Novena en honor de San Pío de Pietrelcina.
NUEVE
DÍAS ACOMPAÑADOS POR SAN PÍO DE PIETRELCINA
Primer día: LA LLAMADA
DE DIOS 1-9
Por la
señal de la Santa Cruz +
De nuestros enemigos +
Líbranos Señor, Dios nuestro +
En el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo +
Amén
Acto de contrición:
Señor mío
Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser Tú
quién eres y porque te amo sobre todas las cosas, a mí me pesa Señor, pésame en
el alma y en todo mi corazón el haberte ofendido. Yo creo y propongo firmemente
la enmienda de nunca más pecar, de apartarme de las ocasiones, de cumplir la
penitencia que me fuera impuesta por mis pecados. Te ofrezco Señor mi vida,
obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados. Así como te suplico, así
confío en tu misericordia infinita que me perdonarás y me darás luz y gracia
para enmendarme y perseverar en tu santo servicio hasta el último instante y
fin de mi vida amén.
Lectura
bíblica Jeremías
Entonces me fue dirigida la palabra de YHVH
en estos términos:
Antes de haberte formado yo en el seno
materno, te conocía,
y antes que nacieras, te tenía consagrado:
Yo profeta de las naciones te constituí. (Jr 1,4-5).
El Dios de toda gracia,
el que los ha llamado a su eterna gloria en
Cristo,
después de breves sufrimientos
les restablecerá, afianzará, robustecerá y
los consolidará.
(I Pe 5,10)
Baste
con esto para descubrir y convencernos en primer lugar que es Dios quien llama.
La iniciativa es de Dios y de nadie más. No llama ni a las personas más sabias,
ni más elocuentes. Tampoco a las importantes y poderosas. Más aún no llama a
las personas que se consideran “buenas”, “santas” aptas para servir en el Reino
de Dios no. Dios llama a quien quiere. La llamada que Dios hace en un don, un
regalo que hace a la persona.
A Francesco
Forgione Dios lo llama desde que tiene
uso de razón. Estamos hablando entre los 4 ó 5 años de edad. Ya desde entonces
siendo apenas un “bambino”, Dios ya lo había mirado con un amor muy especial y
se lo había reservado para ser el signo de la presencia de la misericordia de
Dios en el mundo.
Es
verdad que cuando Francesco (P. Pío después) experimenta en sí mismo el llamado
que Dios le está haciendo pasa por un momento de lucha entre la atracción
efímera, pasajera y engañosa del “mundo” y el seguimiento de Jesucristo pobre
humilde y crucificado al estilo de San Francisco de Asís. Es como si la llamada
del Señor taladrara y penetrara el corazón de Francesco desde su tierna
infancia. Su libertad es puesta a prueba y llega el momento de decidir entre
Dios o el “mundo”, el bien o el mal, la muerte o la vida. Elegir a Dios y su
voluntad constituye una lucha real, pues la propia libertad se ve estorbada por
las consecuencias del pecado. “El espíritu está pronto, pero la carne es débil”
(Mt 26, 41) y por eso es necesario gozar de la plena libertad de los hijos de
Dios para elegir, porque “para ser libres nos ha liberado Cristo” (Gal 5,1).
Ésta era la disyuntiva y el reto enorme que Francesco experimentó desde
pequeño. Él mismo lo va a contar de la siguiente manera:
Sentía dos fuerzas que se enfrentaban en mí y
me desgarraban el corazón: el mundo me quería para él y Dios me llamaba a una
nueva vida. Dios mío, ¿cómo describir mi martirio? Sólo de recordar la lucha
que se desarrollaba en mí se me hiela la sangre en las venas. Veinte años han
pasado. Sentía que tenía que obedecerte a ti, Dios verdadero y bueno, pero mis
enemigos me tiranizaban, me descoyuntaban los huesos y me retorcían las
entrañas.
Quería obedecerte, mi Dios y mi Esposo, pero
¿dónde encontrar la fuerza para resistir a este mundo que no es el tuyo? Al
final apareciste y, tendiéndome tu mano todo poderosa, me llevaste adonde me
habías llamado… (Ep.
III, pp. 1006ss.).
Ésta es la voz y la experiencia del. Padre
Pío, nuestro Hermano. El seguimiento de
Cristo no es fácil. No sólo no es fácil, sino que en la actualidad parece un
sin sentido. En un mundo globalizado, hedonista, materialista en el cual nos
hemos empeñado por matar a Dios, sacándolo de casi todos los ámbitos donde el
ser humano se mueve, florecen las más exquisitas flores de Santidad.
Gracia
de Dios. Sin duda. La pura llamada ya es gracia de Dios. Es gracia que se haga
caso y se ponga atención a esa voz que llama. Gracia es la respuesta a esa
llamada que desemboca en la decisión del seguimiento de Cristo. Todo
absolutamente todo es gracia. Pero cuenta mucho la respuesta que la persona le
da a Dios. En el caso de Francesco si no hubiese respondido al llamado, al plan
que Dios tenía para él, seguro que hoy no lo tendríamos como fraile capuchino, mucho
menos como Santo. Como un gran santo!
Sin embargo, cuando descubrimos que a la gracia de Dios se unió
precisamente la colaboración incondicional y generosa, ése “fiat” de Francesco Forgione, entonces
podemos descubrir que cuando se aúnan la gracia de Dios y la generosidad
incondicional del hombre, entonces Dios hace “obras grandes y maravillosas”
como las hizo en el P. Pío.
PARA REVISAR
NUESTRA VIDA
1ª.
¿Soy consciente de la llamada de Dios en mi vida?
2ª
¿Cuáles son la luchas que me impiden seguir más de cerca de Jesucristo?
3ª
¿Estoy dispuesto a renunciar a todo con tal de ganar a Cristo o me parece mejor
el camino fácil y efímero del pecado?
4ª
¿Confío verdaderamente en Dios para dejarle acceso libre a mi vida?
5ª ¿Qué
respuesta le doy a Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo?
Para
orar:
Señor
Jesucristo rostro humano de Dios
y
manifestación infinita de la misericordia del Padre
derrama
sobre nosotros la Luz de tu Espíritu Santo
para
que venga yo a saber lo que te es grato,
y pueda
cultivar en mí la gracia de la santidad
que Tú
oh Augusta Trinidad has querido compartir conmigo.
Te pido
por intercesión del P. Pío me concedas
el arrepentimiento de mis pecados
Y la
generosidad para darte a conocer a todos los que están cerca de mí.
Por el
mismo Jesucristo nuestro Señor. Amén.
1. ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: «En verdad les digo, pidan y recibirán, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá». He aquí que confiado en tu Palabra divina, llamo, busco, y te pido la gracia...Padre Nuestro, Ave María y Gloria… Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
2. ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: «En verdad le digo, todo lo que pidan a mi Padre en mi Nombre, Él se los concederá». He aquí que, confiado en tu Palabra divina, pido al eterno Padre, en tu nombre, la gracia... Padre Nuestro, Ave María y Gloria… Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
3. ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: «En verdad les digo, los cielo y la tierra pasarán, más mis palabras no pasarán». He aquí que, confiado en la infalibilidad de tu Palabra divina, te pido la gracia... Padre Nuestro, Ave María y Gloria… Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
Oh Sagrado Corazón de Jesús, infinitamente compasivo con los desamparados, ten piedad de nosotros, pobres pecadores, y concédenos las gracias que te pedimos por medio del inmaculado Corazón de María, nuestra tierna Madre.
San José, padre adoptivo de Jesús ruega por nosotros.
Querido y
Amado Padre Pío de Pietrelcina, tú que has llevado sobre tu cuerpo de manera
especialísima la Pasión gloriosa de Nuestro Señor Jesucristo y has aceptado
plenamente su voluntad por la salvación de las almas, asemejándote así
totalmente al Él. Tú que también has llevado la Cruz por todos nosotros,
soportando los sufrimientos físicos, morales y espirituales que te trituraron
continuamente el alma y el cuerpo, haciendo de Ti un “Crucificado sin Cruz” en
un doloroso martirio. Te rogamos, intercedas ante nuestro Padre Dios, siempre rico en misericordia para que
cada uno de nosotros sepa aceptar la
Cruz de cada día, transformando cada sufrimiento en ofrenda agradable a
Dios por la salvación de las almas y la paz del mundo, siendo siempre fieles al
llamado que Dios nos ha hecho y a la vocación que Él nos ha regalado. Amén!
Oración
final:
Oh
Dios, que a san Pío de Pietrelcina,
Sacerdote
Capuchino,
le has
concedido el insigne privilegio
de
participar de modo admirable,
de la
pasión de tu Hijo,
concédenos
por su intercesión,
identificaros
en la muerte de Cristo
para
participar de su resurrección.
Por
Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
SEGUNDO
DÍA
Por la
señal de la Santa Cruz +
De nuestros enemigos +
Líbranos Señor, Dios nuestro +
En el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo +
Amén
Acto de
contrición:
Señor mío
Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser Tú
quién eres y porque te amo sobre todas las cosas, a mí me pesa Señor, pésame en
el alma y en todo mi corazón el haberte ofendido. Yo creo y propongo firmemente
la enmienda de nunca más pecar, de apartarme de las ocasiones, de cumplir la
penitencia que me fuera impuesta por mis pecados. Te ofrezco Señor mi vida,
obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados. Así como te suplico, así
confío en tu misericordia infinita que me perdonarás y me darás luz y gracia
para enmendarme y perseverar en tu santo servicio hasta el último instante y
fin de mi vida amén.
Lecturas
bíblicas: Primera de Juan 4,9-10 y 4,20; Marcos 12,28-31
En esto se manifestó el amor
que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos
por medio de El. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a
Dios, sino en que El nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por
nuestros pecados. (I Jn 4,9-10).
Si alguno dice: “Amo a Dios”,
y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a
quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. (I Jn
4,20).
Acercándose [a Jesús] uno de los escribas que
les había oído discutir y, viendo que les había respondido muy bien, le
preguntó: ¿“cuál es el primero de todos los mandamientos”? Jesús le contestó:
“El primero es: Escucha Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y
amarás al Señor, tu Dios, con todo tu
corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El
segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No existe otro mandamiento
mayor que éstos. (Mc 12,28-31).
En esta
sencilla reflexión queremos de alguna manera introducirnos en el océano inmenso
del amor y de la misericordia de Dios.
Es
necesario que al dirigirnos al “amor de
Dios” lo entendamos adecuadamente y con todo lo que esto significa. Es decir,
el amor de Dios hace referencia tanto al amor que Dios tiene a la humanidad,
tanto cuanto al amor que la humanidad tiene o debe tener a Dios. Sin embargo no
hay que perder jamás de vista que Dios nos ha amado primero.
En
verdad quien ama a Dios, arde por
hacerlo amar, y por enseñar a amarlo. El P. Pío era una de esas almas
privilegiadas, convencido de que en el camino de la santidad lo que no es amor
o no conduce al amor, es perder el tiempo, o una ilusión. Por ello impulsaba a
las almas confiadas a su dirección a recorrer generosa y alegremente la ruta
del amor y a intercambiar con su correspondencia el amor de Dios que
primeramente les había amado.
Dado
lo anterior podemos hablar de dos tipos de amor: uno pasivo y otro activo. Al
referirnos al amor pasivo no significa que sea algo estático o sin vida, sino
todo lo contrario estamos diciendo que la persona debe estar muy atenta para
recibir el Amor de Dios y dejar así que este amor vaya transformado la vida del
ser humano a través de un encuentro constante y vivo con Dios. Es como la gota
de agua que cae encima de una piedra y que con el tiempo logra perforarla.
Al
hablar de un amor activo nos referimos al amor que como seres humanos debemos
practicar de cara hacia Dios y también de cara a las personas o al prójimo.
Pero también es necesario dejarnos amar por Dios. Experimentar la frescura
siempre nueva y agradable de ese Amor, sin descartar el sufrimiento y la
purificación. Son dos tipos de amor y dos formas de amar, en las cuales tanto
Dios como el ser humano están directamente implicados.
<<¿Qué es este amor? >>
El
mismo P. Pío se propuso la pregunta y se dio la respuesta recordemos algunas de
sus ideas contenidas en el epistolario. La caridad no es una realidad estática
sino dinámica. Como el amor natural también el sobrenatural e infuso se revela
y manifiesta en el alma como una tendencia y un movimiento de la voluntad y del
corazón hacia el bien conocido, y en este caso hacia el Sumo Bien percibido a
la luz de la fe y de la revelación.
El P. Pío era una persona capaz de
descubrir y de agradecer la gracia de Dios, sobre todo el don del amor. Para él
el principio básico de su vida era el amor a Jesucristo, el amor a Dios, que
solía comparar con un fuego devorador. Éste amor lo llevaba a entregarse
completamente a Él, aceptando completamente su voluntad. Es verdad que la
naturaleza de este amor es inefable pero nuestro humilde fraile hacía el
esfuerzo de confesarlo y darlo a conocer aún con palabras:
Oh, si tuviera un muero infinito de
corazones, todos los corazones del cielo y de la tierra, el de tu Madre… todos,
todos, oh Jesús, te los ofrecería a Ti. Jesús, te quiero muchísimo; es inútil
que te lo repita, te quiero mucho. Toma este corazón, llénalo de tu amor y
después mándame lo que quieras.
Mi vida es Cristo: vivo para Jesús, para su
gloria, para servirlo, para quererlo. Se ha enamorado Él tanto de mi corazón,
que me hace arder todo en su fuego divino, en su fuego de amor. ¿Qué es este
fuego que me consume todo? Si Jesús nos hace estar así de felices en la tierra…
¿Cómo será en el cielo?.
El alma que ha escogido el amor divino, no puede
mostrarse egoísta en el Corazón de Jesús, sino que debe sentir en ella arder
también la caridad para con los hermanos, que con frecuencia hace sufrir. No es
difícil entenderlo, porque el alma, no viviendo más la propia vida, sino la de
Jesús que vive en ella, debe sentir, desear y vivir los mismos sentimientos,
deseos y vida que vive en ella. Y tú sabes, aunque lo has comprendido tarde,
sabes, digo, de qué sentimientos y de qué deseos estaba y está animada este
divino Maestro por Dios y por la humanidad. Sufra, pues, tu alma por Dios y por
los hermanos que no quieren saber de él, porque esto es el sumo agrado de él.
Con lo anterior tenemos suficiente
para hacer una seria y profunda reflexión de la vivencia de la experiencia de
Dios en la propia vida. Es un don, una gracia, un regalo. Desafortunadamente
también muchas veces los regalos los dejamos sin desenvolver o al recibirlos
los ponemos en cualquier sitio y no les damos mayor importancia…
PARA REVISAR NUESTRA
VIDA
- ¿Soy verdaderamente consciente del Amor
de Dios en mi vida?
- ¿Cuál es mi actitud ante el Amor que
Dios me tiene?
- ¿De qué manera amo a Dios?
- ¿En qué momentos y circunstancias de
cada día experimento con mayor intensidad el Amor de Dios?
- ¿Soy capaz de hablar y de compartir
este Amor con los demás o me avergüenzo de él?
- ¿Cómo proyecto el amor y la caridad con
los que me rodean?
- ¿Cuáles serían los medios que tengo que
implementar para practicar verdaderamente el Amor de Dios?
- ¿Me entrego como ofrenda de amor por la
salvación de la humanidad?
PARA
ORAR:
Señor
Jesucristo camino verdad y vida,
que has
hecho del amor a ti y a los hermanos
la
forma de perfección evangélica,
concédeme
un amor a Dios infinitamente generoso.
Una
fidelidad radical a tu proyecto de amor en mi vida,
y con
el fuego del tu espíritu santo
purifica
y santifica mi deseo de santidad
y de
entrega por la redención de la humanidad entera. Amén.
1. ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: «En verdad les digo, pidan y recibirán, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá». He aquí que confiado en tu Palabra divina, llamo, busco, y te pido la gracia...Padre Nuestro, Ave María y Gloria… Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
2. ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: «En verdad le digo, todo lo que pidan a mi Padre en mi Nombre, Él se los concederá». He aquí que, confiado en tu Palabra divina, pido al eterno Padre, en tu nombre, la gracia... Padre Nuestro, Ave María y Gloria… Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
3. ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: «En verdad les digo, los cielo y la tierra pasarán, más mis palabras no pasarán». He aquí que, confiado en la infalibilidad de tu Palabra divina, te pido la gracia... Padre Nuestro, Ave María y Gloria… Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
Oh Sagrado Corazón de Jesús, infinitamente compasivo con los desamparados, ten piedad de nosotros, pobres pecadores, y concédenos las gracias que te pedimos por medio del inmaculado Corazón de María, nuestra tierna Madre.
San José, padre adoptivo de Jesús ruega por nosotros.
Querido y
Amado Padre Pío de Pietrelcina, tú que te encuentras a las puertas de la
entrada del Paraíso con el corazón inflamado de amor a Dios y a los hermanos, y
estás tan cerca de nuestro Padre Dios para hacernos entrar a cuantos vivamos el
Evangelio, y has tenido la fuerza de voluntad y la confianza en Dios para
soportar las tentaciones del maligno y has permanecido fiel al proyecto de
salvación que Dios te ofrecía para Ti y para todos los hombres y mujeres del
mundo. Ruega a Dios por nosotros, para que con su ayuda y con tu intercesión,
encontremos la fortaleza espiritual para renunciar al pecado y para conservar
la fe hasta el día de nuestra muerte viviendo en fidelidad y entrega generosa
nuestro estilo de vida, dando siempre a conocer el Amor de Dios a todos cuantos
nos rodeen. Amén!
Oración
final:
Oh Dios
que a san Pío de Pietrelcina
Sacerdote
Capuchino,
le has
concedido el insigne privilegio
de
participar, de modo admirable,
de la
pasión de tu Hijo:
concédenos
por su intercesión,
identificarnos
en la muerte de Cristo
para
participar de su resurrección.
Por
Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
EL
ESCUDO DE LA FE 3-9
Por la
señal de la Santa Cruz +
De nuestros enemigos +
Líbranos Señor, Dios nuestro +
En el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo +
Amén
Acto de
contrición:
Señor mío
Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser Tú
quién eres y porque te amo sobre todas las cosas, a mí me pesa Señor, pésame en
el alma y en todo mi corazón el haberte ofendido. Yo creo y propongo firmemente
la enmienda de nunca más pecar, de apartarme de las ocasiones, de cumplir la
penitencia que me fuera impuesta por mis pecados. Te ofrezco Señor mi vida,
obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados. Así como te suplico, así
confío en tu misericordia infinita que me perdonarás y me darás luz y gracia
para enmendarme y perseverar en tu santo servicio hasta el último instante y
fin de mi vida amén.
Lectura bíblia:
Efesios 3,17-19 y Santiago 2,26
Que Cristo habite por la fe en sus corazones, para que
arraigados y cimentados en el amor, puedan comprender con todos los santos cuál
es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de
Cristo, que excede a todo conocimiento, para que los vaya llenando hasta la
total Plenitud de Dios. (Ef 3,17-19)
Porque así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así
también la fe sin obras está muerta. (St 2,26).
La fe es un don
que Dios nos hace a través de la acción
de su Espíritu Santo en la vida del ser humano. Precisamente desde la fe es
como podemos vivir como miembros del Cuerpo Místico de Cristo. Es la fe la que
nos aúna con Dios y con los hermanos por medio de la gracia. La fe es la luz
del Espíritu Santo y por eso tiene su propio “carácter luminoso”. La Fe ilumina
a la humanidad entera y todo lo que existe en su entorno. Se trata de “una luz
tan potente que no puede venir de nosotros mismos, vine de una fuente más
primordial, viene de Dios. La fe nace del encuentro con Dios vivo, que nos
llama y nos revela su amor”.
En
las enseñanzas del P. Pío la fe ocupa el puesto preeminente que le corresponde
como fundamento del edificio espiritual
que se ha de proyectar y construir, y como principio unitivo y transformante
del organismo sobrenatural. Cuanto se diga de la esperanza y de la caridad
presupone la existencia y el dinamismo
de la virtud de la fe.
a).
Naturaleza
y excelencia de la fe
En
efecto el P. Pío hace resaltar positivamente la función unitiva de la fe en
Dios, verdad suma y objeto de la visión beatífica: <<Dios quiere
desposarse con el alma en la fe y el alma que debe celebrar este desposorio
celestial, debe andar en la fe pura, que es el medio adecuado y único para esta
unión de amor >> (19-12-1913, I, 441). Y, por tanto se explica y
comprende la insistencia con que recomienda reavivar siempre esta fe
para conservar y acrecentar la unión con Dios, al mismo tiempo que se ponen en
fuga todas las artes diabólicas que la puedan obstaculizar.
La
fe es un don gratuito de Dios, que se ha de pedir mediante la oración, y se ha
de solidificar y consolidar con actos personales, que se hacen meritorios
precisamente por ser inspirados y dirigidos por la fe.
El
P. Pío pone de manifiesto la excelencia de la fe para hacer que las almas
turbadas por las dudas e incertidumbres recobren la serenidad.
El
22 de octubre de 1916, refiriéndose a algunos pensamientos de su director
espiritual, el P. Agustín, escribe:
- <<La fe viva, la creencia ciega y
completa adhesión a la autoridad constituida por Dios respecto a ti, es la
luz que iluminó los pasos del pueblo de Dios en su peregrinación por el
desierto; es la luz que brilla siempre en la altura de todo espíritu
adepto al Padre; es la luz que condujo a los Magos a adorar al Mesías
recién nacido; es la estrella profetizada por Balaam; es la antorcha que
dirige los pasos de estos espíritus desolados. Y esta luz, esta estrella y
esta antorcha son también las que iluminan tu alma, dirigen tus pasos para
que no vaciles; robustecen tu espíritu en el amor divino y sin que el alma
lo advierta, avanza siempre hacia la meta eterna. Tú no lo ves y no lo
comprendes; pero no es necesario; tú no percibirás más que tinieblas, pero
que no esconden el sol eterno. Ten seguridad que este sol es precisamente
aquel que cantó el vidente de Dios: “A través de tu luz vemos nosotros tu
luz” >> (Sal 35,10-III,400)
Y
ya antes, el 6 de agosto de 1915, había escrito
- <<Entre gemidos y ansiedades
pedía San Pablo incesantemente el verse liberado, pero el mismo Jesús le
respondió que su gracia le sería bastante. Lo mismo dice a todas las almas
que quieren amarlo con sinceridad y pureza de corazón. ¿cómo dudarlo? ¿No
es él por ventura nuestro Dios, fiel más que todos los hombres, para no
permitir que no seamos probados sobre nuestras fuerzas? >> (III,
92).
- <<Manténganse siempre firmes en
la fe y siempre vigilantes que así desaparecerán las malas artes del
enemigo […]. De modo especial reaviven la fe en las promesas de vida
eterna que el dulcísimo Señor nuestro hace a quienes combatan con fuerza y
valentía >> (26-11-1913, II, 249).
Con
la gracia de Dios y la asistencia siempre fiel y activa del Espíritu Santo
dejémonos ver seriamente y amorosamente por Dios para hacer ahora nuestra
revisión de vida a la luz de lo anterior.
Dada
la extensión y riqueza del tema, lo dividimos en dos partes, de tal manera que
nos sirva para reflexionar en dos días.
PARA
REFLEXIONAR Y REVISAR NUESTRA VIDA
- La fe es un don ¿Soy consciente de este
regalo que Dios me ha hecho?
- ¿En Quién y en qué creo?
- ¿Cómo ejercito mi fe?
- ¿Cómo manifiesto mi fe ante los demás,
me avergüenzo de ella?
- ¿Qué significa para mí creer?
- ¿Cuál es mi compromiso de cara a Dios
desde la fe?
Para orar:
Señor Dios nuestro
Padre de
misericordia y Dios de todo consuelo
Concédenos la luz
del Espíritu Santo
Para creer, amar,
servir y dar a conocer
A tu Santísimo Hijo
nuestro Señor Jesucristo, nuestro Dios y Salvador.
Tú que vives y
reinas,
Por los siglos de
los siglos. Amén.
1. ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: «En verdad les digo, pidan y recibirán, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá». He aquí que confiado en tu Palabra divina, llamo, busco, y te pido la gracia...Padre Nuestro, Ave María y Gloria… Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
2. ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: «En verdad le digo, todo lo que pidan a mi Padre en mi Nombre, Él se los concederá». He aquí que, confiado en tu Palabra divina, pido al eterno Padre, en tu nombre, la gracia... Padre Nuestro, Ave María y Gloria… Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
3. ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: «En verdad les digo, los cielo y la tierra pasarán, más mis palabras no pasarán». He aquí que, confiado en la infalibilidad de tu Palabra divina, te pido la gracia... Padre Nuestro, Ave María y Gloria… Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
Oh Sagrado Corazón de Jesús, infinitamente compasivo con los desamparados, ten piedad de nosotros, pobres pecadores, y concédenos las gracias que te pedimos por medio del inmaculado Corazón de María, nuestra tierna Madre.
San José, padre adoptivo de Jesús ruega por nosotros.
Querido y Amado
Padre Pío de Pietrelcina, tú que has profesado un amor singularísimo a Nuestra
Señora, la Santísima Virgen María, a quien con ternura especial la llamabas la
“Madonna”; y que cada día te concedió gracias y consuelos tan especiales,
conduciéndote incluso de la mano a celebrar el Sacramento del Amor en la
Eucaristía, profesándote Ella también su predilección, conceden un espíritu
agradecido y de profunda veneración a la Madre del Hijo de Dios para poder
imitar siempre sus virtudes tal y como Tú lo hacias. A TiVirgen Santa, te
suplicamos ruegues e intercedas ante tu amado Hijo para que perdone nuestros
pecados, para que como en Caná de
Galilea, el Hijo te conceda cuanto le pidas.
Oración
final:
Oh Dios,
que a
san Pío de Pietrelcina,
Sacerdote
Capuchino,
le has
concedido el insigne privilegio
de
participar, de modo admirable,
en la
pasión de tu Hijo:
concédenos,
por su intercesión,
identificarnos
en la muerte de Cristo
para
participar de su resurrección.
Por
Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Por la
señal de la Santa Cruz +
De nuestros enemigos +
Líbranos Señor, Dios nuestro +
En el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo +
Amén
Acto de
contrición:
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Tú quien eres y porque te amo sobre
todas las cosas, a mí me pesa Señor, pésame en el alma y en todo mi corazón el
haberte ofendido. Yo creo y propongo firmemente la enmienda de nunca más pecar,
de apartarme de las ocasiones, de cumplir la penitencia que me fuera impuesta
por mis pecados. Te ofrezco Señor mi vida, obras y trabajos en satisfacción de
todos mis pecados. Así como te suplico, así confío en tu misericordia infinita
que me perdonarás y me darás luz y gracia para enmendarme y perseverar en tu
santo servicio hasta el último instante y fin de mi vida amén.
Lecturas bíblicas:
Entonces Jesús le dijo: Mujer, grande es tu fe: que te
suceda como deseas. (Mt, 15,28).
Pues han sido salvado por la gracia mediante la fe; y
esto no viene de ustedes, sino que es don de Dios. (Ef
2,8)
Jesús les dijo: ¿por qué están con miedo, hombres de poca
fe? Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran
bonanza. (Mt 8,26).
b. La fe guía
segura y clarificadora
Por
lo que se refiere a la eficacia de la fe en la práctica de la vida cristiana,
el P. Pío reclama nuestra atención principalmente acerca de dos puntos
trascendentales para avanzar por los caminos de la propia santificación.
Ante
todo el alma guiada por el espíritu de fe sabe que se sirve de un arma,
garantía de la victoria: <<Y esta es la victoria que vence al mundo,
vuestra fe >> (1 Jn 5,4). En las batallas del espíritu no cuentan
preferentemente los medios naturales y humanos, que son de una eficacia
limitada, sino más bien los medios sobrenaturales y trascendentes; se actúa en
Dios y con Dios, que ha empeñado su palabra. Y es lo que el alma nunca debe
olvidar:
- <<Tengan calma y reaviven su fe,
su confianza en Dios. Sean humildes y sumisas a la voluntad divina y nada
podrá hacer daño a su espíritu >> (30-10-1915, III, 149.
- <<Sí, hija mía, no te desanimes
si el estado de prueba va siempre “in crescendo”. Tú cree y pon tu corazón
en alto, y puedes estar segura, de que no hay temor de pérdida >>
(22-10-1916, III, 400).
- <<Reaviva
siempre tu fe y nunca la abandones, que ella no abandona jamás al hombre,
y mucho menos al alma que con vehemencia desea amar a Dios >>
(28-21915, II, 361)
- <<¡Arriba, arriba los corazones!
Ascendamos hasta el trono de Dios; aquí no se combate con la fuerza del
cuerpo, sino con la virtud del alma; aquí se alza a la victoria no con
armas de acero, sino con la oración; aquí la fe mantiene hasta el fin de
la prueba […]. Avivemos nuestra fe y tengamos presente la estrepitosa
victoria registrada en las páginas sagradas >> (14-10-1915, II,
517).
Además quien vive de la fe aprende a contemplarlo todo según
el talante de la visión de Dios; descubre el modo de regularse en conformidad
con los principios evangélicos y por tanto todo lo juzga, personas, cosas y los
acontecimientos, las realidades contingentes y transitorias a través de una
óptica sobrenatural. Y así la fe es la guía segura para pensar y hablar, para
amar y actuar.
c. Propagación de
la fe
Finalmente la fe es un don gratuito y de tales
dimensiones que obliga a que el alma lo agradezca siempre al Divino Bienhechor;
sobre todo considerándose privilegiada frente a tantos otros que no han sido
iluminados por esta luz extraordinaria y no han podido gozar de su claridad.
El
alma no quiere y no puede gozar sola de este don. Por ello con espíritu
misionero quiere contribuir a propagar este reino de fe, sirviéndose de la
conocida trilogía: oración, sacrificio, testimonio: con las palabras, con las
plegarias, con las ofrendas. Y de modo particular con los sacerdotes heraldos
del evangelio y con todos aquellos que en la Iglesia tienen el compromiso de propagar
y defender la fe.
- <<Agradece sin descanso la
liberalidad de un tan buen Padre y suplícale que acreciente siempre cada
vez más en tu corazón la santa caridad. No todos somos llamados por Dios a
salvar las almas y a propagar su gloria mediante el apostolado de la
predicación; y se debe saber que no es éste el único medio para alcanzar
estos dos grandes ideales. El alma puede propagar la gloria de Dios y
trabajar por la salvación de las almas mediante una vida verdaderamente
cristiana, rogando incesantemente al Señor “que venga su reino”, que su
santísimo nombre “sea santificado”, que “no permita la tentación” que “nos
libre del mal”.
Esto
es lo que también vosotras debéis hacer, ofreciéndoos totalmente y
continuamente a vosotras mismas al Señor con este fin. Rogad por los pérfidos,
rogad por los tibios, rogad por los fervorosos, pero de modo especial rogad por
el Sumo Pontífice, por todas las necesidades espirituales y temporales de la
Iglesia, nuestra tierna Madre; y una oración especial por todos aquellos que
trabajan por la salvación de las almas y por la gloria de Dios en las misiones
entre los infieles e incrédulos.
De
nuevo vuelo a exhortarte a que te consagres pro entero y también a todas
aquellas almas a las cuales puedas inducirles a esta empresa salvadora, con la
seguridad de que este es el más excelente apostolado que un alma puede
realizar en la Iglesia de Dios >>
(11-4-1914, II, 70-71).
- <<Agradece a Dios cien veces al día el haber
llegado a ser hija de la Iglesia, a ejemplo de tantos santos hermanos
nuestros, que nos han precedido en esta nuestra peregrinación. Ten gran
compasión de todos los pastores, predicadores y directores de almas,
esparcidos por toda la tierra, porque no hay en el mundo provincia donde
no los haya. Ruega a Dios por ellos, a fin de que salvándose a sí mismos,
procuren fructuosamente la salvación de almas >> (27-1-1918, III,
707, cfr 839)
En conformidad con estos principios animaba y estimulaba
a sus hijas espirituales a comprometerse en obras externas de apostolado a fin
de que todos los cristianos llegaran a conocer y apreciar los tesoros de la fe
profesada en el santo bautismo.
- <<En relación con lo que me dices
respecto a enseñar a esas niñas el catecismo, no tengo nada que oponer.
Tienes, por tanto mi aprobación y bendición>> (8-11-1916, III, 457).
- <<Bendigo de todo corazón la obra
de catequizar a los niños, que son las flores predilectas de Jesús.
Bendigo también la obra de las celadoras de las obras misioneras>>
(10-3-1923, III, 457).
- <<Apruebo el que tú colabores en
ganar almas para Jesús, enseñándoles el modo de agradarle>>
(15-6-1923, III, 459).
PARA REVISAR
NUESTRA VIDA
¿Amo a Dios sobre todas las cosas?
¿Me abro a su gracia santificante?
¿Practico mi Fe a la hora de tomar decisiones?
¿Soy misionero propagador de la Fe?
¿Doy testimonio de Fe con mis palabras y con
mis obras?
Para orar:
Señor Dios nuestro
Padre de
misericordia y Dios de todo consuelo
Concédenos la luz
del Espíritu Santo
Para creer, amar y
dar a conocer
A tu Santísimo
Hijo.
Tú que vives y
reinas,
Por los siglos de
los siglos. Amén.
1. ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: «En verdad les digo, pidan y recibirán, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá». He aquí que confiado en tu Palabra divina, llamo, busco, y te pido la gracia...Padre Nuestro, Ave María y Gloria… Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
2. ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: «En verdad le digo, todo lo que pidan a mi Padre en mi Nombre, Él se los concederá». He aquí que, confiado en tu Palabra divina, pido al eterno Padre, en tu nombre, la gracia... Padre Nuestro, Ave María y Gloria… Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
3. ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: «En verdad les digo, los cielo y la tierra pasarán, más mis palabras no pasarán». He aquí que, confiado en la infalibilidad de tu Palabra divina, te pido la gracia... Padre Nuestro, Ave María y Gloria… Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
Oh Sagrado Corazón de Jesús, infinitamente compasivo con los desamparados, ten piedad de nosotros, pobres pecadores, y concédenos las gracias que te pedimos por medio del inmaculado Corazón de María, nuestra tierna Madre.
San José, padre adoptivo de Jesús ruega por nosotros.
Querido y Amado
Padre Pío de Pietrelcina; Tú que tanto
amaste y nos enseñaste a amar y a confiar en nuestro Santo Ángel Custodio; Él que te sirvió de
compañía, de guía, de defensor y de mensajero; enséñanos a vivir nuestra fe y a
confiar plenamente en Dios. Ayúdanos a tener siempre en nuestra mente y en
nuestro corazón la presencia siempre actual de este protector nuestro, para que
podamos abandonarnos plenamente a sus inspiraciones y a su divina protección.
Tú Padre Pío eres ejemplo de esta relación personal y confianza filial con el
Ángel custodio. Tú fuiste siempre escuchado, asistido y ayudado por Él. El
Ángel Custodio llevó los ruegos de tus hijos espirituales a Dios, también te
asistió en los momentos de dificultad y ataques del maligno, y se dignó
servirte de mensajero, ayúdanos a crecer en la fe e intercede ante Dios para que también nosotros aprendamos a
relacionarnos con él de manera personal, que podamos hablar con nuestro Ángel
de la Guarda, para que en todo momento sepamos ser fieles a sus inspiraciones y
obedecerle, pues es la luz viva de Dios que nos evita la desgracia de caer en
pecado. Nuestro Ángel siempre está listo a señalarnos el camino del bien y a
disuadirnos de hacer el mal.
Oración
final:
Oh Dios
que a san Pío de Pietrelcina
Sacerdote
Capuchino
le has
concedido el insigne privilegio
de
participar de modo admirable
en la
pasión de tu Hijo,
concédenos
por su intercesión,
identificarnos
en la muerte de Cristo
para
participar de su resurrección.
Por
Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
EL
YELMO DE LA ESPERANZA
Por
la señal de la
Santa Cruz +
De nuestros enemigos +
Líbranos Señor, Dios nuestro +
En el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo +
Amén
Acto de contrición:
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Tú quién eres y porque te amo sobre
todas las cosas, a mí me pesa Señor, pésame en el alma y en todo mi corazón el
haberte ofendido. Yo creo y propongo firmemente la enmienda de nunca más pecar,
de apartarme de las ocasiones, de cumplir la penitencia que me fuera impuesta
por mis pecados. Te ofrezco Señor mi vida, obras y trabajos en satisfacción de
todos mis pecados. Así como te suplico, así confío en tu misericordia infinita
que me perdonarás y me darás luz y gracia para enmendarme y perseverar en tu
santo servicio hasta el último instante y fin de mi vida amén.
Lecturas
Bíblicas: (1 Tes 5,8. Salm 33,30-12. Rom 5,5)
Pero nosotros, que somos del día, debemos vivir con
sobriedad, cubiertos con la coraza de la fe y del amor, y con el yelmo de la
esperanza en la salvación. (1 Tes 5,8)
Nuestra alma en DIOS espera, él es nuestro socorro y
nuestro escudo; que en él se alegra nuestro corazón, y en su santo nombre
confiamos. Sea tu amor, YAVÉ, sobre nosotros, como está en ti nuestra
esperanza. (Sal 33,20-22).
Y la esperanza no falta porque el amor de Dios ha sido
derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado (Rom 5,5)
La
esperanza es la virtud del exilio y el cristiano es el hombre de la esperanza.
Esta es una doctrina aprendida y practicada en la “escuela de la cruz”, en
la cual se respira una atmósfera de profunda serenidad, de alegría íntima, de
certeza segura y de un optimismo iluminador. El P. Pío que de “esta
escuela del dolor y del sacrificio” fue primero un aventajado discípulo
y después un excelente y admirado maestro, llegó a ser muy pronto un convencido
pregonero de esta virtud teologal; enseñó a vivir “alegres en la esperanza”
(Rom 12,2); supo descubrir y comunicar los tesoros escondidos en esta virtud
cristiana y fue un consolador de las almas afligidas, infundiendo en ellas
confianza y seguridad, dilatando los corazones y despejando las sombras del
espíritu.
a). Actitud y
fundamento de este mensaje
El
mundo actual, al cual podemos denominar como la sociedad del bienestar, del
consumismo y del hedonismo, de la cultura de la muerte, tiene una gran necesidad de este optimista
mensaje de la esperanza, porque a pesar de todas las apariencias seductoras es
tremendamente triste y angustioso, caótico y carente de todo sentido profundo
lo que el mundo ofrece. Y, por desgracia, ni siquiera los cristianos respiran el
aire confortante de la santa esperanza. Y ciertamente la esperanza se presenta
como una ventana siempre abierta, por la cual penetran luz y fuerza, ayuda y
consuelo, optimismo y firmeza, cosas tanto más necesarias cuanto que, por los
misteriosos designios divinos, todos
debemos hacer el doloroso
peregrinaje terreno, caminando a tientas hacia las verdades más fundamentales
expuestos a pruebas de toda clase, a conflictos, a dolores, a sufrimientos, y a
tantos males causados por el pecado y la soberbia del ser humano.
El
P. Pío, sabio y experto director de espíritu, conoce a fondo la necesidad, la
urgencia de la vivencia de esta virtud teologal y su sorprendente valor
psicológico. La doctrina de la esperanza
ocupa un puesto de primer plano en su magisterio. El estado particular de
muchas almas a él confiadas le obligaba a detenerse en todos los aspectos del
tema.
b). Abrir el
corazón a la esperanza
El
alma comprometida seriamente en el seguimiento de Cristo, para llegar a la
perfección cristiana debe recorrer el arduo camino con un corazón abierto y
generoso siempre en tensión hacia el único fin, que un día podrá satisfacer en
plenitud todas las legítimas aspiraciones. Por ello el P. Pío aconseja,
propone, inculca, sin jamás cansarse, la esperanza que hace confiar en Dios y
desconfiar en uno mismo.
Cada
uno debe persuadirse de que la esperanza es una virtud infusa e inseparable de
la vida del bautizado.
- <<Sí, el cristiano en el bautismo
resucita en Jesús, es elevado a una vida sobrenatural, adquiere la bella
esperanza de sentarse un día glorioso en el trono celestial. ¡Qué
dignidad! Su vocación requiere una aspiración continua a la patria de los
bienaventurados, considerándose como peregrino en esta tierra de exilio;
la vocación de cristiano, digo, exige que no se ponga el corazón en las
cosas de este bajo mundo: todo el cuidado, todo deseo del buen cristiano,
que vive según su vocación, debe dirigirse a procurarse los bienes
eternos; debe formarse un juicio tal de las cosas de aquí abajo, que pueda
hacer estimar, apreciar sólo aquello que ayude al conseguimiento de los
bienes eternos, y a tener por viles aquellas cosas que no ayuden a tal
fin>> (16-11-1914, II, 229).
Es
imposible el reseñar todas las expresiones, de que se sirve para impulsar a las
almas a esperar y a poner siempre su confianza en Dios en su ayuda. Entre las
más expresivas destacamos las siguientes:
- <<Es preciso, pues, afianzarse en
una esperanza. Ascendamos, ascendamos, sin cansarnos jamás, a la celeste
visión del Salvador, alejémonos poco a poco de los afectos terrenos,
despojémonos del hombre viejo y aspiremos a la felicidad, que nos está
preparada>> (31-10-1916, III- 406).
c). Elementos
constitutivos
No
hay duda de que la esperanza teologal se apoya en sólidos y válidos fundamentos
y no es difícil descubrir sus elementos constitutivos. El alma debe
ardientemente desear e intensamente amar a Dios, como a su único y sumo Bien.
Supuesta nuestra humana naturaleza, este amor y este deseo no excluyen la que
puede interesar útilmente a la persona, como serían los bienes temporales, la
salud, los medios idóneos para alcanzar el fin. Por ello cuentan la confianza y
el descanso en la bondad de Dios, en su omnipotencia y en su misericordia.
Porque Dios es sumamente bueno, no negará lo que conviene y porque es poderoso
en todo, encontrará siempre la manera de superar todas las dificultades y de
remover todos los obstáculos. Esta constatación debe originar en el alma una
confianza filial que honra a Dios y hace que el hombre desconfíe siempre de sus
fuerzas, a la par que hace desaparecer vigorosamente dudas, incertidumbres y
temores.
- <<Ten confianza ilimitada en la
bondad divina, que la victoria será segurísima. ¿No es él nuestro Dios
interesado más que nosotros mismos de nuestra salvación? ¿No es él más
fuerte que el mismo infierno? ¿Quién podrá resistir y vencer al monarca de
los cielos? ¿Qué son el mundo, el demonio y la carne, todos nuestros
enemigos delante del Señor? >> (25-4-1914, II, 79).
- <<No te abandones a ti misma,
cuando arrecia la tempestad; pon toda tu confianza en el corazón del
dulcísimo Jesús>> (28-2-1915, II, 361).
- <<Confianza ilimitada en Dios,
aun cuando la desventura y las asechanzas del enemigo nos molesten. Quien
en Dios se abandona, y en él confía nunca será confundido>> (
30-3-1915, II, 383).
- <<En medio de las tribulaciones,
que pueden afligirte; pon toda solicitud en nuestro Bien, sabiendo que él
cuida de nosotros más que una madre
de su hijo>> ( 26-11-1914, II, 246).
La
esperanza no es una virtud estática, pasiva, sino activa y dinámica. Comporta
un dinamismo de fecunda actividad santificadora; impulsa, es verdad, a confiar
siempre en el auxilio divino, pero sin descuidar ni minusvalorar la aportación
humana. De hecho si algo hemos de destacar aquí es precisamente eso: la gran apertura
sin límites ni restricciones del P. Pío a la gracia de Dios. Debido a esta
disponibilidad incondicional, Dios pudo
hacer obras grandes y maravillosas en este humilde fraile. De hecho esto lo
descubrimos muy claramente en Él, esperó contra toda esperanza y permaneció en
la más transparente y verdadera humildad.
- <<No temas, insisto, más bien
confía en la divina misericordia, humíllate ante la piedad de nuestro buen
Dios y agradécele todos los favores que quiere concederte y que ya te ha
concedido hasta el presente.>> (27-4-1917, III, 736).
- <<Trabaja que será grande la
recompensa que Jesús te reserva allá arriba>> (5-2-1923, III, 802).
PARA REVISAR
NUESTRA VIDA
¿Qué significa para
mí tener esperanza?
¿En quién y en qué
tengo puesta mi esperanza?
¿Soy motivo de
esperanza para los que me rodean?
¿Comparto mi
esperanza en mi casa, en la sociedad?
¿Soy motivo de
esperanza para los que se acercan a mí?
Para Orar:
Señor Jesucristo
Camino verdad y
vida
Aviva en nosotros
el deseo de contemplar siempre tu rostro
En los más pobres y
necesitado.
Mantén en mí
siempre la alegre esperanza
De encontrarme un
día contigo en la vida eterna,
Tú que vives y
reinas con el Padre
En comunión con el
Espíritu santo
Y eres Dios por los
siglos de los siglos. Amén.
1. ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: «En verdad les digo, pidan y recibirán, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá». He aquí que confiado en tu Palabra divina, llamo, busco, y te pido la gracia...Padre Nuestro, Ave María y Gloria… Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
2. ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: «En verdad le digo, todo lo que pidan a mi Padre en mi Nombre, Él se los concederá». He aquí que, confiado en tu Palabra divina, pido al eterno Padre, en tu nombre, la gracia... Padre Nuestro, Ave María y Gloria… Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
3. ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: «En verdad les digo, los cielo y la tierra pasarán, más mis palabras no pasarán». He aquí que, confiado en la infalibilidad de tu Palabra divina, te pido la gracia... Padre Nuestro, Ave María y Gloria… Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
Oh Sagrado Corazón de Jesús, infinitamente compasivo con los desamparados, ten piedad de nosotros, pobres pecadores, y concédenos las gracias que te pedimos por medio del inmaculado Corazón de María, nuestra tierna Madre.
San José, padre adoptivo de Jesús ruega por nosotros.
Querido y Amado
Padre Pío de Pietrelcina. Tú que tanto
amaste e intercediste y te ofreciste como víctima por la salvación de las
almas, también por las que estaban en el purgatorio, haciéndonos caer en la
cuenta de que Tú les esperarías a la entrada del Paraíso para introducirles en
el Reino Celestial, y, nos enseñaste a orar con esperanza y confianza y sin
desfallecer y a amar a las Almas del Purgatorio; Ruega a Dios Nuestro Señor,
para que ponga en nuestros corazones sentimientos de expiación, de compasión y
amor por estas almas. Haz que también nosotros seamos personas de esperanza y
podamos ayudar a las Almas del Purgatorio y reduzcamos su tiempo de dolor, de
angustia de destierro y de gran
aflicción para que pronto puedan estar con nuestro Padre Dios, por los méritos
de la Vida, Pasión, Crucifixión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor
Jesucristo. Que ganemos para Ellas, con sacrificios, oración y plena confianza
el descanso eterno de sus almas.
Oración
final:
Oh Dios
que a san Pío de Pietrelcina
Sacerdote
Capuchino le has concedido el insigne privilegio
de
participar de modo admirable en la pasión de tu Hijo,
concédenos
por su intercesión,
identificaros
en la muerte de Cristo
para
participar de su resurrección.
LA ESPERANZA EN LA VIDA ETERNA
Por
la señal de la
Santa Cruz +
De nuestros enemigos +
Líbranos Señor, Dios nuestro +
En el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo +
Amén
Acto de contrición:
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Tú quién eres y porque te amo sobre
todas las cosas, a mí me pesa Señor, pésame en el alma y en todo mi corazón el
haberte ofendido. Yo creo y propongo firmemente la enmienda de nunca más pecar,
de apartarme de las ocasiones, de cumplir la penitencia que me fuera impuesta
por mis pecados. Te ofrezco Señor mi vida, obras y trabajos en satisfacción de
todos mis pecados. Así como te suplico, así confío en tu misericordia infinita que
me perdonarás y me darás luz y gracia para enmendarme y perseverar en tu santo
servicio hasta el último instante y fin de mi vida amén.
Lectura Bíblica: 2
Cor 4,16-18
Por eso no nos desanimamos; al
contrario, aunque nuestra condición física se vaya deteriorando, nuestro ser
interior se renueva de día en día. Porque momentáneos y leves son los
sufrimientos que, a cambio, nos preparan un caudal eterno e insuperable de
gloria; a nosotros que hemos puesto la esperanza, no en las cosas que se ven,
sino en las que no se ven, pues las cosas que se ven son temporales, pero las
que no se ven son eternas.
d).Motivaciones
Las
razones más profundas y más válidas de la esperanza se deducen de los
fundamentos y elementos, de los que hicimos mención ayer, y son los que más
eficazmente mueven a la voluntad a poner en juego los medios sobrenaturales.
Las afirmaciones del Padre Pío son claras y sencillas para poder disipar las
dificultades, eliminar los obstáculos y serenar el ánimo. A la luz de estas
verdades fundamentales guía con seguridad a las almas en la búsqueda del Sumo
Bien y en la práctica de esta virtud.
Como
es obvio, frecuentemente insiste en la inmensa bondad del Padre celestial con
las personas y, en la misericordia con los pecadores, al mismo tiempo que en su
fidelidad en mantener las promesas. Todo esto se comprueba con la experiencia
personal: jamás nos ha abandonado en el pasado y ello es ya una garantía de que
tampoco seremos abandonados en el porvenir, si correspondemos a su bondad y
fidelidad. Tenemos la garantía del “piloto”
Jesús y de la “estrella” María.
- <<Consuélate, pues, en el Señor,
ya que tu espíritu ha escogido a Dios como su porción: Jesús está contigo,
te ha ayudado hasta ahora; no puede, no quiere abandonarte; perfeccionará
su obra>> (19-5-1915, III, 76).
- <<¿Cómo dudarlo? ¿No es él
nuestro Dios fiel más que los hombres para no permitir que seamos probados
sobre nuestras fuerzas? >> (6-8-1915, III, 92).
- <<Tenga la navecilla de tu
espíritu el áncora fuerte de la confianza en la bondad divina ten presente delate de los ojos del
espíritu esta promesa de Dios, que quien confía en él no será
confundido>> (27-8-1915, III, 95)
- <<No temas el que arrecien las
tempestades, porque la navecilla de tu espíritu jamás será hundida. Los
cielos y la tierra cambiarán, pero la palabra de Dios que nos asegura que
quien obedece cantará victoria, no cambiará, permanecerá siempre escrita
con caracteres imborrables en el libro de la vida: Yo subsistiré
siempre>> (8-9-1916, III, 247)
- <<A Dios debes recurrir en los
asaltos del enemigo, esperar en él y de él esperar todo bien>>
(2-3-1917, III, 414).
- <<El descanso está reservado para
el cielo, donde nos espera la palma del triunfo. En la tierra hay que
combatir siempre entre la esperanza y el temor pero de acuerdo con que la
esperanza sea cada vez más fuerte, teniendo siempre presente la
omnipotencia de quien nos socorre>> (11-6-1918, III, 736).
También
la consideración de la omnipotencia divina ocupa un puesto preeminente en la
pedagogía de la esperanza cristiana. El alma no olvida que Satanás ha sido
derrotado y que el poder de Dios en todo momento desbaratará a los enemigos y a
todas las fuerzas adversas que se opongan a la consecución del fin último.
Otro válido motivo para mantenernos siempre firmes en la
esperanza y no dudar por ninguna razón “de la realidad de las cosas esperadas”
(Hb 11,1) son los méritos de Jesucristo y su presencia en el alma. “Cristo
(Jesús) el que murió mejor aún, el resucitado, es también el que está a la
diestra de Dios, el que además aboga a favor nuestro” (Rom 8,34)
- <<Jesús consuele también tu
espíritu abatido en el mar tempestuoso; pero no temas, que no te hundirás;
la navecilla tendrá siempre por piloto a Jesús y por faro a María y por
tanto no hay por qué temer>> (8-10-1915, II, 509)-
- <<Sigamos a Jesús por el camino
del dolor, mantengamos siempre fija nuestra mirada en la Jerusalén
celestial y todas las dificultades que obstaculicen nuestro viaje hasta
llegar allí, serán superadas felizmente>> (14-10-1915, II, 51).
- <<¿Quién les ha sostenido hasta
ahora en los sufrimientos corporales y espirituales? Ha sido Jesús. El ha
estado con ustedes, él les ha amado. Y continuará siempre con ustedes, y
continuará amándoles. Deberá completar la obra comenzada en
ustedes>> (11-4-1915, III, 148).
- <<No, no teman. Caminan por el
mar entre los vientos y las olas; pero recuerden que están con Jesús. ¿Quién puede temer?
Pero si el temor les sorprende, griten fuerte: ¡Señor, sálvame! Él
extenderá su mano, agárrenla fuertemente, y caminen con alegría>>
(8-3-1918, III, 580).
La
transitoriedad de los bienes terrenos y contingentes frente a los bienes
futuros, a los que aspira la esperanza, son un motivo que impulsa y orienta el
ejercicio de esta virtud. Con alguna frecuencia lo recuerda el P. Pío. Breve es
el dolor, eterno el gozo, y es precisamente a esta imperecedera bienaventuranza
a la cual el hombre debe levarse con la esperanza.
- <<¡Cuánto es amable la eternidad
del cielo, y cuán miserables los momentos de la tierra! Aspira
continuamente a la primera y desprecia audazmente la comodidad y los
momentos de esta mortalidad>> (28-12-1917, III, 701).
- <<Esta vida es breve, el premio
de lo que se hace en el ejercicio de la cruz es eterno>> (5-11-1917,
III, 926).
- <<¡Oh! qué pesada para los hijos de Dios esta vida
mortal, pero la vida del más allá, y
que la misericordia del Señor se complace en ofrecernos, ¡cuán
deseable es, oh Dios! Ciertamente no debemos desconfiar de entrar un día
en posesión de esa vida del más allá, aun cuando seamos tan miserables, y
si no lo somos más, ello es debido a que Dios es misericordioso con
aquéllos que en él han puesto su esperanza>> (8-3-1918, III, 578).
Frente
a las alegres y bien motivadas perspectivas de la esperanza, el alma no
retrocede en el camino emprendido; no teme; nada le turba. Todo lo contrario,
con renovado esfuerzo vuela cada vez más alto hacia el objeto deseado y amado.
El P. Pío emplea toda una gama de vocablos para indicar este objeto y sugerir
todos los aspectos aptos para comprenderlos mejor: la recompensa eterna, la
corona de la gloria, la Jerusalén celeste, la posesión y la visión de Dios, el
paraíso, etcétera.
- <<Tengamos siempre presente que
esta tierra es un lugar de lucha y que en el paraíso se recibirá la
corona; que éste es un lugar de prueba y allá arriba se recibirá el
premio, que estamos aquí en el destierro y nuestra patria verdadera es el
cielo, al cual es preciso aspirar continuamente. Habitemos, por tanto, con
fe viva, con firme esperanza y con ardiente caridad en el cielo, con
vivísimo deseo mientras somos viadores para poder un día, cuándo a Dios le
plazca, habitar personalmente>> (24-6-1915, II, 453).
- <<¡Ánimo! Soportemos también
nosotros la hora de la prueba y esperemos el día en que podremos unirnos
en la patria de los bienaventurados delante de Jesús>> (30-10-1916,
III, 479).
- <<Agradece al Señor, si al final
de esta vida te dispone a pregustar la visión en la que, no viéndose nada,
se ve todo>> (11-12-1916, III, 479).
- <<¡Ánimo! un poco todavía, la
recompensa está cerca>> (4-6-1918, III, 862).
PARA REVISAR
NUESTRA VIDA
¿Tengo mi esperanza
puesta en la vida eterna?
¿Qué significa para
mí la vida eterna?
¿Lucho y trabajo
por vivir eternamente en la presencia de Dios?
¿Cómo vivo ante los
demás mi deseo de vivir eternamente en el cielo?
Para orar:
Señor Jesucristo
Camino verdad y
vida
Aviva en nosotros
el deseo de contemplar siempre tu rostro
En los más pobres y
necesitado.
Mantén en mí
siempre la alegre esperanza
De encontrarme un
día contigo en la vida eterna,
Tú que vives y
reinas con el Padre
En comunión con el
Espíritu santo
Y eres Dios por los
siglos de los siglos. Amén.
1. ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: «En verdad les digo, pidan y recibirán, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá». He aquí que confiado en tu Palabra divina, llamo, busco, y te pido la gracia...Padre Nuestro, Ave María y Gloria… Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
2. ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: «En verdad le digo, todo lo que pidan a mi Padre en mi Nombre, Él se los concederá». He aquí que, confiado en tu Palabra divina, pido al eterno Padre, en tu nombre, la gracia... Padre Nuestro, Ave María y Gloria… Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
3. ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: «En verdad les digo, los cielo y la tierra pasarán, más mis palabras no pasarán». He aquí que, confiado en la infalibilidad de tu Palabra divina, te pido la gracia... Padre Nuestro, Ave María y Gloria… Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
Oh Sagrado Corazón de Jesús, infinitamente compasivo con los desamparados, ten piedad de nosotros, pobres pecadores, y concédenos las gracias que te pedimos por medio del inmaculado Corazón de María, nuestra tierna Madre.
San José,
padre adoptivo de Jesús ruega por nosotros.
Querido y Amado Padre Pío de Pietrelcina. Tú, que a ejemplo de
Jesucristo fuiste obediente hasta la muerte, viviendo en este mundo como un
crucificado sin cruz y te has caracterizado por el amor a Dios y a los
hermanos, identificándote con los que más sufren en este mundo, viendo en los
enfermos a Cristo y enseñándonos que en el enfermo pobre está dos veces Cristo,
por eso te has ofrecido también como víctima por ellos, amándolos y
sirviéndolos hasta el extremo para aliviar sus sufrimientos; amándoles sin
reservas, incluso más que a ti mismo
porque en ellos vistes a Jesucristo sufriente. Tú, que en el nombre de Dios has
realizado milagros de sanación en el cuerpo, en el alma, y en la mente, en el
presente, en el pasado y en el futuro de las personas que estaban cerca y lejos
de Ti, devolviendo esperanza de vida y renovación del espíritu, y en la
integridad total de las personas les has devuelto su dignidad de hijos de Dios.
Ruega a Dios para que todos los enfermos de cuerpo y de espíritu, por
intercesión de María Santísima, puedan experimentar tu paternal ayuda y a través de la sanación de su cuerpo
y de su alma puedan encontrar y alcanzar
los beneficios corporales y espirituales que tanto anhelan y,
liberados de sus angustias y dolores puedan agradecer para siempre a
Dios del don magnífico de la vida, respetando y cuidando siempre su cuerpo como
Templo del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, para que todos al final
podamos gozar eternamente de tu presencia en el cielo. Amén!
Oración
final:
Oh Dios
que a san Pío de Pietrelcina
Sacerdote
Capuchino le has concedido el insigne privilegio
de
participar de modo admirable en la pasión de tu Hijo,
concédenos
por su intercesión,
identificaros
en la muerte de Cristo
para
participar de su resurrección.
Septimo día
LA CARIDAD MANANTIAL DE SANTIDAD Y DE GENEROSIDAD
7-9
Por la
señal de la Santa Cruz +
De
nuestros enemigos +
Líbranos
Señor, Dios nuestro +
En el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo + Amén
Acto de contrición:
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Tú quién eres y porque te amo sobre
todas las cosas, a mí me pesa Señor, pésame en el alma y en todo mi corazón el
haberte ofendido. Yo creo y propongo firmemente la enmienda de nunca más pecar,
de apartarme de las ocasiones, de cumplir la penitencia que me fuera impuesta
por mis pecados. Te ofrezco Señor mi vida, obras y trabajos en satisfacción de
todos mis pecados. Así como te suplico, así confío en tu misericordia infinita
que me perdonarás y me darás luz y gracia para enmendarme y perseverar en tu
santo servicio hasta el último instante y fin de mi vida amén.
Lectura Bíblica: (Juan 13, 34; 1 de Juan 3,23;
Romanos 13,9-10)
Les doy un
mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Que como yo los he amado,
así se amen también ustedes, los unos a los otros. (Jn 13,34).
Y hemos recibido
del Él este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano. (I Jn 3,23).
En efecto, lo de:
No adulterarás, no matarás, no robarás no codiciarás y todos lo demás
preceptos, se resumen en esta fórmula: amarás a tu prójimo como a ti mismo. La
caridad no hace mal al prójimo; la caridad es, por tanto, la ley en su
plenitud. (Rom
13, 9-10).
La Caridad es la fuente de agua siempre
fresca. En ella y a través de ella podemos beber del Amor de Dios y compartir
este amor por medio de los signos de caridad que realicemos con nuestros
hermanos que más lo necesiten.
Se trata del anhelo supremo de Dios, por eso
“Él nos amó primero” aún sin merecerlo, por pura gracia y porque para eso nos
ha creado, para amarnos eternamente. Dios es Amor, dejémonos amar por Él y
amemos como Él.
Sin duda alguna que la virtud de la caridad
teologal es la más excelente de las virtudes, la más unitiva y transformante.
Une, da vigor y fuerza sobrenatural a las demás virtudes cristianas y sin ella
ninguna podrá ser perfecta. Es la raíz, el origen y el vértice de la santidad.
Si llega a faltar la caridad, todo el edificio espiritual se viene abajo. Su
ausencia esteriliza todo compromiso para la propia santificación y todo esfuerzo
para el bien del prójimo. Precisamente porque la caridad constituye la esencia
de la perfección cristiana, es el parámetro más seguro, y la medida más exacta,
por no decir la única.
- —<<La
primera virtud, que necesita el alma que tiende a la perfección, es la
caridad […] con razón la caridad en la sagrada Escritura es llamada
vínculo de perfección>> (23-10-1914, II, 200).
- —<<Lo
que más está en el corazón de este gran santo [San Pablo] es la caridad, y
por ello, más que cualquier otra virtud, él vivamente la recomienda y
quiere que se conserve en todo su dinamismo y actividad, ya que es la
única virtud que constituye la perfección cristiana. Sobre todo –dice –
conserven, tengan la caridad, que es el vínculo de la perfección>>
(16-11-1914, II, 235).
- —<<Todo
puede carecer de mérito, cuando se ha hecho sin caridad, que es la reina
de las virtudes y que en sí las incluye todas. Por ello tengamos muy en
cuenta esta virtud, si queremos que el Padre celestial tenga misericordia
de nosotros. Amemos la caridad y practiquémosla; es la virtud que nos hace
hijos del mismo Padre que está en los cielos. Amemos y practiquemos la
caridad, ya que es el mandato del divino Maestro; nos distinguiremos de
los demás si amamos y practicamos la caridad. Amemos la caridad y evitemos
cualquier cosa que pudiera ensombrecerla. Sí, amemos, finalmente, la
caridad y tengamos siempre presente la enseñanza del Apóstol: todos
nosotros somos miembros de Cristo>> (16-11-1914, II, 234s).
- —<<Considérala
muy querida, más todavía que la pupila de tus ojos, porque era la más
querida del divino Maestro que solía llamarla mi mandamiento. ¡Oh!, sí,
tengamos en gran aprecio este precepto del divino Maestro y todas las
dificultades serán superadas.
Es tan bella la virtud de la
caridad, que el Hijo de Dios, para encenderla en nuestros pechos, quiso él
mismo descender del seno del Padre y hacerse semejante a nosotros para
enseñárnosla y facilitarnos, con medios que él nos ha dejado, la adquisición de
esta preclarísima virtud>> (30-3-1915, II, 383)
El
P. Pío estaba íntimamente persuadido, por la propia experiencia, de la
importancia fundamental y de la necesidad absoluta de esta <<preclarísima
virtud>>, no se cansaba de recomendarla, ya como condición esencial para
caminar con seguridad y avanzar progresivamente por el camino de la perfección
cristiana, o bien como meta única y aspiración del alma orientada a la
exigencia del seguimiento de Cristo. Como ejemplo tenemos los siguientes
testimonios que son exhortaciones a amar y a creer en el Amor.
- —<<El
espíritu humano, sin la llama del amor divino, puede descender hasta el
nivel de los animales, mientras, por el contrario, la caridad, el amor de
Dios lo eleva tan alto que puede alcanzar hasta el trono de Dios. Agradece
sin cansarte jamás la liberalidad de un tan buen Padre y ruégale que
acreciente siempre más la caridad en tu corazón.>> (11-4-1914,
II,70).
- <<Continúa y refuerza siempre en amar cada vez más
a Jesús y no te preocupes de saber otra cosa>> (21-6-1914, II, 120).
- —<<Que
ésta sea toda nuestra solicitud: amar a Dios y agradarle, sin otras
preocupaciones, sabiendo que Dios tendrá siempre cuidado de nosotros, más
de lo que se puede decir o imaginar>> (26-11-1914, II, 248).
- —<<Dios
te ama, y mucho; corresponde del mejor modo posible a su amor: el no desea
otra cosa; confía, espera, humíllate bajo las divinas operaciones y
ama>> (8-6-1915, II, 445).
Hermanos y hermanas
estamos ante el gran proyecto del Amor de Dios en nuestra vida. Un amor
ciertamente gratuito y gratificante. La caridad como don de Dios para ser fiel
a su proyecto y para amar y servir a nuestros hermanos debe cuestionarnos y
desinstalarnos siempre y en todo momento. Dios no se deja ganar en generosidad,
seamos generosos nosotros también, no por ser buenos, sino por estar abiertos a
la gracia de Dios que es el único bueno.
PARA REVISAR
NUESTRA VIDA:
- ¿Soy conciente de que Dios me ha amado
primero y a dado su vida por mí en Jesucristo?
- ¿Tengo siempre presente en mi mente y
en mi corazón el amor eterno que Dios me tiene?
- ¿De que manera agradezco a Dios el Don
de la Caridad en mi vida?
- ¿Verdaderamente amo a Dios sobre todas
las cosas?
- ¿Ejercito generosamente la Caridad con
mis hermanos?
- ¿Cómo manifiesto mi caridad para con
los que viven conmigo?
- ¿Cómo ejerzo la caridad para con los
que me buscan?
- ¿Soy capaz de irradiar el amor a Dios y
la caridad a mis hermanos o me avergüenzo de ello?
PARA
ORAR:
Señor
Jesucristo camino verdad y vida,
que has
hecho del amor a ti y a los hermanos
la
forma de perfección evangélica,
concédeme
un amor a Dios infinitamente generoso.
Una
caridad radical y solícita a mis hermanos
Y
fidelidad a tu proyecto de amor en mi vida,
y con
el fuego del tu espíritu santo
purifica
y santifica mi deseo de santidad
y de
entrega por la redención de la humanidad entera. Amén.
1. ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: «En verdad les digo, pidan y recibirán, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá». He aquí que confiado en tu Palabra divina, llamo, busco, y te pido la gracia...Padre Nuestro, Ave María y Gloria… Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
2. ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: «En verdad le digo, todo lo que pidan a mi Padre en mi Nombre, Él se los concederá». He aquí que, confiado en tu Palabra divina, pido al eterno Padre, en tu nombre, la gracia... Padre Nuestro, Ave María y Gloria… Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
3. ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: «En verdad les digo, los cielo y la tierra pasarán, más mis palabras no pasarán». He aquí que, confiado en la infalibilidad de tu Palabra divina, te pido la gracia... Padre Nuestro, Ave María y Gloria… Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
Oh Sagrado Corazón de Jesús, infinitamente compasivo con los desamparados, ten piedad de nosotros, pobres pecadores, y concédenos las gracias que te pedimos por medio del inmaculado Corazón de María, nuestra tierna Madre.
San José, padre adoptivo de Jesús ruega por nosotros.
Querido y
Amado Padre Pío de Pietrelcina. Tú que
te has ofrecido como víctima por la salvación de las almas y has realizado el
proyecto de salvación que Dios tiene para toda la humanidad a precio de la
preciosísima Sangre de Jesucristo y has ofrecido tus sufrimientos sin reservas
y sin descanso durante toda tu vida para arrancar a los pecadores de las
riendas de Satanás, manifestando así el amor tan grande por Dios y por los
Hermanos y que sentías que te devoraba. Ruega a Dios para que la humanidad
entera, que no cree, pueda reavivar en ella el don magnífico de la fe, que esta
generación que se ha caracterizado por el racionalismo estéril y que ha puesto
el nihilismo como su dios, experimente una primavera de conversión a Dios,
que tenga una gran, profunda y verdadera
fe y se conviertan al amor eterno de Dios que ha dado su vida por todos; que
podamos arrepentirnos en lo profundo de nuestro corazón y amemos a Dios sobre todas
las cosas y al prójimo como a nosotros mismos; que las personas con poca fe
mejoren su vida cristiana; y que los hombres justos continúen andando el camino
de la salvación, dando ejemplo de entrega generosa, de constante conversión y
frutos de verdadera santidad. te lo pedimos Dios nuestro por Jesucristo nuestro
Señor. Amén!
Oración
final:
Oh
Dios, que a san Pío de Pietrelcina,
Sacerdote
Capuchino
le has
concedido el insigne privilegio
de
participar, de modo admirable,
en la
pasión de tu Hijo:
concédenos,
por su intercesión,
identificarnos
en la muerte de Cristo
para
participar de su resurrección.
Por
Jesucristo Nuestro Señor. Amén
A JESÚS POR MARÍA 8-9
Por la
señal de la Santa Cruz +
De
nuestros enemigos +
Líbranos
Señor, Dios nuestro +
En el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo + Amén
Acto de contrición:
Señor
mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser
Tú quién eres y porque te amo sobre todas las cosas, a mí me pesa Señor, pésame
en el alma y en todo mi corazón el haberte ofendido. Yo creo y propongo
firmemente la enmienda de nunca más pecar, de apartarme de las ocasiones, de
cumplir la penitencia que me fuera impuesta por mis pecados. Te ofrezco Señor
mi vida, obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados. Así como te
suplico, así confío en tu misericordia infinita que me perdonarás y me darás
luz y gracia para enmendarme y perseverar en tu santo servicio hasta el último
instante y fin de mi vida amén.
Lecturas
Bíblicas:
Pues bien, el Señor mismo va a
darles una señal: He aquí que la doncella ha concebido y va a dar a luz un
hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel. (Is 7,14).
Entraron en la casa; vieron al
niño con su madre María y, postrándose, le adoraron; luego abrieron sus cofres
y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. (Mt
2,11).
Dice su Madre a los
sirvientes: “Hagan lo que Él les diga” (Jn 2,5)
Según
nos refieren los biógrafos y los múltiples testimonios de quienes conocieron a
nuestro Fraile, la devoción del P. Pío a la Santísima Virgen se remonta hasta
los primeros años de su vida. Lo mismo que otros fenómenos místicos, seguidos
por los ataques de Satanás, teniendo lugar a partir de los 5 años de edad.
Sin embargo,
hay que destacar que la devoción del P. Pío a María, su “Mammusia” (Mamita),
como cariñosamente le llamaba era algo más que una simple devoción. Es como el
pilar sólido y fundamental en el cual se encuentra sostenido todo el edificio
de “la gran misión que el Señor le había encomendado: ‘Santifícate y
santifica’”. Obviamente, la Virgen ocupa en la vida de San Pío el lugar que le
corresponde. Es decir, en primer lugar y sobre todas las cosas está Jesucristo.
Por eso precisamente acudía a Ella y se dejaba ayudar y socorrer por la Madre
que era la que concedía todas las gracias porque el Hijo no le podía negar
nada. Es “La Estrella segura que conduce al feliz puerto Jesucristo el Señor”.
Por eso María va a ocupar un lugar preeminente en la vida de San Pío. La
ternura, el cariño, la entrega, la confianza, el acudir constantemente a ella…
eran las características, entre otras las que el P. Pío nos enseña. “Amar a la
Virgen, hagan amar a la Virgen. Recen siempre el Rosario”.
La relación de
María con Jesús está expresada en los
augurios que el P. Pío dirige a sus hijos espirituales y en los saludos
cordiales en casi todas sus cartas. En ellos hay puntos de reflexión mariana y
motivos eficaces para honrar a la “Madre de Jesús y Madre Nuestra”.
·
—<<Jesús y María estén
siempre en tu corazón y en el de tu hermana y las haga santas>>
(15-8-1914, y 19-5-1914, II, 88, 153).
·
—<<Jesús y María estén
siempre con ustedes, les libren de las malas artes del espíritu impío y les
consuelen en todas sus aflicciones>> (29-9-1914, II, 174).
·
—<<Jesús y María les comunican la fuerza para luchar con nuevo
empuje contra las malas artes del espíritu malo>> (30-3-1915, II, 382).
·
—<<La Madre de Jesús y Madre
nuestra sonría siempre a tu espíritu alcanzándote de su divino Hijo toda clase
de carismas celestiales>> (11-5-1915, II, 414).
·
—<<Jesús y María estén
siempre en tu corazón y te hagan gustar siempre las dulzuras de la cruz>>
(15-3-1915, III, 61).
·
—<<Jesús y María estén
siempre en su corazón y los hagan siempre crecer en la hermosa virtud de la
caridad que es el vínculo de la perfección cristiana>> (8-3-1915, III,
61).
·
—<<Jesús y la Virgen
santísima los hagan dignos de la gloria eterna>> (11-12-1915, III, 549).
·
—<<En todo te asista Jesús y
María >> (7-6-1921, III, 790).
·
—<<Jesús y María reinen
siempre soberanos en tu corazón y en tu familia y hagan de ti una verdadera
hija del seráfico padre san Francisco y
un santo modelo de una madre cristiana>> (18-1-1922, III, 1081).
Es necesario destacar
que el Padre Pío de la misma manera que, cuando hablaba del amor a Jesús,
afirmaba que nos debería llevar a imitar su vida, también decía que la
verdadera y auténtica devoción a María consistía en seguir el camino que ella
había recorrido por amor a su Hijo.
·
—<<Tengo fe vivísima de que
el Señor no me negará la gracia que incesantemente le pido. La espero por las
manos de nuestra Madre celestial, cuya asunción celebra hoy toda la
Iglesia>> (15-8-1914, II, 157).
·
—<<Ahora les aconsejo una
plegaria: en este hermoso mes consagrado a la Madre celestial no se olviden de
rogar a esta tan querida Madre y con más fervor, que quiera alcanzarme de su
Hijo una gracia tan necesaria para mi alma>> (19-5-1915, III, 76)
·
—<<Encomiéndense a la
intercesión de la santísima Virgen y a toda la corte celestial, que les ayude a
meditar bien y a mantenerse lejos de toda distracción o tentación… Hecho todo
esto, ofrezcan todo a Dios juntamente con los méritos de Jesús y de su Madre y
Madre nuestra. Hagan la ofrenda por las manos de María del ángel custodio, de
san José, etcétera >> (16-9-1916, III, 250).
·
—<<Encomiéndame al Señor y a
la Virgen su Madre, porque me encuentro en una extrema necesidad… Pide también
a Jesús y a su Madre y Madre nuestra la gracia de que cuanto antes me vea libre
de la milicia>> (27-1-1918, III, 708).
·
—<<La Madre de Jesús y
también nuestra continúe alcanzándoos la fuerza necesaria para combatir y
vencer en las luchas dispuestas por Dios para ventaja nuestra>>
(14-7-1915, II, 462).
·
—<<María santísima te sonría
en todos los acontecimientos de tu vida y supla abundantemente la falta de la
madre terrena>> (15-7-1915, III, 82).
·
—<<Finalmente recordamos la
bella imagen del “piloto” y de la “estrella” con que el P. Pío se complacía en
representar la asociación de Jesús y María en conducir las almas a través de
las ondas del mar tempestuoso del mundo hasta llegar felizmente al deseado
puerto de la salvación>> (11, 364, 373, 509; III, 55)
Finalmente
no olvidemos que el P. Pío es “El fraile del rosario”. Se mereció este título
porque constantemente estaba elevando a su plegaria a Dios a través de la Madre
por medio del rezo constante del Santo Rosario.
PARA
EVALUAR NUESTRA VIDA:
1.
¿Qué lugar ocupa María en mi vida?
2.
¿Conozco las virtudes evangélicas que ella me enseña?
3.
¿Cómo vivo estas virtudes?
4.
¿Soy obediente cuando me dice: “Hagan lo que Él les diga”?
5.
¿Qué importancia le doy a la oración del Santo Rosario personal y
comunitariamente?
Cada
quien puede hacerse sus propias preguntas para la reflexión y evaluación de
vida.
PARA
ORAR.
ORACIÓN
DE JUAN PABLO II AL PADRE PÍO DE PIETRELCINA
Humilde y amado Padre Pío:
Enséñanos también a nosotros, te lo pedimos la humildad
de corazón, para ser considerados entre los pequeños del Evangelio, a los que
el Padre prometió revelar los misterios de su Reino.
Ayúdanos a orar sin cansarnos jamás, con la certeza de
que Dios conoce lo que necesitamos antes de que se lo pidamos.
Alcánzanos una mirada de fe capaz de reconocer
prontamente en los pobre y en los que sufren el rostro mismo de Jesús.
Sostennos en la hora de la lucha y de la prueba y, si
caemos, haz que experimentemos la alegría del sacramento del perdón.
Transmítenos tu tierna devoción a María, Madre de Jesús y
Madre nuestra.
Acompáñanos en la peregrinación terrena hacia la patria
feliz, a donde esperamos llegar también nosotros para contemplar eternamente la
gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
1. ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: «En verdad les digo, pidan y recibirán, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá». He aquí que confiado en tu Palabra divina, llamo, busco, y te pido la gracia...Padre Nuestro, Ave María y Gloria… Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
2. ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: «En verdad le digo, todo lo que pidan a mi Padre en mi Nombre, Él se los concederá». He aquí que, confiado en tu Palabra divina, pido al eterno Padre, en tu nombre, la gracia... Padre Nuestro, Ave María y Gloria… Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
3. ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: «En verdad les digo, los cielo y la tierra pasarán, más mis palabras no pasarán». He aquí que, confiado en la infalibilidad de tu Palabra divina, te pido la gracia... Padre Nuestro, Ave María y Gloria… Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
Oh Sagrado Corazón de Jesús, infinitamente compasivo con los desamparados, ten piedad de nosotros, pobres pecadores, y concédenos las gracias que te pedimos por medio del inmaculado Corazón de María, nuestra tierna Madre.
San José, padre adoptivo de Jesús ruega por nosotros.
Querido y
Amado Padre Pío de Pietrelcina, Tú que
has querido mucho a tus hijos espirituales y te llamamos “Padre Pío” no sólo
por ser sacerdote, sino porque verdaderamente eres nuestro Padre porque nos
educas y nos corriges verdaderamente con exigencia y amor, y todos
tus hijos han sido comprados por ti con el precio de tu sangre a ejemplo
siempre de Jesucristo. Concédenos también a los que no te hemos conocido
personalmente, pero que te amamos, que confiamos en Ti y queremos vivir con
radicalidad el Evangelio tal y como nuestro querido Señor y Amado Maestro
Jesucristo nos lo pide y tú nos has enseñado, el ser considerados como tus
hijos espirituales. Con tu paternal protección, con tu santa guía y con la
fortaleza que conseguirás para nosotros de Dios, podremos, en el momento de la
muerte, encontrarnos Contigo en las puertas del Paraíso, en espera de nuestra
llegada para que Tú nos introduzcas en el Reino del Padre Celestial y podamos
encontrarnos con todos los santos y bienaventurados que gozan ya de la
presencia de Dios.
Oración
final:
Oh Dios
que a san Pío de Pietrelcina
Sacerdote
Capuchino
le has
concedido el insigne privilegio
de
participar de modo admirable
en la
pasión de tu Hijo,
concédenos
por su intercesión,
identificarnos
en la muerte de Cristo
para
participar de su resurrección.
Por
Jesucristo Nuestro Señor. Amén
Por la
señal de la Santa Cruz +
De nuestros enemigos +
Líbranos Señor, Dios nuestro +
En el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo +
Amén
Acto de
contrición:
Señor mío
Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser Tú
quién eres y porque te amo sobre todas las cosas, a mí me pesa Señor, pésame en
el alma y en todo mi corazón el haberte ofendido. Yo creo y propongo firmemente
la enmienda de nunca más pecar, de apartarme de las ocasiones, de cumplir la
penitencia que me fuera impuesta por mis pecados. Te ofrezco Señor mi vida,
obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados. Así como te suplico, así
confío en tu misericordia infinita que me perdonarás y me darás luz y gracia
para enmendarme y perseverar en tu santo servicio hasta el último instante y
fin de mi vida amén.
Lecturas
bíblicas
Luego me postré ante Yavhé; como la otra vez,
estuve cuarenta días y cuarenta noches sin comer ni beber, por todo el pecado
que habíais cometido haciendo mal a los ojos de YHVH hasta irritarle. (DT 9,18).
Pues a ustedes se les ha concedido la gracia
de que por Cristo… no sólo que crean en él, sino también que padezcan por él. ( Flp 1, 29).
Con la alegría de la esperanza; constantes en
la tribulación, perseverantes en la oración. (Rm
12,12).
De modo que,
aun los que sufren según la voluntad de Dios, confíen sus almas al
Creador fiel, haciendo el bien. (I Ped 4,19).
Y conocerle a él, el poder de su resurrección
y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte…(Flp 3,10).
Sin lugar a dudas,
el P. Pío fue un hombre íntimamente unido a Cristo, sobre todo en Getsemaní y
en el camino al calvario, así como en su
Pasión y Muerte mismas. Ésta fue la fuente de la que el P. Pío bebió siempre
incesantemente para no desfallecer de sed en el camino. Un camino que Dios le
había preparado poco a poco para ir recorriéndolo a lo largo de toda su vida,
realizando y llevando a cabo la “gran misión” que Dios mismo le había
encomendado, y para la cual lo había estado preparando desde siempre.
La
vida completa del P. Pío consistió en amar el sufrimiento, porque en él veía a
Jesús y al mundo cargando con la cruz y crucificado con Él. Un amor que a
través del sufrimiento dio grandes frutos de conversión, alegría, paz y
santificación. Un amor total de expiación un amor que lo abrasaba,
constantemente repetía: “Estoy devorado por el Amor a Dios y el Amor a mis
hermanos” Por eso, con frecuencia decía a sus hermanos e hijos espirituales:
“Sí, yo amo la cruz, la cruz sola; la amo porque la veo siempre en las espaldas
de Jesús”.
Pidió la gracia del sufrimiento y,
fue su alimento diario.
Amó el sufrimiento por los
beneficios que aporta.
Para gloria de Dios.
Por la Salvación de los hermanos.
Para Liberar a las almas del
purgatorio.
Para identificarse con Cristo en
la cruz
“La vida no es otra cosa que una
continua reacción contra uno mismo; y no se abre a la belleza, si no es a
precio del sufrimiento. Manténganse siempre en compañía de Jesús en Getsemaní y
él sabrá confortarles cuando les lleguen las horas de angustia”.
¡Cuánta
falta nos hacen grandes hombres como el P. Pío, capaces de salir de sí mismos y
poder ofrecerse no por sí mismos, sino por sus hermanos. ¿No es esta una
dimensión de aquella aventura que un día naciera en el corazón del pobrecillo
de Asís? ¿No es éste el auténtico sentido de nuestra vida de cristianos? El
sufrimiento es el precio que hay que pagar por lo que se hace y por lo que se
vive, pero también es el precio que hay que pagar por el otro. Sin olvidar
nunca que ese otro vale más que el oro acrisolado porque fue comprado “a precio
de la sangre del Cordero inmaculado, sin mancha ni arruga”. Por eso, el P. Pío
se ofreció por todos. Así lo podemos constatar en sus propias palabras: “Jesús
mío, salva a todos, yo me ofrezco como víctima por todos; dame fuerzas, toma
este corazón, llénalo de tu amor y después mándame lo que quieras”
El P. Pío sufría verdaderamente,
físicamente, pero más que los dolores físicos fueron los sufrimientos morales o
espirituales: noche oscura del alma, aridez, incomprensiones, calumnias,
represalias, prohibiciones, ¡cuánto le dolía cuando le impedían celebrar la
misa en público! ¡Cuánto sufría cuando le impedían confesar! ¡Qué dolor tan
grande no poder atender espiritual y a veces ni epistolarmente a sus hijos e
hijas espirituales! ante todo ¡cuánto sufrió con las llagas que siempre le causaban grandes dolores, afrentas,
vergüenzas, turbaciones, sobre todo cuando tenía que asistir al médico para que
las examinase. El mismo Padre Pío nos hablará de esta noche de dolor y
sufrimiento en un escrito de fecha 11 de septiembre de 1916, a los pocos días de
su llegada a San Giovanni Rotondo: “La noche se va haciendo siempre más honda,
la tempestad siempre más áspera y la lucha siempre más impelente. Todo amenaza
sumergir a la pobre barca de mi espíritu. Ningún consuelo baja a mi alma. Me he vuelto
completamente ciego. Sólo veo con claridad mi nada por un lado y por el otro la
bondad y la grandeza de Dios” Pero sobre todo cuando tuvo que aceptar todas las
prescripciones de parte de la
Santa Sede y de la
Orden para su certificación y autenticidad. El P. Pío fue
como un reo al que todos tenían que juzgar, como un títere al que todos tenían
que manejar a su antojo. Sin embargo, el P. Pío tenía bien claro que “No se
alcanza la salvación si no es atravesando
el borrascoso mar que nos amenaza siempre con destruirnos. El Calvario es el
monte de los santos, pero de allí se pasa a otro monte, que se llama Tabor”.
Podemos decir que ésta era la única y la gran esperanza que mantenía al P. Pío
fiel y firme para continuar con su gran misión en la tierra. El P. Pío era un
misterio para sí mismo. Había muchas ocasiones en las que ni él mismo se
entendía, como tampoco podía entender la gran misión que Dios le tenía
reservada. Él mismo lo va a expresar de la siguiente manera: “¡Qué caos en el
fondo de mi corazón! ¡Qué misterio soy yo a mí mismo! En estos días, una vez
descendió mi alma al infierno. Otra vez el Señor me expuso a los furores de
Satanás. Este apóstata infame quiere arrancarme del corazón lo más sagrado: la Fe. Me asalta de día y me
amarga las noches. A causa de las luchas, las fuerzas físicas y psíquicas se
están debilitando cada vez más…”. Sin embargo, aquí no termina tan tremendo
sufrimiento, no hay duda, el P. Pío está siendo más, mucho más purificado que
el oro en el crisol. Tiene que quedar como una bella imagen de mármol esculpida
con absoluto lujo de detalles porque es como un tesoro precioso a los ojos de
Dios. En definitiva tiene que quedar “Cristificado”. Debido a esto, el P. Pío
suplicaba, rogaba imploraba la misericordia de Dios con las siguientes palabras
que nos va a mostrar el escrito de fecha 4 de junio de 1918, como un nuevo Job
grita sus torturas y clama piedad: “¡Ya no aguanto más!... Mi alma está colmada
de una extrema turbación… La mano del Señor se agravó sobre mí. El Señor está
mostrando todo su poder para castigarme y, como a hoja arrebatada por el
viento, Él me rechaza y me persigue… ¡No aguanto más!... Me siento aplastado
bajo el peso de su justicia. Las lágrimas son mi pan cotidiano. Me agito, lo
busco, pero no lo encuentro sino bajo el furor de su justicia… Como Jesús en la
cruz, triturado bajo la pesada mano de la justicia de Dios, grito: ‘¡Dios mío,
Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?’. Fuera de este abandono lo ignoro todo,
hasta la vida que ignoro vivir”. Quizá muchos se puedan preguntar: ¿Gracia? Sin
lugar a dudas, pero sobre todo disponibilidad incondicional al proyecto que
Dios tenía para Él. Dios no hubiese podido hacer su obra, si el P. Pío no le
hubiese dejado. Por lo tanto “Ama el sufrimiento, que, además de ser la obra de
la sabiduría divina, nos revela con mayor claridad aún la obra de su amor”
PARA REVISAR
NUESTRA VIDA
- ¿Acepto cada día en mi vida los
sufrimientos diarios con amor y dignidad?
- ¿Le doy al sufrimiento el valor redentor y salvador que tiene?
- ¿Soy consciente de expiar los propios y
los pecados ajenos?
- Con Jesucristo ¿Estoy dispuesto a
ofrecerme como víctima por la salvación de la humanidad?
- ¿Qué lugar ocupa el sufrimiento en mi
vida?
- El sufrimiento ¿lo veo como un don, una
gracia o como un castigo?
- ¿Estoy dispuesto a cargar con alegría
la cruz de cada día?.
PARA ORAR:
Oh Jesús,
Destruye en mí todo lo que no sea de tu agrado
Y escribe tus dolores en mi corazón
Con el fuego de tu caridad.
Apriétame fuertemente junto a ti,
Suave y eternamente,
Para que nunca te abandone en tus dolores.
Que yo pueda reposar sobre tu corazón
En los sufrimientos de la vida
Para conseguir, de este modo mi recuperación.
Que mi espíritu no tenga otro deseo
Que vivir a tu lado en el Huerto
Y saciarme de las penas de tu corazón.
Que mi alma se llene de tu sangre
Y se alimente contigo
Con el pan de tus sufrimientos.
Amén.
San Pío
1. ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: «En verdad les digo, pidan y recibirán, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá». He aquí que confiado en tu Palabra divina, llamo, busco, y te pido la gracia...Padre Nuestro, Ave María y Gloria… Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
2. ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: «En verdad le digo, todo lo que pidan a mi Padre en mi Nombre, Él se los concederá». He aquí que, confiado en tu Palabra divina, pido al eterno Padre, en tu nombre, la gracia... Padre Nuestro, Ave María y Gloria… Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
3. ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: «En verdad les digo, los cielo y la tierra pasarán, más mis palabras no pasarán». He aquí que, confiado en la infalibilidad de tu Palabra divina, te pido la gracia... Padre Nuestro, Ave María y Gloria… Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
Oh Sagrado Corazón de Jesús, infinitamente compasivo con los desamparados, ten piedad de nosotros, pobres pecadores, y concédenos las gracias que te pedimos por medio del inmaculado Corazón de María, nuestra tierna Madre.
San José, padre adoptivo de Jesús ruega por nosotros.
Querido y Amado
Padre Pío de Pietrelcina, Tú que verdaderamente has amado a la Santa Madre
Iglesia, que has sido siempre fiel y obediente a sus mandatos y la has
defendido siempre contra todo y contra todos los que la atacaban, haciéndonos
saber y entender que “no se puede odiar a la Madre y odiar al hijo”. Ruega a
Dios nuestro Señor, al Señor y dueño de la Mies para que mande obreros a Sus
campos, y les conceda la gracia de la fidelidad, de la pureza y de la
generosidad, para que puedan ofrecerse también como víctima por la salvación de
las almas, principalmente por las que Tú Buen Pastor les encomiendes, que sepan
llevarlas por el redil que conduce a la Patria Celestial. Llena con la Gracia
de Dios y de Jesucristo “único y eterno Sacerdote” el mundo de sacerdotes
santos; que todos obtengan la fuerza y
la inspiración de Dios, para que den a conocer el Amor sin medida que nos
tienes. Además te rogamos intercedas ante la Santísima Siempre Virgen María, la
Madre del Amor, para que todos los
hombres y mujeres de este mundo caminen siempre hacia la unidad de los
cristianos, reuniéndolos en la gran casa de Dios; siendo un solo rebaño bajo le
guía de un único Pastor, para que la Iglesia sea el faro de luz que ilumine al
mundo entero y se convierta en singo de salvación en el mar de tempestad
llevando a feliz puerto a la humanidad entera.
ORACIÓN
FINAL:
Oh Dios
que a san Pío de Pietrelcina
Sacerdote
Capuchino
le has
concedido el insigne privilegio
de
participar de modo admirable
en la
pasión de tu Hijo,
concédenos
por su intercesión,
identificarnos
en la muerte de Cristo
para
participar de su resurrección.
Por
Jesucristo Nuestro Señor. Amén
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