos como hijos, pues es nuestro Padre celestial. El Señor atiende a  condición de que se le ame desde lo hondo del corazón y de que se tenga una fe auténtica, una fe “grande como una semilla de mostaza". Así es, amigo de Dios. Cualquier cosa que pidas a Dios la obtendrás si la pides para gloria de Dios o el bien de tu prójimo. Pues Dios no separa el bien del prójimo de su gloria. Por consiguiente, ten por seguro que el Señor escuchará tus peticiones, siempre que las hagas para la edificación y el bien de tu prójimo.

Pero incluso si pidieses algo por necesidad, utilidad o beneficio personal, no temas, que Dios te la concederá si realmente lo necesitas, porque él ama a los que le aman. Es bueno con todos y su misericordia se extiende también a los que no invocan su nombre; con mayor razón, pues, cumplirá los deseos de los que le temen. Él escuchará todas tus peticiones y no las rechazará por tu recta fe en Cristo Salvador [...].

Pero también podrá decirte por qué le has molestado sin motivo y cómo pides cosas de las que puedes prescindir fácilmente (Serafín de Sarov, Coloquio con Motilov, passim).

 

ACTIO

 

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:

 

"Dios mío, ven en mi auxilio; Señor, date prisa en socorrerme" (Sal 69,2).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

 

Que vuestra fe sea sencilla, confiada, incansablemente perseverante, animada en la oscuridad y anclada en Jesús. En él, quien debe llegar nuestra fe por el Evangelio, en la realidad de su presencia junto a vosotros. Practicad vuestra fe en las palabras de Cristo...

Releed el Evangelio proponiéndoos comprender lo que Jesús os dice. Ha hablado casi únicamente de esto, y si ha insistido tanto es porque sabía que no le escucharíamos; sabía que era lo esencial, que nos desanimaríamos, que nos faltaría perseverancia. Nada puede sustituir la fuerza de las palabras de Jesús: leedlas, releedlas y, sobre todo, vividlas: "¿Por qué me decís: Señor, Señor, y no ha céis lo que os digo?" (Lc 6,46). No os perdáis en fantasías, en búsquedas retorcidas. Jesús está a vuestro alcance, si tenéis fe. Nada hay más concreto y cierto que la fe, porque es una realidad presente; es sólida, fuerte e indestructible. Jesús está aquí, y vosotros también, a condición de que os hagáis presentes cuando pasa. Vuestros gozos y tristezas, vuestro cansancio del trabajo y de los hombres, vuestro sufrimiento, vuestras rebeliones y vuestros disgustos no son sino oleaje de superficie, y no impide que Jesús esté allí, que os ame y os quiera a través de estas cosas por las que sufrís, más cercano en ofrenda al Padre y en sacrificio por vuestros hermanos. Ésta es la realidad, la pura realidad; lo demás, si lo comparamos, es sólo apariencia.

Lo sé: es más fácil decirlo que hacerlo. Pero el Espíritu de luz, el Espíritu de amor, actúa en vosotros. Es necesario, sin cansarse, abrirle el camino mediante la práctica de vuestra fe en Jesús (R. Voillaume, Come loro, Roma 1979, 212s, passim).

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