LECTIO DIVINA SOLEMNIDAD DE LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR. Concebirás y darás a luz un hijo.
LECTIO DIVINA SOLEMNIDAD DE LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR
Isaías: 7, 10-14. Hebreos: 10, 4-10. Lucas: 1,26-38
Concebirás y darás a luz un hijo.
Anunciación del Señor
25 de marzo
La catequesis ha hecho coincidir siempre anunciación y encarnación. Se puede deducir una primera colocación de la memoria de la encarnación en la liturgia de la edificación de una basílica constantiniana sobre la casa de María en Nazaret en el siglo IV. Hay documentación irreprochable procedente del siglo VII de una peculiar celebración litúrgica el 25 de marzo tanto en Oriente como en Occidente.
La reforma del calendario litúrgico romano de Pablo VI restableció la denominación de anunciación del Señor, «celebración (que) era y es fiesta conjunta de Cristo y de la Virgen: del Verbo que se hace Hijo de María y de la Virgen que se convierte en madre de Dios» (Marialis cultus, 6).
LECTIO
PRIMERA LECTURA
He aquí que la virgen concebirá.
Del libro del profeta Isaías: 7, 10-14
En aquellos tiempos, el Señor le habló a Ajaz diciendo: "Pide al Señor, tu Dios, una señal de abajo, en lo profundo, o de arriba, en lo alto". Contestó Ajaz: "No la pediré. No tentaré al Señor".
Entonces dijo Isaías: "Oye, pues, casa de David: ¿No satisfechos con cansar a los hombres, quieren cansar también a mi Dios? Pues bien, el Señor mismo les dará por eso una señal: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros".
Palabra de Dios.
R/. Te alabamos, Señor.
Ajaz, joven rey de Jerusalén, débil, mundano y sin hijos, ve vacilar su trono a causa de la presencia de ejércitos enemigos que hacen presión en los confines de su reino. ¿Qué puede hacer? Establecer alianzas humanas. Isaías, sin embargo, le propone resolver el angustioso problema confiándose por completo a Dios. Más aún, el profeta invita al rey a pedir una «señal» (v. 11), como confirmación concreta de la asistencia divina en esta delicada situación. Ajaz, sin embargo, rechaza la propuesta con motivaciones de falsa religiosidad: «No la pido, pues no quiero poner a prueba al Señor» (v. 12). Isaías denuncia la hipocresía del rey, pero añade que, pese al rechazo, Dios dará esa señal: «La joven está encinta y da a luz un hijo, a quien pone el nombre de Enmanuel» (v. 14).
En lo inmediato, las palabras del profeta se refieren a Ezequías, el hijo de Ajaz, que la reina va a dar a luz y cuyo nacimiento fue considerado, en aquel particular momento histórico, como presencia salvífica de Dios en favor del pueblo angustiado. Sin embargo, yendo más al fondo, las palabras de Isaías son el anuncio de un rey Salvador. En este oráculo de una «virgen que da a luz» la tradición cristiana ha visto desde siempre el anuncio profético del nacimiento de Jesús, hijo de María.
SEGUNDA LECTURA
En tu libro se me ordena hacer tu voluntad.
De la carta a los hebreos: 10, 4-10
Hermanos: Es imposible que la sangre de toros y machos cabríos pueda borrar los pecados. Por eso, al entrar al mundo, Cristo dijo, conforme al salmo: No quisiste víctimas ni ofrendas; en cambio, me has dado un cuerpo. No te agradaron los holocaustos ni los sacrificios por el pecado, entonces dije -porque a mí se refiere la Escritura-: "Aquí estoy, Dios mío; vengo para hacer tu voluntad".
Comienza por decir: No quisiste víctimas ni ofrendas, no te agradaron los holocaustos ni los sacrificios por el pecado -siendo así que es lo que pedía la ley-; y luego añade: "Aquí estoy, Dios mío, vengo para hacer tu voluntad".
Con esto, Cristo suprime los antiguos sacrificios, para establecer el nuevo. Y en virtud de esta voluntad, todos quedamos santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez por todas.
Palabra de Dios.
R/. Te alabamos, Señor.
La perícopa está separada de su contexto. Éste intenta demostrar que el sacrificio de Cristo es superior a los sacrificios del Antiguo Testamento y convencer de ello. El autor de la carta relee ante todo el salmo 39 -empleado por la liturgia de hoy como salmo responsorial- como si fuera una declaración de intenciones del mismo Cristo al entrar en el mundo, o sea, cuando tomó carne y vino a habitar en medio de nosotros (cf. In 1,14), es decir, en el acontecimiento de la encarnación. Y esa es la actitud obediencial peculiar del pueblo de la antigua alianza y de todo piadoso cantor del salmo, a saber: la de un total «aquí vengo para hacer tu voluntad».
La encarnación como actitud obediencial se lleva a cabo el día de la anunciación del Señor a María. El día del anuncio empieza la peregrinación mesiánica finalizada con la donación del cuerpo de Cristo como sacrificio salvífico, nuevo e innovador, único e indispensable, que se completa en «el sacrificio de la cruz».
EVANGELIO
Concebirás y darás a luz un hijo.
Del santo Evangelio según san Lucas: 1,26-38
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María. Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: ''Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo". Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo.
El ángel le dijo: "No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir ya dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin".
María le dijo entonces al ángel: "¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?". El ángel le contestó: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios". María contestó: "Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho". Y el ángel se retiró de su presencia.
Palabra del Señor.
R/. Gloria a ti, Señor Jesús.
La autobiografía constituye una clave de lectura de la perícopa: Lucas, cronista esmerado y atento oyente de los protagonistas, ha recibido probablemente confidencias de María y las ha traducido en mensaje evangélico. En el diálogo entre Dios –por medio del ángel Gabriel- y la muchacha de Nazaret resalta un rasgo esencial: la relación viva entre lo divino y lo humano. Semejante relación se desarrolla como un recorrido en el que la propuesta de lo alto se va dilucidando poco a poco, porque el mensajero respeta -en una persona humana como la muchacha de Nazaret- el carácter gradual de la comprensión de un proyecto inesperado como fue la maternidad mesiánica, transversal a su proyecto o situación del momento, que era la virginidad. La persona humana -María, la virgen prometida como esposa a José- se asoma a este recorrido y entra progresivamente en él, en la conciencia del mensaje, que pretende secundar haciéndose disponible y adecuando a él su propio proyecto personal. La firma del acuerdo relacional entre María y Dios es el disponible «aquí está la esclava del Señor» (v. 38).
MEDITATIO
La perícopa lucana resuena en la inmensa mayoría de las liturgias marianas. Su puesto óptimo es precisamente la liturgia de la anunciación. Esta palabra parece un tanto desusada, y la liturgia la conserva tal vez para acentuar la aureola de solemnidad y misterio de un acontecimiento ciertamente único, irrepetible en su sustancia, insólito.
Concentremos nuestra atención en las dos últimas lecturas, que se aproximan en un estupendo paralelismo. En la Carta a los Hebreos, el hagiógrafo requiere o interpreta el anuncio de Cristo; en Lucas, el evangelista narra el anuncio a María. Cristo toma la iniciativa de declarar su propia intención; María recibe una palabra que viene de fuera de ella y está repleta de las peticiones de Otro. El paralelismo se transforma en coincidencia en la explicitación de la disponibilidad de ambos para cumplir la voluntad divina; disponibilidad separada por la calidad y la cantidad de conciencia, pero convergente en la finalidad de la obediencia total al proyecto de Dios.
La actitud obediencial aproxima ulteriormente a la madre y al hijo, María «anunciada» y Jesucristo «anunciado»: ambos pronuncian un «aquí estoy»; ambos se expresan con casi idénticas palabras: «Hágase según tu palabra», «vengo para hacer tu voluntad»; ambos entran en la fisonomía de «sierva» y de «siervo» del Señor. Esta sintonía anima a todo discípulo a la disponibilidad en el servir a la Palabra de Dios, porque el Hijo mismo de Dios es siervo y porque la Madre de Dios es sierva, y ambos lo son de una Palabra que salva a quien la sirve y que produce salvación.
ORATIO
¡Salve, santa María, humilde sierva del Señor, gloriosa madre de Cristo!
Virgen fiel, seno sagrado del Verbo, enséñanos a ser dóciles a la voz del Espíritu; a vivir en la escucha de la Palabra, atentos a sus llamadas en lo secreto del corazón, vigilando sus manifestaciones en la vida de los hermanos, en los acontecimientos de la historia, en el gemido y en el júbilo de la creación.
Virgen de la escucha, criatura orante, acoge la oración de tus siervos.
CONTEMPLATIO
La página evangélica del anuncio a María atestigua el estilo con el que Dios se hace adelante para proponer y pedir disponibilidad a la persona humana, o sea, al diálogo.
El diálogo evangélico se desarrolla en la forma del don. El don de la alegría («Alégrate, María»): la Palabra de Dios ofrece alegría. El don de la gracia («llena de gracia»; «has hallado gracia»). El don del aliento («no temas»): la delicadeza de Dios disuelve el miedo a él que revela un rostro misericordioso, el miedo a su comprometedora palabra. El don de la vitalidad («concebirás y darás a luz un hijo»): el hijo es señal de vida y de futuro, exigencia de custodia y de servicio, responsabilidad con la vida. El don del Espíritu («el Espíritu Santo descenderá sobre ti»): es el primer pentecostés de María, y el Espíritu le indica la intención de posesión y custodia de parte de Dios, la demanda de colaboración. El don de la fe («porque nada hay imposible para Dios»): palabra final, llave que abre la disponibilidad consciente.
ACTIO
Repite y dirige hoy a los hermanos y hermanas el saludo evangélico:
«El Señor esté contigo» (cf. Lc 1,28).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Al anuncio de que Dios salva, nosotros también podemos responder, como María, con el fiat, «hágase». Pero ¿ágase qué? Cúmplase en mí, pero ¿qué cosa? Cúmplase en mí la fe: que yo pueda creer. Creer que desde hace miles de años Dios está en busca del hombre [...]. Fe en que Cristo es carne de esta carne nuestra, destino de nuestro destino; que él es aquí, apacible y poderosa energía; que él está más allá, horizonte y destino y flauta que nos llama a otro lugar, y que con esta fe también nosotros podemos ser, al menos por un momento, casa de Dios, llenos de gracia al menos por un momento; que también nosotros podamos oírte decir: yo estaré contigo por donde vayas. El ángel nos repetirá entonces a cada uno las tres palabras esenciales: alégrate, no temas, también en ti va a nacer una vida (E. M. Ronchi, Dietro i mormorii dell'arpa, Sotto il Monte 1999, pp. 35ss).
Comentarios
Publicar un comentario