Lectio Divina Martes Primero del Tiempo Ordinario B. No enseñaba como los escribas, sino como quien tiene autoridad.

 Convenía que Dios consumara en la perfección, mediante el sufrimiento, a Jesucristo, autor y guía de nuestra salvación.

Hebreos: 2, 5-12. Marcos: 1, 21-28

 


 

LECTIO

 

PRIMERA LECTURA

De la carta a los hebreos: 2, 5-12


Hermanos: Dios no ha sometido a los ángeles el nuevo orden de la salvación, del cual estamos hablando. Un salmo lo atestigua solemnemente diciendo: ¿Qué es el hombre, para que de él te acuerdes, ese pobre ser humano, para que de él te preocupes? Sin embargo, lo hiciste un poquito inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad. Todo lo sometiste bajo sus pies.

Al decir aquí la Escritura que Dios le sometió todo, no se hace ninguna excepción. Es verdad que ahora todavía no vemos el universo entero sometido al hombre; pero sí vemos ya al que por un momento Dios hizo inferior a los ángeles, a Jesús, que por haber sufrido la muerte, está coronado de gloria y honor. Así, por la gracia de Dios, la muerte que él sufrió redunda en bien de todos. 

En efecto, el creador y Señor de todas las cosas quiere que todos sus hijos tengan parte en su gloria. Por eso convenía que Dios consumara en la perfección, mediante el sufrimiento, a Jesucristo, autor y guía de nuestra salvación.

El santificador y los santificados tienen la misma condición humana. Por eso no se avergüenza de llamar hermanos a los hombres, cuando dice: Hablaré de ti a mis hermanos; en medio de la asamblea te alabaré. 

Palabra de Dios. 

R/. Te alabamos, Señor.

 

El autor  del texto adopta de nuevo el estilo expositivo y argumentativo. La mención de los ángeles al comienzo (Heb 2,5) y al final (Heb 2,16) indica que se sigue explicando el tema del nombre de Jesús, que es superior al de los ángeles, si bien ahora se centra en su relación con los hombres. En un primer párrafo se explica que Jesús cumple plenamente la vocación del hombre anunciada en la Escritura (Heb 2,5-9); en el segundo se muestra su solidaridad con los hombres hasta la muerte (Heb 2,10-18).

El mundo futuro, la nueva creación, la ciudad nueva (Heb 1,5) no ha sido sometida

los ángeles sino a alguien de la raza humana.

El autor ve atestiguada la vocación sublime del hombre en el Salmo 8. Pero esta

sublime vocación no se había visto nunca realizada en ningún hombre. Sólo ahora encontramos uno, Jesús, en quien ha comenzado a realizarse: él es un auténtico “Hijo del hombre", un hombre plenamente humano hasta el extremo de haber apurado el cáliz amargo de una muerte atroz. Con ello muestra haber sido rebajado durante algún tiempo por debajo de los ángeles. Pero él es a la vez "el Hombre", coronado de gloria y honor como consecuencia de esa misma humillación hasta la muerte.

La vocación del hombre no se realiza por el camino de Adán, que busca el honor y la gloria rebelándose contra Dios y enfrentándose con sus semejantes. Este camino llevó de hecho a la perdición de los hombres. La gloria y el honor del hombre procede y se muestra en la actuación de Jesús que acepta el hacerse inferior a los ángeles hasta la muerte por amor a los hombres y así los beneficia a todos.

En un proceso de reflexión muy personal y profundo, el predicador se arriesga a buscar argumentos que ayuden a entender esa disposición divina, a primera vista escandalosa, según la cual Jesús sufrió la muerte en beneficio de todos, apareciendo como rebajado e inferior a los ángeles.

La expresión era conveniente (Heb 2,10) designa no una obligación que se derive necesariamente de la naturaleza de las cosas, sino la adecuación a la voluntad de Dios.

Elevar a la perfección (Heb 2,10) es un término técnico frecuente en el sermón, aplicado a Cristo o a los cristianos (Heb 5,9; 7,28; 9,9; 10,14; 11,40; 12,23). Expresa la idea de llegar al fin, de conseguir el objetivo o la meta últimos, y no la del perfeccionamiento moral o el crecimiento en la virtud. Designa una transformación que afecta a la naturaleza intima del ser, que lo hace apto para conseguir la meta, que es la vida de Dios. Se aplicaba técnicamente en el Antiguo Testamento a la consagración de los sacerdotes que los destinaba y capacitaba para el servicio divino (véase Ex 28,40-41; 29,1ss; Lv 21,10).

El cabeza de fila es el guía, el pionero, el conductor, el iniciador, el que va delante abriéndose camino y dejándolo abierto para los que vienen detrás de él y con él.

Santificador-santificados designa la cualidad de quien se encuentra en el ámbito de la existencia propia de Dios, el Santo, adaptado a su ser divino, no perteneciente ya a la esfera de este mundo. Propiamente no se opone a "pecador", sino a "profano", "mundano".

 

EVANGELIO

Del santo Evangelio según san Marcos: 1, 21-28


En aquel tiempo, llegó Jesús a Cafarnaúm y el sábado siguiente fue a la sinagoga y se puso a enseñar. Los oyentes quedaron asombrados de sus palabras, pues enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.

Había en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: "¿Qué quieres tú con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios". Jesús le ordenó: "¡Cállate y sal de él!". El espíritu inmundo, sacudiendo al hombre con violencia y dando un alarido, salió de él. Todos quedaron estupefactos y se preguntaban: "¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta? Este hombre tiene autoridad para mandar hasta a los espíritus inmundos y lo obedecen". Y muy pronto se extendió su fama por toda Galilea. 


Palabra del Señor. 

R/. Gloria a ti, Señor Jesús.

 

La enseñanza de Jesús se ve ratificada por su acción. Ambos aspectos de su ministerio, indisolublemente unidos, llevan una marca inconfundible: autoridad. Jesús posee la autoridad y el poder de quien, anunciando la llegada del reino de Dios, la hace realidad. La poderosa palabra doctrinal y la poderosa acción exorcista constituyen por igual un signo del poder divino de Jesús y, simultáneamente, un signo de que en él y con él se abre camino la soberanía de Dios en el mundo. Nada mejor que la curación de un hombre poseído por un espíritu inmundo para confirmarlo. Detrás de los espíritus inmundos se esconde para el evangelista el poder alienante y opresivo del maligno, que, ante la presencia de Jesús, "el santo de Dios", no puede hacer otra cosa que retroceder y escapar.

Obrando así, Jesús se convierte forzosamente en un interrogante para los hombres: ¿Qué es esto? En él late un misterio que pide ser descifrado. Los demonios parecen estar en posesión de una ciencia especial que, frente a Jesús, los lleva a reconocerle y proclamarle como "el santo de Dios". Tal reconocimiento no debe, sin embargo, suplantar al que él pretende suscitar en el hombre. Por eso les ordena callar, haciéndolo con un imperativo que, lejos de asemejarse al conjuro característico de los magos helenistas, evoca las duras recriminaciones que el mismo Dios dirige con frecuencia a su pueblo infiel.

 

MEDITATIO

 

En el texto evangélico de hoy, San Marcos manifiesta la admiración de los asistentes a la Sinagoga ante las palabras y obras de Jesús. En cuanto a las palabras, Jesús habla como quien tiene autoridad. Porque su palabra es Palabra de Dios, y en este sentido, hasta los Demonios se dan cuenta de ello, por eso se ponen a temblar, por eso le tienen miedo y le obedecen. Pero, Jesús, no solamente hablaba, sino ante todo actuaba, y su actuación diaria manifestaba la voluntad de Dios, y por eso la fuerza de su palabra hace posible que realice lo que significa. Jesús no va a la sinagoga sólo a rezar, sino a interesarse por las personas que sufren, en concreto por ese hombre que tenía un espíritu inmundo que lo martirizaba. No puede uno rezar a Dios-Padre de todos, sin interesarse por los hermanos. Llama también la atención el asombro que produce su doctrina. Jesús hablaba con autoridad y no como los escribas y fariseos. Éstos hablaban de las interpretaciones de las leyes que Dios les había dado. Y, como diría Jesús, “eran cargas pesadas que las ponían sobre los hombros de la gente”. (Mt. 23,4). Jesús hablaba “con autoridad”. Y autoridad viene de “autor”. Jesús no enseñaba normas y leyes aprendidas en las escuelas de los fariseos. Tenía una capacidad de crear, de sugerir, de cautivar. La gente, cansada ya de los viejos maestros de Israel, descubría en Jesús constantes impactos de novedad. Con Jesús no cabe lo viejo, lo cansado, lo aburrido.  Estando con Jesús no es posible envejecer.

 

 

ORATIO

 

            Señor Jesucristo, Camino, Verdad y Vida Tú que eres el Hijo predilecto del Padre y haz querido compartir con nosotros los Tesoros del Reino, y nos haz hecho comprender la dignidad con la que hemos sido craedos, por encima de los ángeles, concedenos la gracia de poder vivir siempre atentos a las inspiraciones del Espíritu Santo para poder permanecer en la libertad de los hijos de Dios. 

            Dios Padre te rogamos humildemente nos conceda la sabiduría para poder reconocer en tu Hijo Jesucristo al único que tiene palabras de Vida Eterna y ser sujetos de esa fuerza sanadora, liberadora, transformadora. Danos la Fe en él que es el único Salvador de la humanidad, haznos experimentar el poder del Espíritu Santo para poder formar parte de tu gloria. Ayúdanos Padre a vivir en alabanza y acción de gracias por todo cuanto permites y realizas en nuestra vida y sobre todo ser conscientes de que en las vicisitudes de la vida y aún en las circunstancias más adversas Tú estás siempre con nostoros hasta el fin del mundo. (Fray Pablo Jaramillo, OFMCap).

 

CONTEMPLATIO

 

            Dios nuestro que quieres que la humanidad entera te conozca, llegue al conocimiento de la verdad y se salve, infunde en el corazón de cada uno de tus hijos el deseo pronfundo y real de conocerte, pero antes de conocerte a Ti, conocerse a sí mismo, para que partiendo de la propia humanidad, signo de la dignidad que nos has otorgado por medio de Tu Divino Hijo, nuestro Señor Jesucristo, pueda amarse y respetarse, porque solamente amandose de manera objetiva, podrá descubrir también el amor que tu le tienes.

            Haznos entender que solamente descubriendo en la profundidad de nuestro ser el verdadero Amor que eres tu mismo y que manifiesta la marca auténtica de nuestro ser podamos correr presurosos a la fuete de tu misericordia, de tu perdón de tu vida, para que al contemplarte como Tú eres, único Dios vivo y verdadero, encontrándonos con tu Hijo Jesucristo, nuestro Hermano Mayor, podamos también llevarlo a la humanidad, gritándole al mundo entero que es el Dios-con-nosotros, y por eso actúa como quien tien autoridad. Por eso es fiel  tu proyecto de salvación universad, y el únco capaz de darnos la salud integral a los que vamos pasando por este mundo, en el cual, aparentemento no vemos más que tinieblas y sombra de muerte.

            Señor, Dios nuestro, sabemos que eres un Padre rico en misericordia y por eso hoy acudimos a Ti en estos momento de nuestra vida, con toda la realidad que nos circunda, pero sobre todo con la realidad de nuestro corazón, para que Tú nos hagas capaces de amarte y confiar verdaderamente en Ti, ya que Tú nos haz revelado que en la fe se fortalece nuestra esperanza, y con ellas el milagro de la salvación.

            Nos impresionan tus enseñanzas, Jesús, porque hablas con autoridad, hablas con Espíritu Santo, porque eres el Ungido, el Hijo de Dios hecho Hombre que ha venido al mundo solamente para darnos vida abundante, para darnos la salvació, la libertad y la felicidad plena. ¡Gracias Jesús, por hacer la voluntad del Padre! Porque con ella nos vino la salvación. (Fray Pablo Jaramillo, OFMCap).

 

ACTIO

 

Repite con frecuencia y vive hoy la palabra:

 

“Qué admirable es, Señor y Dios nuestro, tu poder en toda la tierra”. (cfr. Sal 8,2)

 

PARA LECTURA ESPIRITUAL

 

De un sermón de san Buenaventura, obispo

 

(Sermo de sancto Andrea, apostolo, Opera omnia IX, Quaracchi-Florentia 1901, pp. 463-470)

 

Hagamos penitencia y padezcamos con Cristo

 

La cruz, horrible en sí misma, especialmente antes de morir Cristo en ella, debemos, con todo, desearla, porque vivifica nuestra existencia. Todos anhelan y quieren la vida perenne; no hay persona tan descastada que no la desee y la busque. Los pecadores también la quieren, pero indebidamente, porque desean disfrutar de ella sin desprenderse de sus malos hábitos y placeres.

La senda que conduce a la vida perenne, carísimos, no es ésa, sino la que atraviesa el puente levantado por Cristo, que es la cruz, y que consiste en la lucha y en la victoria contra las inclinaciones perversas.

La cruz, desde fuera, espanta; mas, considerada y vista desde dentro, es apetecible: exteriormente, es leño de muerte; profundizando en su misterio íntimo, es el árbol de la vida, porque en él estuvo clavado Cristo. Desde entonces es fuente de vida, que produce gracia, como afirma Pablo a los Romanos: La paga del pecado es la muerte; mientras que el don de Dios es la vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro. La cruz es el árbol de la gracia vivificante que viene de Cristo por el riego de la penitencia.

¿Qué árbol es éste que puede conducir al hombre desde la aridez a la fronda, de la muerte a la vida? Esta cruz es la de Cristo. ¿Por qué padeció el Hijo de Dios por los hombres y no lo hizo por los ángeles? Porque el hombre es capaz de hacer penitencia; el ángel no. El hombre es aquel árbol que de fruto cuando recibe el riego del agua, es decir, de la gracia penitencial.

Y si la cruz es portadora de gracia vivificante, nosotros, muertos tantas veces por el pecado, abracemos esa cruz, hagamos penitencia y suframos con Cristo. Pedro dice: Ya que Cristo padeció en la carne, armaos también vosotros de este mismo pensamiento. Si no hacemos penitencia no veo cómo podremos responder en el juicio.

Si quieres dar fruto espiritual, debes morir a la carne. En el evangelio de Juan dice Cristo: Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere da mucho fruto. Si deseamos alcanzar los frutos del árbol de la vida juntamente con Cristo que murió crucificado en la cruz, también nosotros debemos ser crucificados con él.

Carísimos, para encontrar al Señor, debemos antes aproximarnos a la cruz; quien abandona la cruz abandonó primero a Cristo. El que desea ardientemente la cruz y al Señor lo encuentra sobre ella, y no retornará jamás con las manos vacías, porque de ella mana la fuente de la gracia.

 

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