Quinto día de l novena en honor a San Francisco de Asís.

 

5. FRANCISCO EVANGELIO VIVIENTE

 

Por la  señal de la Santa Cruz + De nuestros enemigos + Líbranos Señor, Dios nuestro + En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo + Amén

Acto de contrición:

Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser Tú quién eres y porque te amo sobre todas las cosas, a mí me pesa Señor, pésame en el alma y en todo mi corazón el haberte ofendido. Yo creo y propongo firmemente la enmienda de nunca más pecar, de apartarme de las ocasiones, de confesarme y  de cumplir la penitencia que me fuera impuesta por mis pecados. Te ofrezco Señor mi vida, obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados. Así como te suplico, así confío en tu misericordia infinita que me perdonarás y me darás luz y gracia para enmendarme y perseverar en tu santo servicio hasta el último instante y fin de mi vida amén.

TEXTO BÍBLICO PARA REFLEXIONAR

Vayan y prediquen, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado.
Sanen enfermos, limpien leprosos, resuciten muertos, echen fuera demonios; de gracia lo recibieron, denlo de gracia. No se provean de oro, ni plata, ni cobre en sus cintos; ni de alforja para el camino, ni de dos túnicas, ni de calzado, ni de bordón; porque el obrero es digno de su alimento.
1 Corintios 9. 14(Mt 10,7-10)

Tras el encuentro con Jesucristo Francisco descubre el imperativo urgente de anunciar el Evangelio. Démonos cuenta de algo: el primer impulso de Francisco fue el de encontrarse con el Maestro, con Jesucristo. Hoy podemos decir que Francisco se ha convertido en un verdadero discípulo de Jesucristo. El discípulo auténtico es el que está a los pies del Maestro, el que aprende del Maestro, el que cena con el Maestro, el que contempla al Maestro, el que se fía del Maestro, el que no se siente superior al Maestro. En definitiva el verdadero Discípulo es el que reproduce en sí mismo la imagen del Maestro. El que se transfigura en el Maestro. Esto fue precisamente lo que le sucedió a Francisco. Una vez que se ha encontrado con Jesucristo, se esfuerza en conocerle, una vez que le conoce le acepta, una vez que lo acepta lo ama y una vez que lo ama se convierte en “otro Cristo”. El resultado es extraordinario. Ha reproducido en sí mismo por gracia de Dios la imagen viva del Maestro.

Esto es una realidad en Francisco porque confía en Jesucristo y sabe que Él no le va a fallar, sin embargo ahora era momento de enfrentar otra duda: a qué debía dedicarse. Es decir, después de ser un fiel discípulo, viene ahora el segundo momento que complementa o integra todo el proceso: la misión a la que Dios le ha llamado ¿Cuál será esa misión? ¿En qué consistirá? ¿Quién se lo indicará? Otra duda con la cual Francisco tendrá que enfrentarse, pero ahora no querrá refugiarse en lo efímero, en la fama, sino en Dios. Entonces implora y suplica a Dios le conceda la gracia de hacer su voluntad y fue una mañana de febrero de 1208 cuando se clarificaba el camino evangélico de Francisco de Asís. Fue en el momento en que estando en santa María de los Ángeles escucha el evangelio de la misión (Mt 10,7-10). Francisco ha penetrado por el camino siempre nuevo del Evangelio. Francisco quiere vivir el Evangelio a la letra, sin glosa. “El Evangelio no tiene necesidad de ser justificado, se toma o se deja”. 

Cuando Francisco escucha el Evangelio del envío de los discípulos de Jesucristo y que a partir de ahora se convierten en misioneros, en apóstoles, en predicadores, en anunciadores de la Buena Nueva del Reino, Francisco exclama ¡Esto es lo que busco, esto es lo que yo quiero…” inmediatamente se le suma su primer compañero, Bernardo de Quintavalle, seguido inmediatamente de varios otros.

Aquí descubrimos que el Evangelio es vivo y eficaz, más cortante que espada de doble filo que descubre los pensamientos del corazón y penetra hasta las entrañas mismas del corazón que está dispuesto a amar. Es un Evangelio que arranca a Francisco de su vida eremítica y lo lanza por los caminos de la misión al encuentro de los hombres y de la historia. El envío a la misión resuena en Francisco  cual torrente de agua limpia, fresca y cristalina al caer de las montañas. Es una llamada a la movilidad, a la itinerancia.  A dejar las ataduras y ponerse en camino a surcar el mundo, a impregnar a la Iglesia y al mundo entero de la frescura del Evangelio a través de una vida sencilla y despojada de todo.

Otro aspecto muy importante en la vida del apóstol, del mensajero es precisamente el Anuncio, el mensaje y su contenido. No se van a anunciar ellos mismos. No van a llevar su propio mensaje. Van a anunciar, a llevar la Buena Nueva que Jesús les ha encomendado a sus discípulos y se trata del mensaje fundamental de la paz, porque la paz es el fruto de la justicia, porque donde hay paz está Dios y donde está Dios no falta nada, por eso el deseo de paz fue, es y será siempre el distintivo del cristiano, pero ante todo será en la práctica diaria donde éste deseo se hará realidad. “En cualquier lugar casa en que entren digan: ‘Paz a esta casa’. Si  hay allí un hijo de la paz, su deseo de paz descansará sobre él; si no, volverá a ustedes”.

¡La Paz! Este es el mensaje. Evangelizar es ante todo anunciar la paz, la gran paz mesiánica, la que reconcilia a los hombres con Dios y la que ha de reconciliar a los hombres entre unos con otros, transformando sus relaciones y creando  ambientes de igualdad y justicia, una paz que libere de toda esclavitud. Esta paz sólo puede ser anunciada por alguien que ha hecho del Evangelio su forma de vida, por alguien libre de codicias y sin ningún afán de poder. La pobreza radical será la insignia de Francisco y será una pobreza en todos los aspectos. Porque igual, será la pobreza del Hijo de Dios que siendo rico por nosotros se hizo pobre para enriquecernos con su riqueza. Así es como Francisco consigue asemejarse totalmente a Jesucristo a través de ser un “Evangelio viviente””.

Así pues éste es el Evangelio que, apenas escuchado por el corazón de Francisco, le pone en movimiento: “Recorría ciudades y castillos, -cuenta Celano- anunciando el Reino de Dios, predicando la paz”. (1Cel 36). Esta será una de las grandes características del Seráfico Padre hasta el final de su vida: La paz.

PARA REVISAR MI VIDA:

1.      ¿Qué lugar práctico ocupa en mi la lectura, oración y práctica del Evangelio en mi vida diaria?

2.      ¿Qué es lo que tengo que dejar, a qué debo renunciar para ser un verdadero Apóstol del Evangelio?

3.      ¿Estoy dispuesto a dejarlo?  ¿Cómo, cuándo?

4.      ¿Qué importancia le doy en mi vida a la  misión, al apostolado?

5.      ¿Confío plenamente en la Providencia de Dios, o me fío más de mí mismo a  la hora de anunciar el Evangelio?

6.      ¿Soy persona constructora de paz en mi entorno?

7.      ¿Qué tipo de paz anuncio: la Mesiánica o la de mis propios intereses y convicciones?

8.      ¿Soy una persona justa con los que me rodean?

Oración Simple

Señor, haz de mi un instrumento de tu paz.
Que allá donde hay odio, yo ponga el amor.
Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión.
Que allá donde hay error, yo ponga la verdad.
Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe.
Que allá donde desesperación, yo ponga la esperanza.
Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz.
Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría.
Oh Señor, que yo no busque tanto
ser consolado, cuanto consolar,
ser comprendido, cuanto comprender,
ser amado, cuanto amar.
Porque es dándose como se recibe,
es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo,
es perdonando, como se es perdonado,
es muriendo como se resucita a la vida eterna.

Atribuida a San Francisco de Asís.     

Reza tres Padres Nuestros, tres Ave María y Gloria al Padre.

 

 

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