Morir y amar a Dios




2 de noviembre

Subamos, mis queridas hijas, subamos sin cansarnos nunca a la celeste visión del Salvador; alejémonos paso a paso de las ataduras terrenas; despojémonos del hombre viejo y vistámonos del hombre nuevo; y aspiremos a la felicidad, que nos está preparada.

Antes de poner fin a esta carta, os ruego que oréis mucho a Jesús por mí, para que me conceda someterme a su voluntad, manifestada por mi superior, y servirle con fidelidad y sinceridad.

Yo deseo, y vosotras no lo ignoráis, morir y amar a Dios; o la muerte o el amor; ya que la vida, sin este amor, es peor que la muerte. Hijas mías, ¡ayudadme! Yo muero y agonizo en cada instante. Todo me parece un sueño y no sé dónde me muevo. ¡Dios mío! Cuándo llegará la hora en que yo pueda cantar «Éste, oh Dios, es mi descanso para siempre».

 (31 de octubre de 1916, a Asunción di Tomaso y otras – Ep. III, p. 404)

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