El que tenga sed que venga...
6
de febrero
Quiera el Señor, fuente de toda vida, no negarme esta
agua tan dulce y tan preciosa, que él, en la exuberancia de su amor a los
hombres, prometió a quien tiene sed de ella. Yo, padre mío, deseo ardientemente
esta agua; se la pido a Jesús con lamentos y suspiros continuos. Pídale también
usted que no me la oculte; dígale, padre, que él conoce la gran necesidad que
tengo de esta agua, la única que puede curar a un alma herida de amor.
Consuele este tiernísimo esposo del Cantar de los
Cantares a un alma que tiene sed de él; y la consuele con aquel mismo beso que
le pedía la sagrada esposa. Dígale que, hasta que un alma no haya llegado a
recibir ese beso, no podrá nunca firmar con él un pacto en estos términos: «Yo soy todo para mi amado y mi amado es
todo para mí».
¡Quiera el Señor no abandonar a quien ha puesto sólo
en él toda su confianza! ¡Ah!, que esta esperanza mía no quede nunca
defraudada, y que yo le sea siempre fiel…
(10
de octubre de 1915, al P. Agustín de San Marco in Lamis – Ep. I, p. 666)
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