Carta Sacerdotal



Carta Sacerdotal

Al Padre Pablo Jaramillo,
hermano menor capuchino,
para el Día de su Ordenación Sacerdotal
Sauceda de la Borda, Zac., 22 de nov. De 2008,
y, para todos los días de su sacerdocio,
con la gracia de Dios
y humildemente.


Te escribe un sacerdote veterano,
querido Pablo, ahora, ante tu Día,
y muy sencilla y amistosamente
quiero verter, ingenuo, el alma mía.

El sacerdocio es algo muy divino:
no…, dije mal: el “muy” lo quitaría,
divino simplemente, todo santo,
un don de Dios, que nadie merecía.

Es la minoridad del Siervo muerto,
cuando, al morir en cruz, nos redimía:
Sacerdote de sangre vas a ser,
jamás olvides, Pablo, esta consigna.

Mirémosle: Hermano en alto alzado
Sacerdote llagado y sin insignias:
ya más no puede dar, que todo dio…,
mas cuando todo dio…, nos dio a María.

Por eso, para ser buen sacerdote,
la Madre del Calvario ten por guía;
lo que el Hijo en su carne iba sufriendo,
en el alma la Madre padecía.

Misterio maternal que todo excede,
no tuvo por qué ser Sacerdotisa,
fue Madre del Señor, bello silencio,
que te ha de hablar en tu primero Misa.

Minoridad, fraternidad: bandera
alzada de la vida capuchina;
mas ¿cuál fue nuestro Hermano, dice Hebreos,
sino Jesús en nuestra travesía?

Que no a los Ángeles les llama hermanos,
cuando el Espíritu habla en profecía
sino a nosotros, cuya carne y sangre
Jesús, Verbo Encarnado, compartía.

Te llamarán el Padre, el Padrecito,
(pues es verdad, no mera cortesía);
Pero jamás, jamás…, querido Pablo,
el don de Dios de vanidad te engría.

Sé puro y fiel, un santo sacerdote,
un buen pastor, sé luz, sabiduría,
amigo de los pobres, y con ellos
comparte, cual Francisco, tu escudilla.



Escucha con amor, con mucho amor,
miserias y pecados que te digan,
jamás regañes por haber pecado,
pues yo, muy pecador, lo mismo haría.

Que la misericordia siempre sea
tú última palabra proferida;
serás, como Jesús, el siervo Pablo,
amigo, y Sacerdote de acogida.

Modera el pronto celo y los impulsos:
la mansedumbre sea tu energía;
es bueno el buen perder, incomprendido:
Jesús sea Jesús, y tú confía.

Y tienes un secreto: el Padre Pío;
el Padre Pío es una maravilla…
hasta Cancún se ha ido suavemente
desde el confesionario y su celdita.

El Padre Pío, Pablo, te ha otorgado
su santa bendición y su caricia;
él sabe de oración y de confianza,
de expiación por quienes absolvía.

Y ¿qué más te diré, querido hermano,
en esta carta escrita en poesía…?
Que l’ Eucaristia –mi Misa diaria-
Il centro della tua vita sia.



En una humilde imagen de Francisco
a un profesor san Pío le escribía:
Pues es verdad, te habla mi experiencia:
la Misa del altar, la Eucaristía.

Y para terminar, la bendición,
bendíceme con esa mano ungida;
y traza sobre mí la santa Cruz
y Cristo por su siervo me bendiga.

Te envío un grande abrazo muy cordial
y aquí pongo mi nombre con mi firma.
en la patena que gozoso elevas,
tenga Rufino una partecita.


Puebla, 9 de noviembre de 2008.

Fray Rufino María Grández OFMCap.

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