Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros.
Hagan,
pues, y observen todo lo que ellos les digan;
pero
no imiten sus obras
Martes
de la 2ª semana Cuaresma “A”
Isaías
1,10.16-20 Salmo 49 Mateo 23, 1-12
Jesús dijo a la
multitud y a sus discípulos:
«Los escribas y
fariseos ocupan la cátedra de Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos
les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen. Atan
pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos
no quieren moverlas ni siquiera con el dedo.
Todo lo hacen para
que los vean: agrandan las filacterias y alargan los flecos de sus mantos; les
gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en
las sinagogas, ser saludados en las plazas y oírse llamar «mi maestro» por la
gente.
En cuanto a
ustedes, no se hagan llamar «maestro», porque no tienen más que un Maestro y
todos ustedes son hermanos. A nadie en el mundo llamen «padre», porque no
tienen sino uno, el Padre celestial. No se dejen llamar tampoco «doctores»,
porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías.
Que el más grande
de entre ustedes se haga servidor de los otros, porque el que se ensalza será
humillado, y el que se humilla será ensalzado.»
Reflexión
Queridos hermanos
y hermanas: Paz y Bien
De nuevo nos
encontramos con el imperativo urgentísimo de hacer caso a la llamada a la
conversión, que en palabras del profeta Isaías, se lanzan a los habitantes de
dos ciudades que eran todo un símbolo del pecado en el AT: Sodoma y Gomorra.
Este texto es
tanto más actual cuanto nos ponemos a contemplar con los ojos de Dios las
realidades que estamos viviendo en el mundo entero. Pero qué digo en el mundo
entero, seguramente que este es un llamado que Dios nos está haciendo a
nosotros. A ti y a mí. Durante los últimos días hemos sido testigos de
acontecimientos muy dolorosos para la humanidad. ¿Qué nos está pasando? ¿Por qué
tanta deshumanización? ¿Quién es responsable de tantos signos de muerte? ¡Cuán
doloroso es ver cómo los hombres y mujeres del Siglo XXI no estamos a la altura
de las expectativas, de las exigencias propias de este tiempo!
Sin embargo, Dios
no se cansa, no se cansará nunca de llamarnos a la conversión. No dejará nunca
que ninguno de sus hijos se pierda, porque somos para Él más preciados que la
niña de sus ojos.
Así, sale
nuevamente a nuestro encuentro el Amor y la Misericordia de Dios, para decirnos
con todas las letras que por grandes, negros, oscuros, rojos como la sangre, encendidos
como la púrpura, que sean los pecados de una persona o de un pueblo, si te
conviertes, <<quedarán blancos como la nieve, como lana blanca>>. Dios
jamás se va a retractar de sus promesas. Nunca le fallará a la persona. Pero es
necesario que nosotros, ustedes y yo, actuemos en consecuencia, es decir, de
manera responsable. Es necesario cambiar la conducta, abandonar elmal y
comprometerse activamente en el bien. El bien, que no consiste simplemente en
evitar hacer obras malas, injustas, sino en fomentar las buenas acciones y la
justicia, ¿cómo? Dejando los signos de muerte, dejando de derramar sangre
inocente que mancha las manos y el corazón, entonces sí: <<lávense, límpiense,
quiten sus fechorías de delante de mi vista, (dice el Señor), dejen de hacer el
mal, aprendan a hacer el bien, busquen lo justo, busquen lo justo, den sus
derechos al oprimido, hagan justicia al huérfano, sean abogados de la
viuda>> (Is 1,16-17). Este queridos hermanos es un mensaje absolutamente
actual, que puedes poner en práctica hoy, hoy. Tú, no los demás. Tú y yo, a quienes
nos está llegando este mensaje. Porque Dios mismo detesta los ritos vacíos, en
el salmo de hoy se hace una comparación muy seria entre la liturgia y la
caridad, y desde luego lo más agradable a Dios es la caridad, sin dejar de celebar
dignamente la liturgia, desde luego, pero <<No te reprocho tus sacrificos…
¿por qué recitas mis preceptos y tienes siempre en la boca mi alianza, tú que
detestas mi enseñanza y te echas a la espalda mis mandatos?>>. El reproche
de parte de Dios se vuelve dramático: <<Esto haces y me voy a callar? Te acusaré,
te lo echaré en cara>>.
Irónicamente, nos
encontramos que la hipocresía denunciada por el salmista: rezar a Dios, pero no
cumplir sus enseñanzas en la vida, la desenmascara y la pone todavía más de
manifiesto con mayor fuerza Jesús en el evangelio.
Los fariseos
pretendían vivir según las normas más estrictas de la ley, se creían los
justos.
Muchos de los
maestros de la ley, eran también fariseos. Jesús aconseja al pueblo que cumplan
lo que ellos les predican, pero que no los imiten..... porque hablan, pero no
cumplen, exigen a los demás y son permisivos para con ellos mismos, todo lo
hacen para recibir las alabanzas de la gente y andan buscando los primeros
puestos. Jesús les acusa de intransigentes, de vanidoso, de contentarse con las
formas exteriores, para la galería, para la imagen, pero sin coherencia
interior.
Y al mismo tiempo
que Jesús censura a los dirigentes de Israel, se dirige también a sus discípulos
y les traza un camino muy distinto del de los fariseos.
En la comunidad
cristiana debe haber un gran sentido de igualdad y fraternidad.
Cuando Jesús dice:
todos ustedes son hermanos, todos tienen un mismo Maestro..., nos está pidiendo
que vivamos como hermanos, que entre nosotros no haya celos, no haya envidia,
no haya división.
Es cierto que en
todo grupo humano hay distintas capacidades, pero la mayor capacidad, no debe
ser motivo para querer destacarse, sino para servir mejor.
Jesús establece
una sólida norma de vida comunitaria, Él inculca que la verdadera grandeza, la
mayor dignidad es el servicio a los hermanos.
Dice el Señor:
porque el que se ensalce será humillado y el que se humille será ensalzado.
Muchas veces
nuestro esfuerzo por elevarnos ante los hombres, nos hace rebajarnos ante Dios.
La humildad en el
servicio debe ser el lema de un cristiano. Y cuando al cristiano le toca
ejercer algún puesto de mayor jerarquía, con más razón aún.
En este tiempo de
cuaresma, especialmente, tenemos que reflexionar sobre nuestra actitud, a la
luz de la palabra de Dios, y producir los cambios necesarios.
Este es un tiempo
en que la Iglesia, nos invita a convertir nuestro corazón, para llegar a la
pascua, habiendo experimentado en nuestra vida algún cambio.
Por eso, cada día
que pasa, estamos invitados a revisar alguna actitud de vida, y proponernos
cambiar. Jesús murió y resucito históricamente hace 2020 años, pero Jesús
resucita cuando cada hombre se transforma en un hombre nuevo conformado a su
imagen. Por eso para que el día de Pascua, podamos desearnos una Feliz Pascua
de Resurrección, cada uno de nosotros debe recorrer un camino que lo conduzca a
ser un hombre nuevo, resucitado. Pensemos:
¿Me siento
realmente hermano? ¿Sí, hermano de este que me perjudicó en esto? ¿De esa que
habló mal de mí? ¿De esas personas que trabajan con nosotros o para nosotros y
que a veces ni somos capaces de mirarnos? ¿O me siento superior? ¿Me siento
distinto?
Vamos Hoy a hacer
un gesto que haga sentir al otro, que yo soy su hermano en Cristo
Pidamos
a María Virgen y Madre, nos acompañe en nuestro camino cuaresmal a la conversión,
y como meta última a la resurrección, es
decir a la transformación interior. No pensemos como los fariseos, que son los
otros los que tienen que cambiar, todos..., tenemos que cambiar, y en este
tiempo, el Señor nos acompaña con especiales gracias, para que logremos ese
cambio.
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