La Santa Reforma Capuchina.
Los orígenes
La orden nace en torno a 1525, cuando el hermano franciscano observante Mateo de Bascio - ordenado sacerdote en la región de las Marcas, Italia - se convenció que el estilo de vida llevado por los franciscanos de su tiempo no era el que san Francisco había imaginado. Él quería volver al estilo de vida originario en soledad y penitencia como lo practicó el fundador de su Orden.
Sus superiores buscaban suprimir estas iniciativas, y fr. Mateo y sus primeros compañeros fueron obligados a esconderse de las autoridades de la Iglesia, que querían arrestarlos por haber abandonado sus obligaciones religiosas. Era, por otro lado, los años de la Reforma Luterana y, por lo tanto, cualquier tentativa de renovación era mal vista por los superiores de las órdenes religiosas. Mateo y sus amigos encontraron refugio con los monjes camaldulenses; como signo de gratitud ellos adoptaron luego la capucha que llevaba esa orden, que era la marca del ermitaño en las Marcas, y la costumbre de llevar barba. El nombre popular de su movimiento tiene origen en esta característica de sus hábitos.
En 1528, Mateo obtiene, gracias a la mediación de Catalina Cybo, duquesa de Camerino, la aprobación de la forma de vida por parte del papa Clemente VII con la bula Religionis zelus y le fue dado el permiso de vivir como un eremita y de poder ir donde quisiera predicando a los pobres. Estos permisos no fueron solo para él, sino para todos los que se le unirían en el intento de restaurar la observancia lo más literalmente posible de la regla de san Francisco. A Mateo y su grupo originario muy pronto se le unieron otros e inicialmente fueron llamados hermanos menores de la vida eremítica y, por la oposición de los Observantes, se transformaron en una congregación - Hermanos menores eremitas - rama de los franciscanos Conventuales, pero dotados de su Vicario propio.
Un momento difícil fue en 1542 cuando el Vicario general de la Orden, Bernardino Ochino, adhirió a la Reforma protestante.
El papa Gregorio XIII, en 1574, permitió a la Orden asentarse en "Francia y en todas las otras partes del mundo y de erigir casas, lugares, Custodias y Provincias", autorizando, en los hechos, su difusión fuera de Italia. En el siglo XVI los capuchinos podían contar con cerca de 14.000 hermanos y casi 1.000 conventos. Los números de la orden aumentaron posteriormente ente 1600 y la mitad del siglo XVIII. Los hermanos, de hecho, llegarían a 34.000 y los conventos a 1.700. Estos fueron, por otra parte, también los años en que la Orden modificó, o mejor, perfeccionó algunas de sus características iniciales. Aún manteniendo la fidelidad al voto de radical pobreza, los capuchinos se fueron demostrando como muy buenos predicadores y esto, considerando las relaciones iniciales con la rama conventual, llevó a una "conventualización". Este proceso fue además sostenido también por la Santa Sede, que esos años llevó a las órdenes religiosas a suprimir los conventos menores o muy pequeños, convencida que dando vida a realidades más grandes estas podrían ser mejor controladas. Los iniciales pequeños estantes de libros se transformaron en verdaderas bibliotecas, necesarias para asegurar la buena educación de los predicadores. Para comprender el verdadero papel de la Orden en este siglo y medio, baste pensar que Alejandro Manzoni eligió a un capuchino, fray Cristóforo, para oponerse a don Rodrigo, en su novela Los novios.
Los capuchinos fueron también muy activos en las misiones: por ejemplo, como refiere Pellegrino de Forlí, la arquidiócesis india de Agra fue confiada a los hermanos de su orden desde 1703.
Desde la segunda mitad
del Siglo XVIII hasta hoy
Desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta fines de 1800, la Orden vivió un momento de crisis. Baste pensar que entre 1787 a 1847 no se realiza el capítulo general de la Orden, la asamblea general de todos los responsables de las Provincias en que ella se divide. Estas dificultades fueron más por motivos sociopolíticos que religiosos. La Revolución francesa y las experiencias similares en otros estados europeos llevaron a la supresión de conventos e incluso de provincias enteras. Además, lo mismo se puede decir que la Italia de fines del siglo XIX, donde la ley de las Garantías Papales privó a las Ordenes religiosas de muchos bienes e incluso de conventos. Ante esto, en cambio, se desarrolló una más consciente obra misionera, sobre todo en las Américas, donde la Orden creció muy rápidamente.
No obstante las dificultades a inicios del siglo XX, los capuchinos eran cerca de 9.500 y se alojaban en más de 600 casas. En el capítulo de 1884 había decidido volver a comprar muchos conventos que se habían perdido en el curso del siglo precedente y se aprobaron las nuevas Constituciones. Las precedentes eran de 1643. El siglo XX fue, también para todas las órdenes religiosas, el siglo del regreso a los orígenes y de la apertura a la novedad del mundo contemporáneo. Baste pensar en el Concilio Vaticano II y la invitación a todas las comunidades religiosas a redescubrir las razones originarias del propio carisma. Los Capuchinos no estuvieron exentos de la crisis vocacional, que golpeó a la Iglesia Católica en Europa y en Norte América en los años 60 y 80. A pesar de esto los capuchinos permanecen como una de las órdenes de la Iglesia Católica más grande y diseminada en el mundo.
La espiritualidad
Los Capuchinos, desde sus orígenes, estuvieron marcados por un particular apego a la oración y al cuidado de los pobres y de los enfermos. La Orden creció rápidamente tanto en dimensión como en popularidad, dada su tendencia a imitar la vida de Jesús tal como se describe en los Evangelios. Estas perspectivas muchas veces eran complementarias a las misiones en las zonas rurales pobremente asistidas por las existentes estructuras parroquiales, satisfaciendo las necesidades de los fieles ante la falta de un clero suficientemente preparado. Es característica propia de la Orden la cercanía a los últimos en las ciudades y en los campos, adoptando un estilo homilético simple e impregnado cotidianidad.
Capuchinos.org
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