Lectio Divina Martes XXV del Tiempo Ordinario A. Enséñame, Señor, a cumplir tu voluntad.

 Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica, dice el Señor.

Proverbios: 21, 1-6. 10-13. Lucas 8,19-21



 

LECTIO


PRIMERA LECTURA

Del libro de los Proverbios: 21, 1-6. 10-13

 

Como agua de riego es el corazón del rey en manos del Señor: él lo dirige a donde quiere. Al hombre le parece bueno todo lo que hace, pero el Señor es quien juzga las intenciones. Proceder con rectitud y con justicia es más grato al Señor que los sacrificios. Tras los ojos altaneros hay un corazón arrogante; la maldad del pecador brilla en su mirada.

Los proyectos del diligente conducen a la abundancia, en cambio el perezoso no sale de la pobreza. Los tesoros ganados con mentira se deshacen como el humo y llevan a la muerte.

El malvado busca siempre el mal y nunca se apiada de su prójimo. Cuando se castiga al arrogante, el sencillo aprende; cuando se amonesta al sabio, crece su ciencia.

El Señor observa el proceder de los malvados y acaba por precipitarlos en la desgracia. Quien cierra los oídos a las súplicas del pobre clamará también, pero nadie le responderá. 

 

Palabra de Dios. 

R./ Te alabamos Señor.

 

El libro de los Proverbios está constituido por una amplia colección de máximas y sentencias, en las que se ha ido sedimentando la sabiduría de todas las generaciones de Israel. Su propósito es convertir a todo israelita en un verdadero hombre: fuerte, dueño de sí, interiormente libre, trabajador, hábil, leal. No se trata aún del retrato del discípulo del Evangelio, pero sí de la premisa indispensable para poder serlo. No es posible ser

discípulo si no se es hombre. Me parece que éste es el valor global de todo el libro. Pues, a decir verdad, muchos proverbios podrían resultar decepcionantes la primera vez que se leen. ¿Siguen teniendo valor? A buen seguro, los proverbios dotados de sentido común perfectamente actuales son numerosos. Pero lo importante,

sobre todo, es su valor global. Sugieren comportamientos que están más allá de la alianza y de su moral. Pero se trata de un sano humanismo que tiene precisamente como finalidad crear un hombre apto para las opciones morales y para los compromisos de la alianza.

 

Las virtudes que nos sugiere el fragmento litúrgico que hemos leído hoy son las habituales, presentadas sin un orden preciso: no presumir de uno mismo ni de su propia rectitud; practicar la justicia, la humildad y la diligencia; no ser mentirosos ni violentos en los negocios; no cerrar el oído a la súplica del pobre. La súplica o el grito del pobre van siempre dirigidos en la Biblia al Señor antes que al hombre. Escucharlos significa responder en nombre del Señor.

 

EVANGELIO según san Lucas: 8, 19-21

 

En aquel tiempo, fueron a ver a Jesús su madre y sus parientes, pero ño podían llegar hasta donde él estaba porque había mucha gente. Entonces alguien le fue a decir: “Tu madre y tus hermanos están allá afuera y quieren verte”. Pero él respondió: “Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”. 

 

Palabra del Señor. 

R./ Gloria a ti Señor Jesús.

 

El breve cuadro que Lucas bosqueja es de gran fineza y rara profundidad. No aparece polémica alguna respecto a los parientes de Jesús, cosa que sí aparece en los pasajes paralelos de Marcos y de Mateo. Lucas se concentra en el único punto que le interesa de verdad: la escucha y la práctica de la Palabra son las únicas cosas que nos hacen parientes de Jesús, miembros de su nueva familia.

 

«Se presentaron su madre y sus hermanos» (v. 19): Lucas emplea, para decir esto, un verbo que expresa el deseo de ver a Jesús, y la conjugación en singular pone de relieve la figura de la madre, que es el sujeto. Para el evangelista, la venida de los familiares representa una ocasión que permite pronunciar a Jesús su dicho sobre los verdaderos parientes: la escucha activa de la Palabra crea un vínculo más fuerte que la sangre. Es ésta una posibilidad que no excluye a los parientes que han venido a visitarle, sino que los incluye. En definitiva, Lucas exalta la familia engendrada por la Palabra, sin sentir la necesidad de contraponerla drásticamente a la consti tuida por los vínculos de sangre.

 

MEDITATIO

 

Escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica produce el milagro de llegar a ser madre y hermano y hermana de Jesús. Del mismo modo que María escuchó la Palabra y, después, se convirtió en Madre, así puede sucederte a ti en este momento si acoges la Palabra que hoy se te dirige. Jesús quiere crecer en el mundo, y el camino privilegiado para ello eres tú, porque quiere crecer en ti, quiere que tu vida sea siempre más cristiforme,  quiere que tú le representes cada vez mejor. Si acoges su Palabra, si la contemplas, si la conservas, si le dejas

espacio, si intentas no olvidarla durante el día, si la conviertes en guía de tu acción, Jesús crecerá en ti, en tu ambiente y en el mundo. Y tú adquirirás la misma dignidad de María, porque lo engendrarás de nuevo para nuestro tiempo. Sé devoto de la Virgen, para que te enseñe cómo recibir la Palabra, cómo darle carne, cómo hacerla vida, cómo transformar la acción de hoy en una generación y en un crecimiento de Jesús en ti y en tu ambiente.

 

ORATIO

 

Hoy te ruego, oh Virgen María, que me ayudes a recibir la Palabra para darle carne, para darle vida. Sabes que ando muy lejos de estas excelencias, esto es, de ver mi vida como un engendramiento de Jesús en el mundo. Yo, pobre pecador, yo, tan inmerso en mil cosas, puedo acercarme a ti, Madre de mi Salvador, y llegar a ser yo también «madre» de aquel que me salva. Me parecen cosas tan elevadas que rozan lo inaprensible.

 

Condúceme con suavidad al interior de este misterio, abre mis ojos para que vean las cosas maravillosas que la Palabra puede llevar a cabo en mí, dame un corazón capaz de comprender el mundo nuevo en el que son introducidos los oyentes de la Palabra. Quédate junto a mí, oh

Madre, para que pueda continuar, con temor y temblor, pero asimismo con admiración y reconocimiento, tu obra durante toda mi vida.

 

CONTEMPLATIO

 

Ciertamente, cumplió santa María, con toda perfección, la voluntad del Padre, y por esto es más importante su condición de discípula de Cristo que la de madre de Cristo, es más dichosa por ser discípula de Cristo que por ser madre de Cristo. Por esto, María fue bienaventurada, porque, antes de dar a luz a su maestro, lo llevó en su seno.

Mira si no es tal como digo. Pasando el Señor, seguido de las multitudes y realizando milagros, dijo una mujer: Dichoso el vientre que te llevó. Y el Señor, para enseñarnos que no hay que buscar la felicidad en las realidades de orden material, ¿qué es lo que respondió?: Mejor, dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen.

De ahí que María sea dichosa también porque escuchó la Palabra de Dios y la cumplió; llevó en su seno el cuerpo de Cristo, pero más aún guardó en su mente la verdad de Cristo. Cristo es la verdad, Cristo tuvo un cuerpo: en la mente de María estuvo Cristo, la verdad; en su seno estuvo Cristo hecho carne, un cuerpo. Y es más importante lo que está en la mente que lo que se lleva en el seno (san Agustin, Sermón 25, 7ss).

 

Cristo es, pues, uno, formando un todo la cabeza y el cuerpo: uno nacido del único Dios en los cielos y de una única madre en la tierra; muchos hijos, a la vez que un solo hijo.

 

Pues así como la cabeza y los miembros son un hijo a la vez que muchos hijos, asimismo María y la Iglesia son una madre y varias madres, una virgen y muchas vírgenes.

 

 

Ambas son madres y ambas vírgenes; ambas concibieron sin voluptuosidad por obra del mismo Espíritu; ambas dieron a luz sin pecado la descendencia de Dios Padre. María, sin pecado alguno, dio a luz la cabeza del cuerpo; la Iglesia, por la remisión de los pecados, dio a luz el cuerpo de la cabeza. Ambas son la madre de Cristo, pero ninguna de ellas dio a luz al Cristo total sin la otra.

Por todo ello, en las Escrituras divinamente inspiradas, se entiende con razón como dicho en singular de la virgen María lo que en términos universales se dice de la virgen madre Iglesia, y se entiende como dicho de la virgen madre Iglesia en general lo que en especial se dice de la virgen madre María; y lo mismo si se habla de una de ellas que de la otra, lo dicho se entiende casi indiferente y comúnmente como dicho de las dos.

 

También se considera con razón a cada alma fiel como esposa del Verbo de Dios, madre de Cristo, hija y hermana, virgen y madre fecunda. Todo lo cual la misma sabiduría de Dios, que es el Verbo del Padre, lo dice universalmente de la Iglesia, especialmente de María y

singularmente de cada alma fiel.

 

Por eso dice la Escritura: Y habitaré en la heredad del Señor. Heredad del Señor que es universalmente la Iglesia, especialmente María y singularmente cada alma fiel. En el tabernáculo del vientre de María habitó Cristo durante nueve meses; hasta el fin del mundo, vivirá en el tabernáculo de la fe de la Iglesia y, por los siglos de los siglos, morará en el conocimiento y en el amor del alma fiel (Isaac de Stella, Sermón 51, en PL 194, 1862-1863.1865).

 

 

 

ACTIO

 

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:

 

«Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica» (Lc 8,21).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

 

Con frecuencia, en el Medievo se representaba a María de rodillas frente al niño en el pesebre y adorándolo. En estas figuras expresaban los artistas lo que Lucas dijo con estos cinco verbos: ha dado a luz, ha envuelto, ha depositado, ha conservado y ha meditado. Mzría siente el misterio de este nacimiento. Piensa una vez y otra constantemente en su propio corazón  lo que ha sucedido. Medita el misterio de su propio hijo para que darse cuenta de este niño. María es, para Lucas, la mujer que cree. Con ella nos dibuja una imagen de cómo nosotros también podemos creer en la encarnación de Dios en Jesucristo. Nuestra reacción no puede expresarse mejor que con estas palabras: conservar y meditar, observar y volver a decirlas siempre en nuestro corazón. Debemos conservar la Palabra de Dios en el corazón, debemos compararla con la realidad en la que nos encontremos, hasta que la Palabra se entreabra a nosotros y reconozcamos a la luz de la Palabra nuestra realidad de un modo nuevo, hasta que caigamos de rodillas maravillados frente al misterio del amor de Dios en nuestra vida (Anselm Grün, Natale, celebrare un nuovo inizio, Brescia 1999, pp. 126ss).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

NOVENA COMPLETA A SANTA CLARA DE ASÍS.

TRIDUO EN HONOR A SAN FRANCISCO: Primer día

Novena al Padre Pío de Pietrelcina