HOMILÍA DOMINGO 21 DE JULIO. XVI DEL TIEMPO ORDINARIO B
HOMILÍA DOMINGO XVI DEL TIEMPO ORDINARIO B
Reuniré el resto de mis ovejas y les pondré pastores.
Jeremías: 23, 1-6 Salmo 22 Efesios 2,13-18 Marcos 6,30-34
Queridos hermanos y hermanas: paz y Bien
En un mundo hostil, falto de fe, indiferente a Dios, lleno de guerras y discordias. Donde parece que la competencia se impone cada vez más y donde estamos permitiendo que el nihilismo vaya tomando cada vez más terreno. Aquí, en el aparente sinsentido, Dios lanza su grito de advertencia y de amor para la humanidad entera. Sí, también para los pastores que nos olvidamos de que el rebaño no es de nuestra propiedad, y por lo tanto ni de nuestro redil, sino de la propiedad de Dios. El Señor alza su voz advirtiéndonos que tras las malas acciones, malas acciones que consisten en no cuidar Su rebaño, además de pedirnos cuentas, conducirá a su rebaño a verdes praderas, a fuentes de agua fresca, a espacios de fertilidad para que crezcan y se multipliquen. Todas serán salvadas bajo el yugo suave y ligero de la ley y de la justicia porque es el yugo del amor, de la misericordia, de la libertad de la esperanza. Esto queridos hermanos nos puede sonar a simple promesa, pero no debemos olvidar que el Señor cumple sus promesas, por eso, el mismo Dios se convierte en nuestro pastor. Pero aquí la pregunta sería:¿verdaderamente nos dejamos pastorear por Dios? Porque con mucha frecuencia juzgamos y tal vez hasta condenemos a los pastores, pero finalmente, no nos dejamos pastorear ni por ellos ni por Dios. Entones ¿qué sentido tiene decir que somos su pueblo y ovejas de su rebaño? Ciertamente ninguno.
Ser parte del rebaño de Dios, pastoreados por Cristo Jesús que no sólo es el buen pastor, sino el Pastor verdadero, dejarse pastorear por Él, significa estar unidos a Cristo, es como si Jesucristo mismo, con su derramamiento de sangre nos haya hecho hermanos suyos de sangre. Y no sólo en el Espíritu sino que en virtud de su sangre ahora estamos cerca los que antes estábamos lejos. ¿Quienes son, normalmente los que tenemos cerca de nosotros? La familia. La familia que nos cuida, nos envuelve, y nos protege, generando así un mundo de paz en nuestro entorno, y convirtiéndonos cada uno en paz para el otro. Por eso, no debemos olvidar que la paz es el fruto de la justicia. Donde hay odio, donde hay rencor, donde hay maldad allá no está Dios. Porque Dios, en Cristo Jesús nos ha reconciliado a todos no solamente con nosotros mismo, sino ante todo con Él. Por eso, la comunión fraterna es signo del Reino de Dios, donde todos estamos llamados a ser verdaderos testigos del amor de Dios.
Cristo Jesús con su vida, pasión, muerte en la cruz y resurrección nos ha reconciliado con Dios. Pero ha sido sobre todo con su cruz. Jesucristo en la cruz, con su muerte mató al odio, a la maldad. generó la libertad plena y absoluta para toda la humanidad. Sin embargo no hemos sabido ser libres. Dios nos ha dado la libertad total, con ella ha abierto a la humanidad entera las puertas del Reino, para que podamos entrar todos juntos, transformados en hombres nuevos. Por eso Dios no nos hizo esclavos, nos quizo libres, pero al mismo tiempo, no cerró las puertas de egoísmo, de la maldad, de la charlatanería.
Esta es la libertad que Dios nos ha dado, hacer uso de nuestras capacidades para elegir el bien y vivir, o elegir el mal y morir. Jesucristo vino a proclamar, a gritar, a anunciar la Buena Nueva de la Paz, más aún, Él es la paz. Él es nuestra paz definitiva, pero nos hemos alejado de Él.
Hemos dejado de lado nuestro ser de personas espirituales, es decir hombres y mujeres que se dejan guiar por las inspiraciones del Espíritu Santo. Así nos olvidamos de Dios y nos olvidamos de nuestros hermanos. Sin embargo, si nos dejamos guiar por el Espíritu de Dios, tenemos la certeza de poder acercarnos al Padre, sin temor sólo por amor. Porque donde no hay temor, hay amor.
Queridos hermanos y Hermanas es necesario que nos convenzamos de una vez por todas y actuemos en consecuencia. Solamente escuchando la voz del Señor, solamente identificándola podremos tener la certeza de no dejarnos guiar por cualquier voz.
Por eso, es absolutamente necesario permitir que la sintonía del Espíritu de Dios con nuestro espíritu, sea perfecta, sin interferencias, sin caídas del sistema. ¿Cómo podemos sintonizar escuchar descubrir la voz de Dios? Solamente desde el silencio. Sólo el silencio tanto interior como exterior que hemos de permitir que se genere en nosotros nos podrá manifestar y ayudar a distinguir la voz de Dios en un mundo donde la dictadura del ruido es impresionante, también es imposible que podamos escuchar la voz de Dios, porque estamos envueltos en un mundanal ruido que nos esclaviza. Nos distrae, nos descentra de lo esencial, ¿cuándo fue la última vez que te planteaste la posibilidad de estar realmente con Dios? ¿Cuándo fue la última vez que verdaderamente escuchaste su voz? Esa voz de la cual con toda certeza, puedes decir es la voz del señor, no es un engaño, es su voz, no es un espejismo, no es fruto de mi imaginación, ¡es su voz porque la relación que tengo con él me hace poseer la certeza de qué él me está hablando!
No te engañes, no estamos hablando de visiones. No estamos hablando de cosas raras extraordinarias, ¡no! Estamos hablando del conocimiento de Dios. Del conocimiento de la voz de Dios que me habla y todo conocimiento entra por los sentidos. Todo conocimiento entra por la razón.
Todo conocimiento no es fruto de la imaginación. El verdadero conocimiento surge del encuentro. cuánta importancia tiene este aspecto en nuestra vida cristiana, saber, entender y valorar que solamente cobra sentido desde nuestra relación con Cristo Jesús el buen pastor.
El evangelio de hoy nos narra esa extraordinaria experiencia de los apóstoles, que volviendo de la misión le vinieron a contar al Señor todo lo que habían hecho y enseñado. Muy bien, qué bueno había habido un gran número de personas que habían escuchado los testimonios de los apóstoles, que bien que expulsaron a los demonios, que maravilla sanar a los enfermos, ¡excelente! Pero la misión es anunciar a Jesucristo, no anunciarnos a nosotros mismos.
Pero Jesús lo sabe. Jesús, sabe que cuando nosotros nos vamos convirtiendo en el centro, no solamente en el centro del mensaje, del mensaje de salvación, sino que también vamos desplazando a Cristo Jesús, entonces hay un peligro, un peligro latente, el peligro, sí de anunciar nuestra propia palabra y no la de Dios.
Por eso Jesús invita a estos, sus apóstoles, que acaban de llegar a ir con Él. Es como si les invitara nuevamente a la primera experiencia. A volver al primer amor. ¿Por qué? Porque corrían el peligro de ensimismarse. Sólo el estando con Él a solas, contemplándolo para entrar en ese descanso, en esa armonía, en esa experiencia profunda de encuentro que vuelve a dar sentido al anuncio, al apostolado, a la misión y, al mismo tiempo, cuidar de no caer simple, y sencillamente en una activismo sino también de descansar.
Queridos hermanos y hermanas: ¡cuántas veces la falta de amor de entrega de fidelidad de testimonio de los pastores no es sólo por cansancio! Es el precio del activismo y de olvidar o relegar la relación con Dios.
La relación con Dios es esencial en la vida de todo cristiano, pero la relación con Dios es absolutamente necesaria para aquellos que él ha convocado para estar con él. Muchas de las veces, las personas no lo entienden, no entienden que los pastores debemos dedicar tiempo a la oración a la relación con Dios a estar con él, y también el saber alimentarnos, alimentarnos de su palabra, de su vida, de su ser, de su Eucaristia, de su cuerpo y de su sangre. ¿Para qué? Simplemente para que de esta manera poderles alimentar a ustedes.
Sin embargo, el episodio que nos narra el evangelio de hoy, además de lo que ya hemos venido comentando sobrepasa también la compasión de Jesús. Y es que es admirable, Jesús está al pendiente de sus apóstoles. Quiere, desea que sus apóstoles estén bien. Solamente así se logrará que el mensaje de salvación llegue a todos.
No se trata de un interés egoísta, no se trata de que Jesús quiera crear un Ghetto entre sus apóstoles, y él, donde nadie puede entrar como una especie de intimismo, de espiritualismo, de replegarse, de manera egoísta, no. Jesús quiere cuidar a sus apóstoles para que puedan anunciarle mejor.
Pero no sólo cuido a sus apóstoles, hoy nos damos cuenta que en este irse del otro lado, ahí está la multitud esperando a Jesús y esperando a sus apóstoles.
Esto es maravilloso ¿quién es capaz de hacer una travesía? ¿Quien es capaz de recorrer kilómetros para ir al encuentro con Dios? ¡Solamente quien tiene fe! Y a nosotros, en la actualidad, seguramente cada vez más nos llama la atención el que haya personas empeñadas en hacer una peregrinación a los lugares sagrados, bien sean los lugares sagrados, emblemáticos dentro de nuestro mismo país, estado, quizás región, pero la gente quiere ir y va por eso para encontrarse con Dios.
¿Pero qué es lo que mueve a estas personas hacer una experiencia de peregrinación? La fe, y la fe no nace de un cúmulo de normas. La fe no nace de una doctrina. La fe no nace de una teoría. La fe nace del encuentro con Jesucristo.
Aquí es donde nosotros podemos constatar. Realmente nos hemos encontrado con él si realmente le conocemos como el buen pastor en la fe, en la confianza en la esperanza que tengamos en él una fe, una esperanza, una confianza que nos lleva a ponernos en camino, en camino en primer lugar para encontrarnos con él, y en segundo lugar para anunciarle a él para dar testimonio de él en nuestra vida.
Claro, nosotros pensamos que esto, verdad, va dirigido únicamente a los pastores, y es verdad somos los primeros destinatarios de este mensaje en este caso concreto. Pero ustedes padres de familia ¿no son pastores de sus hijos? ¿No son quienes los han de guiar? ¿no han de tener ustedes una voz tan suave tan tenue tan significativa, que desde la primer palabra que escuchen, sus hijos la aprendan y la graben en su corazón para no confundirlos? ¿no tienen ustedes también la obligación de guiar de conducir de alimentar de cuidar a su familia? Acaso no son capaces de hacer todo lo que está su alcance, y más allá de lo que no está para salvar a sus hijos?
Entonces podemos entender, sí, que el señor nos invita a todos a ser pastores. Nos invita a todos a ser compasivos. Nos invita a todos a ser caritativos. Nos invita a todos a ser generadores de Esperanza.
Queridos hermanos y hermanas: en este año dedicado a la oración, en el cual su santidad el Papa Francisco nos invita a orar sin desfallecer, atrevámonos a practicar y llevar una vida de oración intensa profunda, transformadora, que nos vaya conduciendo al encuentro del Señor en el próximo gran jubileo del año 2025, como personas de esperanza y de alegría.
El Señor nos espera en la otra orilla, pero hemos de caminar presurosos para encontrarnos con Él.
La celebración ya casi inmediata para este gran jubileo nos invita a una preparación intensa a través de una profunda vida de oración.
No podemos entender como una vida profunda e intensa. de oración el dedicar simple y sencillamente un momento para rezar el rosario, para rezar un ave María, para darle gracias a Dios por el fin del día, para agradecerle el nuevo día que nos regala, no, no.
Hemos de empeñarnos y familiarizarnos con la la Lectio Divina. La Lectio Divina nos ayuda a ir iluminando nuestra vida diaria, desde la palabra de Dios. Procuremos hacer de la Lectio Divina como un estilo de vida.
No hace falta leer textos de la sagrada escritura extensos unos cuantos versículos, pero de forma continua. Lo mejor siempre será orar con el evangelio de cada día.
Dediquemos un tiempo, aunque sea corto a la lectura asidua de la Palabra de Dios, luego, hagamos una sencilla meditación de la Palabra de Dios. Oremos con la Palabra de Dios. Contemplemos la palabra de Dios y pongamos en práctica lo que esta Palabra nos inspira.
Queridos hermanos y hermanas: en esta preparación al gran Jubileo 2025, la Iglesia nos ofrece la gran oportunidad de poder experimentar el amor, la misericordia, la fidelidad y la ternura de Dios a través de la Indulgencia plenaria. Ojalá que todos podamos redescubrir el sentido profundo, auténtico y salvador de este gran don de la Iglesia, la Indulgencia.
Si Dios me lo permite en los próximos días y meses de este año estaremos hablando de la Oración como preparación al Jubileo 2025, y también iremos aclarando en qué consiste la Indulgencia y como la Iglesia nos la presenta hoy, en la actualidad.
Queridos hermanos y hermanas: pidamos al Señor por la intercesión de la Santísima Virgen María, que nos conceda la gracia de poder encontrarnos con Él. De hacer de Él nuestro pastor y guía. Dejémonos guiar por Él. escuchémosle sólo a Él.
Démonos la oportunidad de desintoxicarnos de tanto ruido, y atrevámonos a vivir una vida bajo su mirada que es de amor y misericordia dejándonos conducir siempre por Él como peregrinos de la esperanza y de la paz. Que la alegría del Señor sea nuestra fortaleza. Paz y bien.
Fraternalmente: Fray Pablo Jaramillo, OFMCap.
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