LECTIO DIVINA SÉPTIMO LUNES DE PASCUA. Yo no estoy solo, porque el Padre está conmigo
Cantemos a Dios un canto de alabanza.
Aleluya.
Hech 19,1-8 Salmo 67 Juan
16, 29-33
LECTIO
PRIMERA LECTURA (Hech 19,1-8)
Del libro de los Hechos de los Apóstoles
En aquellos días,
mientras Apolo estaba en Corinto, Pablo atravesó las regiones altas de Galacia
y Frigia y bajó a Éfeso. Encontró allí a unos discípulos y les preguntó: “¿Han
recibido el Espíritu Santo, cuando abrazaron la fe?”. Ellos respondieron: “Ni
siquiera hemos oído decir que exista el Espíritu Santo”. Pablo replicó:
“Entonces, ¿qué bautismo han recibido?”. Ellos respondieron: “El bautismo de
Juan”.
Pablo les dijo: “Juan
bautizó con un bautismo de conversión, pero advirtiendo al pueblo que debían
creer en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús”.
Al oír esto, los discípulos fueron bautizados en el nombre del
Señor Jesús, y cuando Pablo les impuso las manos, descendió el Espíritu Santo y
comenzaron a hablar lenguas desconocidas y a profetizar. Eran en total unos
doce hombres.
Durante los tres meses
siguientes, Pablo frecuentó la sinagoga y habló con toda libertad, disputando acerca
del Reino de Dios y tratando de convencerlos.
Palabra de Dios.
R./ Te alabamos, Señor.
La espléndida ciudad de
Éfeso se convierte, pues, en el punto de encuentro de diferentes corrientes del
cristianismo primitivo, con las que hoy también se mide Pablo. También se las
tiene que ver con discípulos, más o menos remotos, de Juan el Bautista, que
forman parte de un movimiento más bien amplio y, para nosotros, todavía
misterioso. La docena de «discípulos» tienen, probablemente, un pie en el grupo
del Bautista y otro en el grupo de Jesús. Pablo los catequiza mostrando que precisamente
Juan había indicado la superioridad de Jesús. Se nota aquí el intento de
clarificar la relación
entre el bautismo de Juan y el de Jesús: el primero está ligado a
la penitencia; el segundo, a la acción del Espíritu. El enlace, el encuentro y,
a veces, el desencuentro entre las diferentes corrientes y movimientos debieron
de ser vivaces, aunque Lucas no nos proporciona –quizás porque carece de ellas,
informaciones más precisas.
No sabemos si fue Pablo
quien los bautizó, pero sí fue él quien les impuso las manos, renovando otro
Pentecostés, como ya había sucedido en otras ocasiones, especialmente con Pedro
y Juan en Samaría. El Espíritu, ligado al bautismo en el nombre del Señor
Jesús, los colma de sus dones y hablan en lenguas y profetizan. Apremia a Lucas
mostrar, entre otras cosas, que Pablo, aunque no es uno de los Doce, tiene los
mismos poderes que ellos. También desea mostrar que los «Hechos de Pablo» se
asemejan a los «Hechos de Pedro». Además
de con los discípulos del Bautista, Pablo se las tiene que ver
también, en Éfeso, con la magia y con el paganismo, en el famoso episodio de la
revuelta de los orfebres.
SALMO RESPONSORIAL (Sal 67)
R./ Cantemos a Dios un canto de alabanza. Aleluya.
L. Cuando el Señor actúa sus enemigos se dispersan y huyen ante su
faz los que lo odian; cual se disipa el humo, se disipan; como la cera se
derrite al fuego, así ante Dios perecen los malvados.
R./ Cantemos a Dios un canto de alabanza. Aleluya.
L. Ante el Señor, su Dios, gocen los justos y salten de alegría.
Entonen alabanzas a su nombre. En honor del Señor toquen la cítara.
R./ Cantemos a Dios un canto de alabanza. Aleluya.
L. Porque el Señor, desde su templo santo, a huérfanos y viudas da
su auxilio; él fue quien dio a los desvalidos casa, libertad y riqueza a los
cautivos.
R./ Cantemos a Dios un canto de alabanza. Aleluya.
ACLAMACIÓN antes del Evangelio (Col 3,1)
R./ Aleluya, aleluya.
Puesto que han resucitado con Cristo, busquen los bienes de
arriba, donde está Cristo, sentadora la derecha de Dios.
R./ Aleluya.
+ Evangelio según san Juan: 16, 29-33
En aquel tiempo, los discípulos le dijeron a Jesús: “Ahora sí nos
estás hablando claro y no en parábolas. Ahora sí estamos convencidos de que lo
sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por eso creemos que has venido
de Dios”. Les contestó Jesús: “¿De veras creen? Pues miren que viene la hora,
más aún, ya llegó, en que se van a dispersar cada uno por su lado y me dejarán
solo. Sin embargo, no estaré solo, porque el Padre está conmigo. Les he dicho
esas cosas, para que tengan paz en mí. En el mundo tendrán tribulaciones; pero
tengan valor, porque yo he vencido al mundo”.
Palabra del Señor.
R./ Gloría a ti, Señor Jesús.
El fragmento comienza
con algunas palabras entusiastas de los discípulos de Jesús: «Ahora has
hablado claramente y no en lenguaje figurado» (v. 29). Piensan losdiscípulos
que las palabras del Señor sobre su misión son ahora comprensibles, pero
olvidan que les había dicho que la nueva era comenzaría después de la
resurrección y que la comprensión de sus palabras tendría como maestro interior
al Espíritu Santo. Creen tener ahora en sus manos el secreto de la persona de
Jesús y poseer una fe adulta en Dios. Jesús tendrá que hacerles constatar, por
el contrario, que su fe tiene que ser reforzada aún, porque es demasiado
incompleta para hacer frente a las pruebas que les esperan (vv. 31s). Son
palabras que esconden una gran amargura: el Nazareno predice el abandono por
parte de sus amigos. Éstos se escandalizarán por la suerte humillante que sufrirá
su Maestro.
Con todo, Jesús nunca
está solo. Vive siempre en unidad con el Padre. Por eso termina el coloquio con
los suyos pronunciando palabras llenas de esperanza y de confianza: «Les he
dicho todo esto para que puedan encontrar la paz en su unión conmigo. En el
mundo encontrarán dificultades y tendrán que sufrir, pero tengan ánimo; yo he
vencido al mundo» (v. 33). Jesús ha vencido al mundo desarmándolo con el
amor. Ha elegido lo que cuenta a los ojos de Dios y perdura en la vida,
no lo efímero. Y este mensaje es el que deja a sus discípulos como
«testamento espiritual».
MEDITATIO
La solidez de la
relación con Dios emerge en la hora de la prueba, cuando nos encontramos solos
ante Dios y, de improviso, se diluyen los apoyos humanos y las grandes
ilusiones. Entonces es cuando se manifiesta dónde está apoyado de verdad tu
corazón: en tus propias seguridades o en la Palabra del Señor, en el abandono
total en él. La fe se purifica en las pruebas y en la soledad, y nos introduce
en el camino de Jesús, que afirma: «Yo no estoy solo, porque el Padre está
conmigo», y nos hace considerar seriamente las palabras de Jesús: «Tengan
ánimo, yo he vencido al mundo».
La prueba y las
tribulaciones pertenecen también a un proceso de maduración, porque nos hacen
entrar en nosotros mismos, desear el silencio; nos sumergen en la soledad, allí
donde siempre podemos descubrir nuestra vocación de estar «solos con el Solo»,
de anclarnos en aquel que nunca nos abandonará, con aquel a quien, juntos,
aclamamos en los Salmos a menudo como nuestra roca, nuestro refugio, nuestra
defensa, nuestro baluarte, nuestro consuelo. En esos momentos estas palabras
asumen una verdad, una evidencia y una
fuerza particular, y nos sentimos crecer en la comprensión del
misterio de la vida y de nuestra íntima relación con Dios.
ORATIO
Ilumina, Señor, mis
noches con la luz discreta de tu presencia. No me abandones en mis soledades,
cuando todo parece hundirse a mi alrededor y cuando las presencias más
familiares se me vuelven extrañas y son incapaces de consolarme. Tú también
sabes, Jesús mío,
lo terrible que es la soledad, cuando hasta el Padre se te hacía
imposible de encontrar y te sentiste abandonado por él. Por esta terrible
desolación por la que pasaste, ven en ayuda de mis desiertos, no me abandones
cuando me siento abandonado por los otros.
Tú que sudaste sangre, alivia mis heridas. Tú que has resucitado,
haz fecunda de vida la sensación de inutilidad y abandono. Por tu santa agonía,
por tu gloriosa lucha contra el sentido de la derrota, llena mis momentos terribles,
las horas y los días de vacío, para que yo pueda experimentarte como mi dulce
salvador.
CONTEMPLATIO
En una noche oscura
con ansias, en amores inflamada
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada;
a escuras y segura
por la secreta escala, disfrazada,
¡oh dichosa ventura!,
a escuras y encelada,
estando ya mi casa sosegada;
en la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.
Aquesta me guiaba
más cierto que la luz de mediodía
a donde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
¡Oh noche que guiaste!;
¡oh noche amable más que el alborada!
¡oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!
(Juan de la Cruz, Obras completas, BAC, Madrid 199414).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Yo no estoy solo, porque el Padre está conmigo» (Jn
16,32b).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Cuando te sientas solo,
debes intentar descubrir la fuente de este
sentimiento. Eres propenso a escapar de tu soledad o bien a
permanecer en ella. Cuando huyes de ella, tu soledad no disminuye
realmente: lo único que haces es obligarla a salir de tu mente de
manera provisional. Cuando empiezas a permanecer en ella, tus
sentimientos no hacen más que volverse más fuertes y te vas
deslizando hacia la depresión. La tarea espiritual no consiste ni en huir
de la soledad ni en dejarse anegar por ella, sino en descubrir su fuente.
No resulta fácil de hacer, pero cuando se logra identificar de algún modo el
lugar de donde brotan estos sentimientos, pierden algo de su poder sobre ti.
Esta identificación no
es una tarea intelectual; es una tarea del
corazón. Con él debes buscar ese lugar sin miedo. Se trata de una búsqueda
importante, porque conduce a discernir algo de bueno sobre ti mismo. El dolor
de tu soledad puede tener sus raíces en tu vocación más profunda. Podrías
descubrir que tu soledad está ligada a tu llamada a vivir por completo para Dios.
La soledad se puede revelar entonces como el otro lado de tu don único. En
cuanto experimentes en tu «yo» más intimo la verdad, podrás descubrir que la
soledad no sólo es tolerable, sino también fecunda. Lo que de primeras parecía
doloroso, puede convertirse después en un sentimiento que -aun siendo penoso-
te abre el camino hacia un conocimiento todavía más profundo del amor de Dios
(H. J. M. Nouwen, La voce dell´amore Brescia 19972, pp. 58s
[trad. esp.: La voz interior del amor, PPC, Madrid 1997).
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