Pon dulcemente tu corazón en las llagas de nuestro Señor



10 de marzo
Es bueno aspirar a la más alta perfección cristiana, pero no hay que filosofar sobre ella sino sobre nuestra conversión y sobre nuestro progreso en la misma en los acontecimientos diarios, dejando el éxito de nuestro deseo a la providencia de Dios y abandonándonos en sus brazos de padre, como lo hace un chiquillo, que, para crecer, come cada día lo que le prepara su padre, confiando en que no le faltará el alimento en la medida de su apetito y de su necesidad. […].
Guárdate de los escrúpulos y de las inquietudes de conciencia; y ten calma absoluta en lo que te dije de palabra, porque te lo dije en nuestro Señor. Permanece en la presencia de Dios por los medios que te indiqué y que sabes.
Guárdate de la tristeza y de las inquietudes, porque no hay cosa que impida tanto caminar hacia la perfección. Hijito mío, pon dulcemente tu corazón en las llagas de nuestro Señor, pero no a fuerza de brazos. Ten una gran confianza en su misericordia y bondad, que él no te abandonará nunca; pero no dejes por eso de abrazar fuertemente su santa cruz.
(20 de enero de 1918, a Fray Manuel de San Marco La Carola – Ep. IV, p. 419)

Muchas de las veces pensamos y creemos que a fuerza de mucho hablar o razonar podemos cambiar y ser mejores. Sin embargo, la conversión profunda, auténtica del corazón, se va llevando a cabo día a día a través de la práctica de las buenas obras y de la fidelidad a sí mismo y a los demás a través de los pequeños detalles diarios. Es necesario, por tanto poner todo, absolutamente todo el empeño por crecer en la perfección cristiana, pero sobre todo es necesario no perder de vista, que, aunado a nuestros esfuerzos, es Dios quien le va dando cause y configuración a nuestro espíritu para que día a día se más acorde con su propio Espíritu. Para tal fin es necesaria la confianza en Dios y en su providencia divina. Solamente aquella persona que es capaz de soltarse las amarras que le atan a sus seguridades de este mundo, y que más que seguridades, son inseguridades que van creando dependencias tóxicas, entonces, al soltar plenamente dichos amarres y ponerse en manos de Dios, y actuando en consecuencia, se podrá crecer en la perfección de la caridad cristiana. Una conciencia que siempre tiene presente a Dios en su vida, nunca va a faltar, y sin falta no será permisivamente, entonces no sufras por pensar en que siempre ofendes a Dios, ya que si no lo quieres hacer, Él no es ofendido. Lo que sí es verdad, que debes confiar en Él y al mismo tiempo arrojarte en los brazos de su inmensa misericordia con la certeza de que siempre estará contigo, pero si confías de esta manera en el Señor, también debes abrazar fuertemente la cruz del sufrimiento, pero sobre todo la cruz de la conversión, que te conduce a la resurrección
Paz y Bien.
Fray Pablo Jaramillo, OFMCap.
Puebla de los Ángeles, 10 de marzo de 2020.

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