LECTIO DIVINA TERCER LUNES DE PASCUA. La paz les dejo, mi paz les doy.


La obra de Dios consiste en que crean en aquel a quien él ha enviado
 Hechos 6, 8-15            Salmo 118           Juan 6,22-29   

    

LECTIO

1ª Lectura (Hech 6, 8-15)

Del libro de los Hechos de los Apóstoles

En aquellos días, Esteban, lleno de gracia y de poder, realizaba grandes prodigios y signos entre la gente.
Algunos judíos de la sinagoga llamada "de los Libertos”, procedentes de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia, se pusieron a discutir con Esteban; pero no podían refutar la sabiduría y al Espíritu con que hablaba.
Entonces sobornaron a algunos hombres para que dijeran: "Nosotros hemos oído a este hombre blasfemar contra Moisés y contra Dios".
Alborotaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas; cayeron sobre Esteban, se apoderaron de él por sorpresa y lo llevaron ante el sanedrín. Allí presentaron testigos falsos, que dijeron: "Este hombre no deja de hablar contra el lugar santo del templo y contra la ley. Lo hemos oído decir que ese Jesús de Nazaret va a destruir el lugar santo y a cambiar las tradiciones que recibimos de Moisés".
Los miembros del sanedrín miraron a Esteban y su rostro les pareció imponente como el de un ángel.

Palabra de Dios.
A. Te alabamos, Señor.

Entra Esteban en escena. Se le presenta con las mismas características que los apóstoles: «Lleno de gracia y de poder, hacía grandes signos y prodigios». Las palabras de Esteban están unidas a la «sabiduría» y al «Espíritu»: Esteban, como los apóstoles, está completamente inmerso en el plan de Dios, lo conoce, recibe la fuerza del Espíritu para atestiguarlo y anunciarlo. Posee una personalidad humana de gran relieve y de espesor «espiritual». Su predicación provoca de inmediato un conflicto y, paradójicamente, con los judíos más abiertos. Lucas alude a la sinagoga llamada de los libertos, es decir, los descendientes de aquellos que, llevados a Roma como esclavos por Pompeyo (63 a. C.), habían sido liberados y se habían instalado en un barrio de la ciudad. En torno a ellos se reunían, probablemente, judíos de diferente procedencia. Pues bien, también para ellos era la predicación de Esteban demasiado radical: Esteban ataca al templo y las tradiciones mosaicas. En consecuencia, las acusaciones que se le dirigen no carecen de fundamento por completo.
Los ojos que se fijan en él con hostilidad están obligados a vislumbrar en ellos, no obstante, un esplendor particular, el de un ángel que expresa la presencia de Dios, algo semejante al rostro de Moisés cuando bajó, resplandeciente, del Sinaí tras haber encontrado a Dios. Lucas presenta otro rasgo de Esteban: es un testigo escogido por Dios para dar a conocer su voluntad.

Salmo responsorial (Sal 118)

R. Dichoso el que cumple la voluntad del Señor. Aleluya.

L. Aunque los poderosos se burlen de mí, yo seguiré observando fielmente
ley. Tus mandamientos, Señor, son mi alegría; ellos son también mis consejeros. / R.

L. Te conté mis necesidades y me escuchaste; enséñame, Señor, tu voluntad
Dame nueva luz para conocer tu ley y para meditar las maravillas de tu amor. / R.

L. Apártame de los caminos falsos y dame la gracia de cumplir tu voluntad
He escogido el camino de la lealtad a tu voluntad y a tus mandamientos. / R.


Evangelio: Juan 6,22-29

Al día siguiente, la multitud, que estaba en la otra orilla del lago, se dio cuenta de que
allí no había más que una sola barca y de que Jesús no se había embarcado con sus discípulos, sino que éstos habían partido solos. En eso llegaron otras barcas desde Tiberíades al lugar donde la multitud había comido el pan. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaúm para buscar a Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo llegaste acá?”. Jesús les contestó: "Yo les aseguro que ustedes no me andan buscando por haber visto signos, sino por haber comido de aquellos panes hasta saciarse. No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna y que les dará el Hijo del hombre; porque a éste, el Padre Dios lo ha marcado con su sello".
Ellos le dijeron: "¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?”. Respondió Jesús: "La obra de Dios consiste en que crean en aquel a quien él ha enviado”.

Palabra del Señor.
A. Gloria a ti, Señor Jesús.

Tras la multiplicación de los panes, alude el evangelista a la búsqueda de Jesús por parte de la muchedumbre. Lo encuentran en Cafarnaúm y le dirigen al Maestro una pregunta sólo para satisfacer su propia curiosidad: «Maestro, ¿cuándo has llegado aquí?» (v. 25).
Jesús no responde la pregunta, sino que revela más bien a la muchedumbre las verdaderas intenciones que la han impulsado a buscarlo, y con ello desenmascara la mentalidad demasiado material de las personas (v. 26).
En realidad, toda esa gente sigue a Jesús por el pan material, sin comprender el signo realizado por el Profeta. Buscan más las ventajas materiales y pasajeras que las ocasiones de responder y de amar.
Ante esta ceguera espiritual, Jesús proclama la diferencia entre el pan material y corruptible y «el permanente, el que da la vida eterna» (v. 27). Jesús invita a la gente a superar el estrecho horizonte en que vive y a pasar al de la fe y al del Espíritu, al que sólo su persona (la de Jesús) les puede introducir. Él posee el sello de Dios, que es el Espíritu y el dinamismo divino del amor.
Los interlocutores de Jesús le preguntan ahora: «¿Qué debemos hacer para actuar como Dios quiere?» (v. 28).
Una nueva equivocación. La muchedumbre piensa que Dios exige la observación de nuevos preceptos y de otras obras. Pero lo que Jesús exige de ellos es una sola cosa: la adhesión al plan de Dios, a saber: «Que crean en aquel que él ha enviado» (v. 29). Sólo tienen que cumplir una sola cosa: dejarse implicar por Dios y adherirse con fe a la persona de Jesús. Es la apertura a la fe lo que ofrece un pan inagotable y lo que da la vida para siempre al hombre que acepta ser liberado de las tinieblas.

MEDITATIO

Esteban es el primer apóstol de los helenistas. Suyo fue el primer intento de inculturación, constituido por un decidido distanciamiento respecto al judaísmo tradicional. Pero no consiguió su objetivo en algunos de los Suyos. También hay conservadores entre los procedentes de la diáspora, quizás incluso más que entre los propios judíos palestinenses. Probablemente se debiera a la necesidad de defender su propia identidad. La primera aproximación al mundo judío de lengua y cultura griega es rechazada también por los notables. Esteban sigue así el destino de Jesús: es rechazado. Al parecer, el precio que hay que pagar para abrir nuevos caminos es ser incomprendido, malentendido, rechazado, calumniado y condenado. Sin embargo, también es verdad que del martirio de Esteban proceden frutos muy copiosos precisamente a partir de los griegos: y no sólo de los judíos de lengua griega, sino de toda la cultura griega.
Esteban es un provocador, y, por eso, se mete él mismo en el camino del martirio, como sucede en toda sociedad intolerante. Ahora bien, su provocación procede de una sabiduría superior, es fruto de una peculiar comprensión del plan de Dios. Este plan preveía que el Evangelio fuera anunciado no sólo en Jerusalén, sino «hasta los confines de la tierra». El Espíritu se sirve del carácter entusiasta y «belicoso» de Esteban para agitar el ambiente: Esteban pierde, pero la causa del Evangelio recorrerá el mundo.

ORATIO

Señor, tenemos necesidad de testigos animosos como Esteban. Tenemos necesidad de anunciadores «imprudentes» como él, que agitan a los adversarios y a los amigos, dentro y fuera de nuestros círculos. Tenemos necesidad de profetas «incómodos», como se decía hace
algunos años, para difundir la Buena Nueva. Tenemos necesidad de hombres y mujeres que no tengan miedo de hacer frente a las incomprensiones y los malentendidos a causa de tu nombre. Tenemos necesidad de personas que sean capaces de recorrer nuevos caminos y no
tengan miedo a no ser comprendidos por esos mismos por quienes se comprometen y se dejan la piel.
Señor, danos estos testigos fuertes y animosos.
Señor, no permitas que nos ceguemos hasta el punto de no comprenderlos e incluso aislarlos, calumniarlos, contribuyendo con nuestra incomprensión a marginarlos y -¡no lo permitas, Señor!- a condenarlos.

CONTEMPLATIO

La Iglesia tiene a gala, y es mandamiento del Salvador, que no pensemos sólo en nosotros mismos, sino también en el prójimo. Considera la dignidad a la que se eleva el que se toma seriamente a pecho la salvación de su hermano. Este hombre, en la medida en que ello es
posible al hombre, imita al mismo Dios. En efecto, escucha lo que nos dice por boca de su profeta: «Quien haga de un injusto un justo, será como mi boca». A saber: quien se aplica a salvar a su hermano caído en la negligencia e intenta arrancarlo del lazo del diablo, en cuanto es posible al hombre, imita a Dios.
¿Existe acaso alguna acción que pueda compararse a Esta? Ésta es la más grande entre todas las obras buenas. Es la cumbre de toda virtud. Y es natural que así sea. Porque si Cristo derramó su sangre por nuestra salvación, ¿no es justo que cada uno de nosotros ofrezca, por lo menos, el aliento de su palabra y eche una mano a quien por negligencia ha caído en los lazos del diablo?
(Juan Crisóstomo, Catequesis bautismal, VI, 18-20).

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Tus mandatos son mi delicia» (cf. Sal 118,14).

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Debemos dar un tono de valentía a nuestra vida cristiana, tanto a la privada como a la pública, para no convertirnos en seres insignificantes en el plano espiritual e incluso en cómplices del hundimiento general. ¿Acaso no buscamos, de manera ilegitima, en nuestra libertad personal, un pretexto para dejarnos imponer por los otros el yugo de opiniones inaceptables?
Sólo son libres los seres que se mueven por sí mismos, nos dice santo Tomás. Lo único que nos ata interiormente, de manera legítima, es la verdad. Esta hará de nosotros hombres libres
(cf. Jn 8,32). La actual tendencia a suprimir todo esfuerzo moral y personal no presagia, por consiguiente, un auténtico progreso verdaderamente humano. La cruz se yergue siempre ante nosotros. Y nos llama al vigor moral, a la fuerza del espíritu, al sacrificio (cf. Jn 12,25) que nos hace semejantes a Cristo y puede salvarnos tanto a nosotros como al mundo (Pablo VI, Audiencia general del 21 de marzo de 1975).

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