Lectio Divina Miércoles XXII del Tiempo Ordinario A. Les digo, pues, hermanos, que el tiempo se acaba.

 

Alégrense ese día y salten de gozo, porque su recompensa será grande en el cielo, dice el Señor.

I Corintios: 7, 25-31 Lucas 6,20-26


 

 

 

LECTIO

 

PRIMERA LECTURA

De la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios: 7, 25-31

 

Queridos hermanos: En cuanto a los jóvenes no casados, no he recibido ningún mandamiento del Señor; pero les voy a dar un consejo, pues por la misericordia del Señor, soy digno de confianza.

Yo opino que, en vista de las dificultades de esta vida, lo que conviene es que cada uno se quede como está. ¿Estás casado? No te separes de tu esposa. ¿Eres soltero? No te cases; pero si te casas, no haces mal, y si una joven se casa, tampoco hace mal. Sin embargo, los que se casan sufren en esta vida muchas tribulaciones, que yo quisiera evitarles. Hermanos,les quiero decir una cosa: el tiempo apremia. Por lo tanto, conviene que los casados vivan como si no lo estuvieran; los que sufren, como si no sufrieran; los que están alegres, como si no se alegraran; los que compran, como si no compraran; los que disfrutan del mundo, como si no disfrutaran de él; porque este mundo que vemos es pasajero.

 

Palabra de Dios.

R./ Te alabamos, Señor.

 

Pablo recuerda a las personas solteras una verdad fundamental y les dirige algunas exhortaciones. La verdad es ésta: «el tiempo se acaba» (v. 29). La expresión griega deberíamos traducirla así al pie de la letra: «El tiempo ha plegado las velas», una imagen bastante expresiva y que alude al arte náutico. El pensamiento del apóstol parece ser este: sea cual sea el lapso de tiempo que discurra entre hoy y la parusía, es decir, el retorno glorioso del Señor, el mundo futuro está ya presente, en cualquier caso, en medio de nosotros gracias al poder del Señor; mediante la muerte y resurrección de Jesús, Dios ha inaugurado ya en nosotros y entre nosotros la novedad de su Reino. A esta luz, la vida célibe, elegida libre y alegremente por el Reino (cf. Mt 19,12), lejos de ser un desprecio por el matrimonio, constituye un signo escatológico que tiende a orientar nuestra espera y la ajena hacia la alegría última. Las exhortaciones son la consecuencia lógica de la verdad anunciada.

En primer lugar, es preciso vivir la espiritualidad del «como si» (vv. 29-31): la linealidad del pensamiento paulino no necesita ulteriores comentarios. Viene, a continuación, la lógica de «lo que es mejor» (cf. 7,9: «Es mejor casarse que abrasarse»; 7,38.40: «El que da a su hija en matrimonio hace bien, y el que no la da hará todavía mejor»). Está claro que Pablo pretende proponer a nuestra libertad aquello que, por su experiencia personal y por el amor que le une indisolublemente a Cristo, está convencido de que es lo mejor para desear y para llevar a cabo.

En segundo lugar -aunque sólo se trata de un consejo personal y no de un mandato recibido del Señor-, aconseja Pablo que cuando alguien acceda a la fe en Cristo continúe viviendo, como casado o como célibe virgen, en la situación en la que se encontraba antes.

Pero lo que más cuenta -y en esto se basa la enseñanza de Pablo tanto para los casados como para los célibes-vírgenes- es la conciencia de que todos hemos «sido comprados a buen precio» (7,23), como es obvio, por Cristo Jesús, mediante su muerte y resurrección. Es siempre el misterio pascual el que proyecta luz sobre nuestra vida.

 

EVANGELIO

Del santo Evangelio según san Lucas: 6, 20-26

 

En aquel tiempo, mirando Jesús a sus discípulos, les dijo:

“Dichosos ustedes los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios.

Dichosos ustedes los que ahora tienen hambre, porque serán saciados.

Dichosos ustedes los que lloran ahora, porque al fin reirán.

Dichosos serán ustedes cuando los hombres los aborrezcan y los expulsen de entre ellos, y cuando los insulten y maldigan por causa del Hijo del hombre.

Alégrense ese día y salten de gozo, porque su recompensa será grande en el cielo. Pues así trataron sus padres a los profetas.

Pero, ¡ay de ustedes, los ricos, porque ya tienen ahora su consuelo!

¡Ay de ustedes, los que se hartan ahora, porque después tendrán hambre!

¡Ay de ustedes, los que ríen ahora, porque llorarán de pena!

¡Ay de ustedes, cuando todo el mundo los alabe, porque de ese modo trataron sus padres a los falsos profetas!”.

 

Palabra del Señor.

Gloria a Ti, Señor Jesús.

 

Comienza aquí -y continúa hasta Lc 8,3- la llamada «pequeña inserción» de Lucas respecto a Marcos, su fuente. Lucas, a diferencia de Mateo, reduce las bienaventuranzas de ocho a cuatro, pero a las cuatro bienaventuranzas añade cuatro amenazas. Según la opinión de los exégetas, Lucas nos ofrece una versión de las palabras de Jesús más próxima a la verdad histórica, y esto tiene una particular relevancia. Con todo, bueno será recordar que la mediación de varios evangelistas a la hora de referir las enseñanzas de Jesús no traiciona la verdad del mensaje; al contrario, la centran y la releen para el bien de su comunidad.

Tanto las ocho bienaventuranzas de Mateo como las cuatro de Lucas pueden ser reducidas a una sola: la bienaventuranza -esto es- la fortuna y la felicidad de quien acoge la Palabra de Dios a través de la predicación de Jesús e intenta adecuar su vida a ella. El verdadero discípulo de Jesús es, al mismo tiempo, pobre, apacible, misericordioso, trabaja por la paz, es limpio de corazón, etc. Por el contrario, quien no acoge la novedad del Evangelio sólo merece amenazas, que, en boca de Jesús, corresponden a otras tantas profecías de tristeza e infelicidad. La versión lucana de las bienaventuranzas-amenazas se caracteriza asimismo por una contraposición entre el «ya» y el «todavía no», entre el presente histórico y el futuro escatológico. Como es obvio, la comunidad para la que escribía Lucas tenía necesidad de que le recordaran que no sólo debía traducir su fe en actos de caridad evangélica, sino que también tenía que mantener viva la esperanza mediante la plena adhesión a la enseñanza, más radical, de las bienaventuranzas evangélicas.

 

MEDITATIO

 

La liturgia de hoy nos presenta un tema fuerte para nuestra meditación, un tema de gran actualidad: ¿qué es lo bueno para el cristiano en materia de matrimonio y de virginidad? ¿Qué es lo mejor? ¿Qué es lo mandado y qué lo que sólo se aconseja?

La intervención directa de Pablo en la vida de la comunidad cristiana de Corinto brilla por su claridad y por su equilibrio. No sabría yo decir hasta qué punto su experiencia previa ha influido en este modo de «ver» la situación de vida de los cónyuges y de los célibes-vírgenes: no se trata de investigar en el ánimo de Pablo con instrumentos psicoanalíticos más o menos correctos.

Sabemos, sin embargo, que el encuentro con Cristo resucitado, a partir de Damasco, imprimió una nueva dirección a su vida, pero hizo nacer también en él una nueva mentalidad y, por consiguiente, una nueva facultad de juicio.

Decíamos claridad y equilibrio: la primera nos lleva a considerar el matrimonio y la virginidad como dos opciones de vida dignas ambas de la persona humana, ambas buenas según la bondad de la economía de la creación, ambas conformes con la novedad de vida de quien cree en Cristo, ambas compatibles no sólo con la lógica evangélica, sino también con su radicalismo evangélico, ambas ricas en espiritualidad, ambas «lugares» en los que se puede vivir la caridad en grado sumo, ambas capaces de conducir a los creyentes a las más elevadas cumbres de la santidad. La de Pablo es también una enseñanza extremadamente equilibrada, y ello por un motivo simple y persuasivo al mismo tiempo: Pablo no impone nada a nadie, consciente como es de que sólo una opción personal libre y alegre es digna de la persona humana y nadie, ni siquiera Dios y mucho menos Cristo, puede hacer violencia al santuario de la conciencia humana.

 

ORATIO

 

Oh Señor, poco a poco va pasando la escena de este mundo:

pasa la juventud con todas sus fuerzas, desaparecen personas queridas y amigas, se van los momentos de fama y de gloria, se reduce nuestro campo de acción y nuestras ideas son reemplazadas por otras.

Oh Señor, poco a poco aparece el gran más allá:más allá del tiempo que corre veloz llevándose consigo cosas, personas y sucesos; más allá del hombre de todos los tiempos, que advierte este vertiginoso pasar sin poder captar de modo pleno el desarrollo de los hechos; el gran «más allá» que plasma una nueva visión, que hace más viva la fe, que enciende deseos de paraíso.

Oh Señor, poco a poco se perfila el mundo nuevo: se respira aire puro, se abre camino la fascinación de lo trascendente, nos sentimos fortificados por la inmortalidad que da sentido a la vida, aceptamos el misterio que permite caminar con fe y esperanza hacia un futuro prometedor.

 

¡Ven, Señor Jesús!

 

CONTEMPLATIO

 

Hombre, ¿por qué te consideras tan vil, tú que tanto vales a los ojos de Dios? ¿Por qué te deshonras de tal modo, tú que has sido tan honrado por Dios? ¿Por qué te preguntas tanto de dónde has sido hecho, y no te preocupas de para qué has sido hecho? ¿Por ventura todo este mundo que ves con tus ojos no ha sido hecho precisamente para que sea tu morada? Para ti ha sido creada esta luz que aparta las tinieblas que te rodean; para ti ha sido establecida la ordenada sucesión de días y noches; para ti el cielo ha sido iluminado con este variado fulgor del sol, de la luna, de las estrellas; para ti la tierra ha sido adornada con flores, árboles y frutos; para ti ha sido creada la admirable multitud de seres vivos que pueblan el aire, la tierra y el agua, para que una triste soledad no ensombreciera el gozo del mundo que empezaba.

Y el Creador encuentra el modo de acrecentar aún más tu dignidad: pone en ti su imagen, para que de este modo hubiera en la tierra una imagen visible de su Hacedor invisible y para que hicieras en el mundo sus veces, a fin de que un dominio tan vasto no quedara privado de alguien que representara a su Señor. Más aún, Dios, por su clemencia, tomó en sí lo que en ti había hecho por sí y quiso ser visto realmente en el hombre, en el que antes sólo había podido ser contemplado en imagen; y concedió al hombre ser en verdad lo que antes había sido solamente en semejanza (Pedro Crisólogo, Sermón 148, en PL 52, 596-598).

 

ACTIO

 

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:

 

«Les digo, pues, hermanos, que el tiempo se acaba» (1 Cor 7,29).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

 

Sé que el tiempo trabaja de por sí para la eternidad. Sé que el plan de Dios se realiza de todos modos y que Cristo se ha encarnado en la historia y nadie podrá suprimir esta encarnación jamás. Sé que el mismo mal coopera al bien... Dios es superior a Satanás... Mil años son menos que un día para la eternidad. Y nadie sabe lo que puede pasar mañana. Lo que no ha pasado en veinte siglos puede suceder tal vez esta noche o dentro de otros veinte siglos. «No les toca a ustedes conocer los tiempos o momentos que el Padre ha fijado con su poder» (Hch 1,7). Pero eso no nos pertenece. Esto pertenece a Dios, y nosotros debemos actuar… Yo soy de hoy. Soy responsable de esta historia, del presente en el que he sido llamado a vivir.

«No les queda vino»; éste era el objetivo de toda mi vida religiosa. Conseguir cantar las nupcias cristianas; y volver a llevar a nuestros comedores a Jesús y a su madre; y convertir las lágrimas en cálices de alegría; y proveer por su mediación a nuestras consumibles ebriedades (David M. Turoldo, extractos de una entrevista).

 

 

 

 

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