Dios ama tu alma igual que ama la suya
17 de noviembre
Sé que no te
convencerás, que no lo verás claro, que no experimentarás el consuelo de esta
gran verdad, mientras dure esta prueba; pero obedece las indicaciones de quien
ante Dios ama tu alma igual que ama la suya y basta. «Querría - repito las palabras que Dios dijo un día a la santa
virgen Gertrudis - querría que mis
elegidos se convencieran de esta verdad: que me agradan mucho sus oraciones y
sus buenas obras cuando me sirven a costa del propio sufrimiento. Servirme a
costa del propio sufrimiento quiere decir que, no sintiendo alegría alguna de
sabrosa satisfacción, siguen realizando fielmente sus oraciones y sus
ejercicios piadosos del mejor modo, y confían en que yo aceptaré todo de buen
grado por mi bondad». Después el Señor añadió estas significativas
palabras: «Has de saber, Gertrudis, que
la mayor parte de las personas piadosas lo son de forma que, si yo les diera
satisfacciones y consuelos espirituales, éstos no les serviría para su
salvación y, lejos de acrecentar sus méritos, los perderían».
Y que esto,
por desgracia, es así, puedo demostrarlo por la prolongada experiencia de un
alma muy unida a mí. Por eso, hija mía, vive en paz, que ya llegará el día en
que el Señor, también a ti, te hará conocer la verdad de cuanto se te dice, o,
mejor dicho, te concederá convencerte de ello; pues tú logras conocer que se te
dice la verdad, ya que nadie quiere engañarte, pero no logras convencerte.
(30 de marzo de 1917, a María
Gargani – Ep. III, p. 269)
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