LECTIO DIVINA TERCER SÁBADO DE PASCUA. Jesucristo te da la salud. ¡Levántate!


¿Cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?
Hechos 9,31-42     Salmo 115            Juan 6,60-69



LECTIO

1ª Lectura (Hech 9,31-42)

Del libro de los Hechos de los Apóstoles
En aquellos días, las comunidades cristianas gozaban de paz en toda Judea, Galilea y Samaria, con lo cual se iban consolidando, progresaban en la fidelidad a Dios y se multiplicaban, animadas por el Espíritu Santo.
Pedro recorría toda la región y una vez fue a visitar a los fieles que vivían en Lida. Ahí encontró a un hombre, llamado Eneas, que tenía ya ocho años de estar en cama, paralítico. Pedro le dijo: “Eneas, Jesucristo te da la salud. Levántate y tiende tu cama”. Eneas se levantó inmediatamente; y todos los habitantes de Lida y de la llanura de Sarón que lo vieron, se convirtieron al Señor.
Había en Jafa, entre los discípulos, una mujer llamada Tabitá (que significa “gacela”), la cual hacía infinidad de obras buenas y repartía limosnas. En aquellos días cayó enferma y murió. Lavaron su cadáver y lo tendieron en una habitación del segundo piso. Como Lida está cerca de Jafa, los discípulos, sabiendo que Pedro estaba allá, enviaron dos hombres para suplicarle que fuera a Jafa sin tardar. Pedro fue con ellos. Tan pronto como llegó, lo condujeron a la habitación del segundo piso. Allí lo rodearon todas las viudas, llorando y mostrándole las túnicas y los vestidos que Tabitá les había hecho, cuando aún vivía. Pedro mandó salir a todos, se postró de rodillas y se puso a orar; luego, dirigiéndose a la muerta, dijo: “Tabitá, levántate”. Ella abrió los ojos y al ver a Pedro, se incorporó. El la tomó de la mano y la levantó; llamó a los fieles y a las viudas y se la entregó viva. Esto se supo por toda Jafa y muchos creyeron en el Señor.
Palabra de Dios
A. Te alabamos Señor

El fragmento empieza con una consideración sintética de la situación interna de la Iglesia. La comunidad cristiana «gozaba de paz», se mantenía en el santo temor de Dios y se extendía con el impulso del Espíritu Santo. Saulo ha sido llevado a Tarso, probablemente porque su presencia -discutida, creaba problemas a causa de su temperamento combativo, semejante al de Esteban.
A continuación, se presenta a Pedro no tanto como evangelizador, sino como jefe religioso que-durante sus visitas pastorales- sostiene, ayuda y anima a los discípulos: visita algunas comunidades ya evangelizadas (probablemente por Felipe) y, a su paso, se reproduce el clima primaveral, sorprendente, milagroso, del paso de Jesús. Pedro contribuye con dos prodigios a la difusión del Evangelio. El apóstol se ha convertido ahora en el pastor taumaturgo que representa en la joven Iglesia no sólo la Palabra, sino el poder de curación de Jesús. Lucas no pierde la ocasión de recordar que Jesús vive y continúa obrando en la Iglesia apostólica como cuando estaba vivo en medio de los suyos.

SALMO RESPONSORIAL (Sal 115)
R./¿Cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Aleluya.

L. ¿Cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Levantaré el cáliz de salvación e invocaré el nombre del Señor.
R./¿Cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Aleluya.

L. Cumpliré mis promesas al Señor ante todo su pueblo. A los ojos de Dios es muy penoso que mueran sus amigos.
R./¿Cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Aleluya.

L. De la muerte, Señor, me has librado, a mí, tu esclavo e hijo de tu esclava. Te ofreceré con gratitud un sacrificio e invocaré tu nombre.
R./¿Cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Aleluya.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO
R./ Aleluya, aleluya.
Tus palabras, Señor, son espíritu y vida. Tú tienes palabras de vida eterna.
R./ Aleluya, aleluya.

+EVANGELIO (Jn 6, 60-69)
Del santo Evangelio según san Juan
A. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús dijeron al oír sus palabras: “Este modo de hablar es intolerable, ¿quién puede admitir eso?” Dándose cuenta Jesús de que sus discípulos murmuraban, les dijo: “¿Esto los escandaliza? ¿Qué sería si vieran al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da la vida; la carne para nada aprovecha. Las palabras que les he dicho son espíritu y vida, y a pesar de esto, algunos de ustedes no creen”. (En efecto, Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo habría de traicionar).
Después añadió: “Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede”. Desde entonces, muchos de sus discípulos se echaron para atrás y ya no querían andar con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: “¿También ustedes quieren dejarme?” Simón Pedro le respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes Palabras de vida eterna; y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”.

Palabra del Señor.
R./ Gloria a ti, Señor Jesús.

Tras la extensa revelación de Jesús sobre el pan de vida en la sinagoga de Cafarnaún, sus discípulos le comunican su malestar por las afirmaciones «irracionales» de su Maestro, unas afirmaciones que resultan difíciles de aceptar desde el punto de vista humano. Frente al escándalo y la murmuración de los discípulos, Jesús precisa que no se debe creer en él sólo después de la visión de una subida de él al cielo, como la de Elías y Henoc, porque eso significaría la no aceptación de su origen divino. Es algo que no tendría sentido, dado que él, el «Preexistente», viene precisamente del cielo (cf. Jn 3,13-15).
La incredulidad de los discípulos con respecto a Jesús, sin embargo, se pone de manifiesto por el hecho de que «el Espíritu es quien da la vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida» (v. 63). Juan afirma que tan real como la carne de Jesús es la verdad eucarística. Ambas son un don con el mismo efecto: dar la vida al hombre. Con todo, muchos discípulos no quisieron creer y no dieron un paso adelante hacia una confianza en el Espíritu, con lo que no consiguieron liberarse de la esclavitud de la
carne.
A Jesús no le coge por sorpresa esta actitud de abandono por parte de los que le siguen. Conoce a cada hombre y sus opciones secretas. Adherirse a su persona y a su mensaje en la fe es un don que nadie puede darse a sí mismo. Sólo el Padre lo da. El hombre, que tiene en sus manos su propio destino, es siempre libre de rechazar el don de Dios y la comunión de vida con Jesús. Sólo quien ha nacido y ha sido vivificado por el Espíritu, y no obra según la carne, comprende la revelación de Jesús y es introducido en la vida de Dios. A través de la fe es como el discípulo debe acoger al Espíritu y al mismo Jesús, pan eucarístico, sacramento que comunica el Espíritu y transforma la carne.

MEDITATIO

La perícopa de los Hechos de los Apóstoles leída hoy presenta otro pequeño cuadro de la jovencísima Iglesia. La comunidad cristiana, extendida ahora en diversas comunidades, se enfrenta con los problemas de cada día: la enfermedad prolongada, la muerte inesperada de personas comprometidas, etc. La vida cotidiana se caracteriza por el santo temor de Dios y por la asistencia reconfortante del Espíritu Santo. Los discípulos viven bajo la mirada de Dios, con el sentido de su grandeza y de su soberanía. Miden su vida a partir de él y de su santa voluntad. Se interesan por los pobres y se preocupan por los enfermos. De este modo se va construyendo la Iglesia interiormente y se vuelve dócil a la acción del Espíritu Santo, que la extiende también exteriormente.
La construcción interna y la difusión externa van estrechamente unidas. El anuncio más discreto y eficaz de la Buena Nueva procede de la vida de la Iglesia, de la alegría que anima su sufrimiento, de su espíritu de servicio sin cálculos mezquinos y sin reservas. La Palabra y los milagros no caen en el vacío, sino que encuentran un terreno bien dispuesto y producen frutos abundantes. El libro de los Hechos de los Apóstoles, dedicado completamente a la difusión del Evangelio, no se olvida de la vida cotidiana, en su sencillez y sus exigencias, una vida que se va humanizando en contacto con el Evangelio y que se convierte, precisamente gracias a él, en la base de todo anuncio posterior:

ORATIO

Te confieso, Señor, que me gustaría ver, al menos alguna vez, un buen milagro. Tampoco te oculto que, en algunos momentos de debilidad, me gustaría incluso hacer alguno, aunque no fuera más que para mostrar que no estoy diciendo tonterías cuando hablo de tus cosas. Pero tú, aunque no me dejas privado de signos del cielo, prefieres el milagro de la vida serena, trabajadora, de una vida que confía en ti, que te deja tomar las grandes decisiones, que recibe todo de tus manos, que se preocupa de complacerte más a ti que a los hombres y a las mujeres, que expresa la alegría de poder servirles y de sentirse amado por ti.
Perdona mi debilidad que sueña con algún milagro, aunque sea muy pequeño, y refuerza mi convicción de que lo que tú quieres es la transformación de mi vida, el paso del temor al amor, del apego al desprendimiento, de la angustia a la confianza, del pesar a la alegría, del escrúpulo a la confianza ilimitada en ti, de la inclinación sobre mis cosas a la apertura al dolor del otro. Dame tu Espíritu para que me sea posible y apetecible, amable y tranquilizador, un programa tan comprometido como éste.

CONTEMPLATIO

Se ha dicho con acierto de Job: «Era un hombre temeroso de Dios y apartado del mal» (Jb 1,1). La santa Iglesia de los elegidos inicia ahora su camino por la vía de la sencillez y de la rectitud con temor, pero lo lleva a su consumación sólo con el amor. Se aleja verdaderamente del mal aquel que empieza a partir de ahora a no querer pecar nunca más por amor a Dios.
Si alguien realiza todavía el bien por temor, da a entender que no se ha alejado por completo del mal: si está dispuesto a pecar, en caso de que pueda hacerlo con impunidad, con eso mismo peca. Tras haber dicho que Job temía a Dios, añade el texto sagrado que también estaba apartado del mal: cuando el temor es reemplazado por el amor, entonces la culpa que había quedado en el alma queda eliminada por el firme propósito de la voluntad. Así como el temor mantiene a raya el vicio, el amor hace germinar las virtudes (Gregorio Magno, Comentario moral a Job, 1, 37).

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Señor, yo soy tu siervo» (Sal 115,16a).

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

El ejemplo de Tomás Moro demuestra que le es posible a un cristiano vivir en el mundo según el Evangelio y actuar en él a imitación de Cristo; y ello en medio de su propia familia, de sus posesiones y de la vida política: es posible llevar una vida santa en medio de estas distintas situaciones, con sobriedad, sencillez y honestidad, sin caer en fanatismos ni «beaterías», de modo serio y alegre al mismo tiempo.
¿Qué es, pues, lo más importante para un cristiano que vive en el mundo? Realizar, en la fe, una opción radical por Dios, por el Señor y por su Reino, a pesar de todas las inclinaciones pecaminosas, y conservarla intacta a través de los acontecimientos ordinarios de cada dia. Conservar, viviendo en el mundo, la libertad fundamental respecto al mundo, en medio de la familia, de las posesiones y de la vida política, al servicio de Dios y de los hermanos. Poseer la alegre prontitud que permite ejercer esta libertad, en cualquier momento, a través de la renuncia, y cuando estemos llamados a hacerlo, a través de la renuncia total. Sólo en esta libertad respecto al mundo, buscada por amor a Dios, es donde el cristiano, que vive en el mundo, pero recibe la libertad como don de la gracia de Dios, encuentra la fortaleza, el consuelo, el poder y la alegría que son su victoria (H. Küng, Libertà nel mondo. Sir Thomas More, Brescia 1966, 445).


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