Deseemos apagar la sed en esta fuente de agua viva
18 de noviembre
Dime: ¿es posible que Jesús se quede lejos, mientras tú lo llamas, le ruegas, lo buscas y, digámoslo también, lo posees? ¿Es posible que un alma que está con él en la cruz, es acaso posible, digo, que en esta alma no esté Dios, cuando él ha empeñado su infalible palabra prometiendo estar con esa alma en la tribulación: «Estoy a su lado en la desgracia»? ¿Cómo es posible que la fuente de agua viva, que brota del Corazón divino, esté alejada de un alma que corre hacia ella como ciervo sediento? Es verdad que esta alma puede incluso no creernos, porque se siente devorada por una sed inextinguible, insaciable. Pero ¿qué significa eso? ¿Es acaso una prueba de que el alma no posee a Dios? Todo lo contrario.
Esto sucede porque todavía no ha llegado al final de su viaje, aún no está totalmente inmersa en la fuente eterna de su amor divino, lo que tendrá lugar en el reino de la gloria. Por lo tanto, deseemos apagar la sed en esta fuente de agua viva y vayamos siempre adelante en los caminos del amor divino; pero, hija mía, convenzámonos también de que nuestras almas no se saciarán jamás acá abajo; es más, ¡ay de nosotros si algún día, mientras estamos en la carrera, creyéramos estar saciados!, porque sería señal de que creemos haber alcanzado nuestro destino y nos engañaríamos.
(21 de octubre de 1915, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 522)
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