¡Qué misterio tan grande!
16 de agosto
¿Qué puedo
decirle acerca de mí? Soy un misterio para mí mismo; y, si resisto, es porque
el buen Dios ha reservado la última y más segura palabra a la autoridad de esta
tierra, de forma que no hay norma más segura que la voluntad y el deseo del
superior. A esta autoridad me abandono como niño en los brazos de la madre; y
espero y confío en Dios que no me equivocaré, aunque mi sentimiento me lleva a
creer todo lo contrario.
Padre mío,
¿cuándo brillará el sol en el firmamento de mi alma? ¡Ay de mí!, me veo perdido
en la alta y profunda noche que atravieso. Prefiero no hablarle de esto, pues
es para mí algo sin importancia; y lo único que ansío es que venga Dios a darme
el último golpe.
(15 de agosto de 1916, al P.
Agustín de San Marco in Lamis – Ep. I, p. 798)
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