Noveno día de la novena en honor a San Francisco de Asís.


9. FRANCISCO REFLEJO DE LA HUMIDAD EVANGÉLICA
 
Por la  señal de la Santa Cruz + De nuestros enemigos + Líbranos Señor, Dios nuestro + En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo + Amén
 
Acto de contrición:
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser Tú quién eres y porque te amo sobre todas las cosas, a mí me pesa Señor, pésame en el alma y en todo mi corazón el haberte ofendido. Yo creo y propongo firmemente la enmienda de nunca más pecar, de apartarme de las ocasiones, de confesarme y  de cumplir la penitencia que me fuera impuesta por mis pecados. Te ofrezco Señor mi vida, obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados. Así como te suplico, así confío en tu misericordia infinita que me perdonarás y me darás luz y gracia para enmendarme y perseverar en tu santo servicio hasta el último instante y fin de mi vida amén.
 
TEXTO BÍBLICO PARA REFLEXIONAR
 
«Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11,191.)

Oración ante el Cristo de San Damián

Sumo y glorioso Dios
Sumo y glorioso Dios,
ilumina las tinieblas
de mi corazón
y dame fe recta,
esperanza cierta
y caridad perfecta,
sentido y conocimiento.
Señor, para que cumpla
tu santo y veraz mandamiento.

Toda reflexión sobre la humildad tiene que, subrayar, su especificidad cristiana, que hunde sus raíces en la persona de Jesús, misterio y manifestación plena de la revelación de Dios: su “Amor”.  Por el mismo camino cristológico del amor procede Francisco de Asís: la humildad es hermana de la pobreza (SV 2) y las dos juntas se convierten en regla de vida para sus hermanos (R 10,.1 bull 9 1; Reg. bull. 6, 29). En la espiritualidad franciscana la humildad aparecerá como la raíz de la perfección evangélica: sólo se la encuentra en la fe en Cristo, trascendiendo las capacidades naturales del hombre (Buenaventura, De pefectione evangelica, y solutio). Es precisamente esta altísima virtud la que envolvió a Francisco desde aquél momento que se encontró con el “Amor de su Vida” “Amor que plenifica”. La humildad y la sencillez se convertirán en el estandarte ondeará Francisco durante toda su vida.
 
la humildad es una actitud general del espíritu, que mueve a la obediencia a la voluntad del Padre y al servicio al prójimo. Son esto los rasgos entre otros muchos que hemos venido descubriendo del Seráfico Padre. No se cansará de repetir siempre: Sólo una cosa es necesaria: “Poseer el Espíritu del Señor y su santa operación”. Sólo a través de esta posesión y actuación del Espíritu Francisco podrá obedecer siempre hasta el último de los novicios que acaba de ingresar en la Orden. Esta obediencia a la Voluntad del Padre le lleva evidentemente a servir al Prójimo y lo que antes le parece amargo para el cuerpo, se convierte en dulzura del alma, y se va a servir a los pobres de entre los más pobres: A los Leprosos, a los marginados, a los “malditos de Dios”. Francisco se hace uno de ellos por amor al Evangelio.
 
Con Francisco de Asís podemos decir entonces que Dios «es humildad" (Alabanzas del Dios altisimo, 4). La actitud humilde de Cristo manifiesta en la historia que la humildad está en el centro de la vida divina: es la percepción inmediata de su amor ( 1 Jn 4,8.16). ¿Acaso la kénosis del Hijo no remite a un misterio kenótico que se ha de situar en el centro de la Trinidad? Claro que sí! “Cristo a pesar de su condición Divina no hizo alarde de su categoría de Dios, al contrario, se anonado a sí mismo y tomó la condición de esclavo, pasando como uno de tantos”. (Fil 2,6-7). Ésta es la verdadera humildad, vaciarse de sí mismo para llenarse de Dios y de las necesidades de las personas.
 
En el A. T. tenemos la persona más humilde que hay sobre la tierra, según la Biblia es Moisés. Él fue el hombre más humilde que había sobre la tierra, y al mismo tiempo, afirma que nadie trataba con Dios como él. Aquí nos encontramos con dos aspectos muy importantes que van muy unidos y que Francisco vivió de manera radical: humildad y encuentro con Dios. Nadie trata con Dios, como Moisés, porque Dios habla con Moisés cara a cara, en la carpa del encuentro. Y al mismo tiempo él era la persona más humilde que había sobre la tierra. Aquí se ve bien claro que lo que genera la verdadera humildad es el encuentro con Dios. Francisco de alguna manera sigue a Cristo pobre humilde y crucificado, pero además habla con Él, se deja ver por Él, por eso francisco se transfigura, se “Cristifica”.
 
Mientras más encuentro con el Señor tengamos, auténtico encuentro con el Señor, de diálogo de amistad, de escucha, de contemplación al estilo de Moisés, más humildad llega a nosotros. Más capacidad de reconocernos tal cual somos. Tal cual somos, ni más ni menos. Esta fue precisamente la gran riqueza de San Francisco: “Lo que uno es ante Dios eso es y nada más”. ¡Qué claro lo tenía!
 
El resultado de ese encuentro entre el Dios de Abrahám, de Isaac, y de Jacob, como le dice Dios en la revelación que tiene a Moisés en la zarza ardiendo es un Moisés al que le resplandece el rostro. A tal grado es el resplandor del rostro en Moisés, que los compatriotas suyos, los paisanos suyos se sienten como encandilados por la mirada de Moisés. Y Moisés tiene que ponerse un velo cada vez que sale del encuentro con Dios.
 
En la pesca milagrosa encontramos un acontecimiento similar a éste, que resulta del encuentro entre Dios y la condición humana. Simón está siendo invitado a asumir la condición de líder de la barca de Jesús. Sobre su propia barca recibe la visita del Señor y tiene un acontecimiento increíble. Él ha intentado pescar toda la noche junto a sus compañeros de pesca. No consiguen nada y por indicación de Jesús se mete mar adentro, obedeciendo en la fe, y pesca como nunca había pescado antes. Tantos peces habían sacado que tienen que llamar a los compañeros de la otra barca para que le ayuden a llevar la cantidad de peces que han sacado.
 
¿Cuál es la reacción de Pedro? “Apártate de mí Señor, porque soy un pecador.” Es decir, la manifestación de la grandeza de Dios, genera en Simón el reconocimiento de quien es: yo soy un pecador. Pero rápidamente Jesús supera lo que, podría haber sido el riesgo de apartarse de Simón, y lo abraza desde el lugar donde Simón tiene más posibilidades de descubrir lo que es su próxima misión, o su nueva misión: desde ahora te haré pescador de hombres.
 
El Poverello de Asís descubrió claramente esto y se dio cuenta que la “empresa” que se le encomendaba no era obra suya ni sería el fruto de su trabajo, de su cansancio, de su esfuerzo y desvelo, sino que sería gracia de Dios y así tendría que aceptarlo y vivirlo. Esto era necesario para que permaneciera fiel a lo que Dios le había confiado. Por esto Francisco a pesar de todo fue el hombre más feliz sobre la faz de la tierra, porque la alegría que vertía venía de su Señor con el cual se encontraba de manera permanete.
 
Por lo tanto, la humildad es fruto del encuentro. El encuentro nos ubica. Y el resultado es el resplandor y la alegría. La verdadera alegría brota de la verdadera humildad.
 
EN ESTA ÚLTIMA MEDITACIÓN DEJO ABIERTA LA POSIBILIDAD DE LA REFLEXIÓN Y REVISIÓN DE VIDA.
Para Orar:
 


Saludo a las virtudes
 


¡Salve, reina sabiduría,
el Señor te salve con tu hermana
la santa pura simplicidad!
¡Señora santa pobreza,
el Señor te salve con tu hermana
la santa humildad!
¡Señora santa caridad,
el Señor te salve con tu hermana
la santa obediencia!
¡Santísimas virtudes, a todas os salve el Señor,
de quien venís y procedéis!
No hay absolutamente nadie en el mundo entero
que pueda poseer una de vosotras si antes no muere
a sí mismo.
Quien posee una y no ofende a las otras,
las posee todas.
Y quien ofende a una, ninguna posee
y a todas ofende.
Y cada una confunde a los vicios y pecados.
La santa sabiduría confunde a Satanás
y a toda su malicia.
La pura santa simplicidad confunde
a toda la sabiduría de este mundo
y a la sabiduría del cuerpo.
La santa pobreza
confunde a la codicia y la avaricia
y a las preocupaciones de este mundo.
La santa humildad confunde a la soberbia
y a todos los hombres del mundo,
y a todo lo que hay en el mundo.
La santa caridad
confunde a todas las tentaciones
diabólicas y carnales y a todos los temores camales.
La santa obediencia
confunde a todos los propios
quereres corporales y carnales;
y mantiene mortificado
su cuerpo para obedecer al espíritu y para obedecer a su
hermano, y está sujeto y sometido a todos los hombres
que hay en el mundo;
y no sólo a los hombres, sino
también a todas las bestias y fieras, para que, en cuanto
les sea dado de lo alto por el Señor, puedan
hacer de él lo que quiera
 




 

 

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