Lectio Divina La Transfiguración del Señor. Su rostro se puso resplandeciente como el sol.

Cuando se manifieste el Señor, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

2 Pedro: 1, 16-19 salmo 96,1-2.5-6.9. Mateo 17,1-9


 

LECTIO

 

PRIMERA LECTURA

Nosotros escuchamos esta voz venida del cielo.

De la segunda carta del apóstol san Pedro: 1, 16-19

 

Hermanos: Cuando les anunciamos la venida gloriosa y llena de poder de nuestro Señor Jesucristo, no lo hicimos fundados en fábulas hechas con astucia, sino por haberlo visto con nuestros propios ojos en toda su grandeza. En efecto, Dios lo llenó de gloria y honor, cuando la sublime voz del Padre resonó sobre él, diciendo: "Éste es mi Hijo amado, en quien yo me complazco".

Y nosotros escuchamos esta voz, venida del cielo, mientras estábamos con el Señor en el monte santo. Tenemos también la firmísima palabra de los profetas, a la que con toda razón ustedes consideran como una lámpara que ilumina en la oscuridad, hasta que despunte el día y el lucero de la mañana amanezca en los corazones de ustedes.

 

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

 

La llamada a la esperanza y a la actitud vigilante se funda y sustenta en el "recuerdo" de lo sucedido en el pasado. Este recuerdo se convierte en el motivo dominante de la segunda sección y se refiere a la vida y enseñanza de Cristo, de las que el apóstol se confiesa testigo (2 Pe 1,12. 15-16.18) y a la palabra de los profetas (2 Pe 1,19), que abarca la revelacion del Antiguo Testamento. Para dar mayor fuerza a su exhortación el autor apela a su condición de

apóstol y a la responsabilidad que su misión le exige de cara a los destinatarios. El apóstol ha de estar vigilante y mantener alerta a los que se sabe enviado (como los profetas eran "centinelas del pueblo", véase Ez 3,1621). Esta responsabilidad se presenta más acuciante ante la perspectiva de la muerte inminente que el autor vincula al anuncio hecho por Jesús a Pedro (Jn 21,18-19). Precisamente esta cercanía de la muerte da a la carta el valor de auténtico "testamento".

A la dignidad y responsabilidad del apóstol, el autor une su condición de testigo de acontecimientos históricos para sustentar el anuncio de la parusía de Cristo (2 Pe 1,1618). Esta venida en poder ha sido anticipada en la transfiguración de Cristo (2 Pe 1,17-18; véase Mt 17,5 y par) y no tiene nada que ver con los mitos y leyendas (2 Pe 1,16) tan usados en los círculos gnósticos. También apela el autor a la palabra profética (2 Pe 1,19-21).

La expresión tenemos también (2 Pe 1,19) sugiere que a la enseñanza apostólica se le da la misma autoridad que a la palabra profética. Aunque no se especifica esta palabra, es fácil suponer que se refiere a las "escatologías" de los profetas y, más en concreto, a los anuncios del día del Señor" (véase Am 5,18; Jl 1,15; 2,1ss; Sof 1,15).

La sección finaliza con un principio hermenéutico de primer orden: no cabe una interpretación particular” de la Escritura. Si ésta ha sido inspirada por el Espíritu, sólo

podrá ser interpretada adecuadamente en ese mismo Espíritu. Y, aunque el autor no lo dice, sólo puede ser legítima una interpretación plenamente eclesial.

 

SALMO RESPONSORIAL

Del salmo 96,1-2.5-6.9.

R/. Reina el Señor, alégrese la tierra.

 

Reina el Señor, alégrese la tierra; cante de regocijo el mundo entero. Tinieblas y nubes rodean el trono del Señor que se asienta en la justicia y el derecho. R/. Reina el Señor, alégrese la tierra.

 

Los montes se derriten como cera ante el Señor de toda la tierra. Los cielos pregonan su justicia, su inmensa gloria ven todos los pueblos. R/. Reina el Señor, alégrese la tierra.

 

Tú, Señor altísimo, estás muy por encima de la tierra y mucho más en alto que los dioses. R/. Reina el Señor, alégrese la tierra.

 

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Mt 17, 5

R/. Aleluya, aleluya.

Este es mi Hijo muy amado, dice el Señor, en quien tengo puestas todas mis complacencias; escúchenlo. R/. Aleluya, aleluya.

 

EVANGELIO

Su rostro se puso resplandeciente como el sol.

Del santo Evangelio según san Mateo: 17,1-9

 

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, el hermano de éste, y los hizo subir a solas con él a un monte elevado. Ahí se transfiguró en su presencia: su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve. De pronto aparecieron ante ellos Moisés y Elías, conversando con Jesús.

Entonces Pedro le dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bueno sería quedarnos aquí! Si quieres, haremos aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías".

Cuando aún estaba hablando, una nube luminosa los cubrió y de ella salió una voz que decía: "Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo". Al oír esto, los discípulos cayeron rostro en tierra, llenos de un gran temor. Jesús se acercó a ellos, los tocó y les dijo: "Levántense y no teman".

Alzando entonces los ojos, ya no vieron a nadie más que a Jesús. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: "No le cuenten a nadie lo que han visto, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos".

 

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

 

 

17,1-13 Transfiguración de Jesús. La transfiguración de Jesús está íntimamente unida, en la tradición evangélica, al comienzo de su camino hacia la cruz (véase Mc 8,319,13). Esta colocación tiene una intención catequética. Los discípulos se sienten desanimados después de escuchar el anuncio de la pasión de Jesús y de conocer lo que pide a aquellos que quieren seguirle. En este momento, la transfiguración es una palabra de ánimo, pues en ella se manifiesta la gloria de Jesús y se anticipa su victoria sobre la cruz, como muestran las numerosas referencias a la resurrección: los vestidos de Jesús se vuelven blancos como la luz (Mt 17,2), lo mismo que los de los ángeles que anunciarán su resurrección (Mt 28,3); Jesús pide a sus discípulos que guarden en secreto esta mani festación hasta que resucite de entre los muertos (Mt 17,9).

Literariamente se trata de una teofanía, es decir de un relato cuyo centro es la manifestación de Dios. En el Antiguo Testamento hay muchos ejemplos de teofanías, y en la mayor parte de ellos hay una serie de elementos que se repiten: suelen tener lugar en un monte o en otro lugar sagrado, la manifestación divina está rodeada de una serie de fenómenos extraordinarios (apariciones, voz del cielo, etc), que provocan miedo y turbación en quienes las presencian. La transfiguración de Jesús sigue este mismo esquema, y por tanto se sitúa en la serie de manifestaciones divinas narradas en el Antiguo Testamento, sólo que en este caso el centro no es la manifestación de Dios, sino de Jesús, presentado como Hijo de Dios.

La manifestación de Jesús está rodeada de fenómenos extraordinarios -transformación de sus vestidos y resplandor de su rostro- que muestran su gloria. Junto a él aparecen Moisés y Elías, dos personajes a los que la tradición judía relacionaba con la llegada del Mesías. Moisés había anunciado que un día Dios suscitaría un profeta como él a quien debían escuchar (Dt 18,15). Elías, por su parte, había desaparecido de este mundo sin morir (2 Re 2,11), y la tradición judía pensaba que su regreso anunciaría la venida del Mesías (Mal 3,23-24). Ambos personajes dan testimonio de que Jesús es el Mesías esperado por Israel. Finalmente, la voz que viene del cielo afirma que Jesús es el Hijo de Dios. Sus palabras son las mismas que las pronunciadas en el momento del bautismo de Jesús (Mt 3,17). En ambos casos se cita el Sal 2,7, un salmo real que cantaba la entronización del nuevo rey como hijo de Dios, y que los primeros cristianos aplicaron a Jesús para confesar que él era el verdadero Hijo de Dios.

Tenemos en este relato una completa presentación de Jesús. En él se ha manifestado la gloria de Dios; él es verdaderamente el Mesías esperado por Israel; más aún, es el Hijo de Dios, un título en el que Mateo insiste a lo largo de todo su evangelio (véase el comentario a Mt 4,1-11). Esta presentación tiene como destinatarios a los discípulos que lo acompañan y, en la mente del evangelista, también a todos los que leen el evangelio.

Su propósito es acrecentar la fe de los discípulos en Jesús a través de la contemplación de su victoria sobre la muerte; de este modo podrán asumir todas las exigencias que lleva consigo ser discípulos y seguidores de Jesús.

Este relato invita a superar la tentación de un mesianismo glorioso y fácil, animando a los discípulos a emprender con Jesús el camino de la obediencia a la voluntad del Padre.

 

MEDITATIO

 

Hoy es la fiesta de la Transfiguración de Jesús. La liturgia de hoy nos presenta la realidad de lo que todos podemos llegar a ser cuando verdaderamente nos acercamos a Dios y permitimos que el Espíritu Santo actúe en nosotros. Nuestra vida, nuestra historia de salvación pueden cambiar. Pero es necesario voltear a ver a Dios, dejar entrecruzar su mirada con la nuestra, y olvidarnos un poco de la mirada de los hombres, y de las pobres aspiraciones que mueven nuestros pensamientos y nuestros sentimientos, nuestros proyectos y nuestra vida.

Solamente así lograremos ser testigos de la “Gloria de Dios”, solamente estando atentos a la teofanía manifestada en Jesucristo podremos descubrir lo que nos espera después del camino de la cruz

Jesús en el Tabor aparece como un “nuevo hombre”. Se le percibe como a alguien que se le conoce, pero de otra manera, de la forma común. Y al mismo tiempo se le descubre como un “hombre nuevo”. Aquel que tras el tremendo anuncio de La Pasión sabe que le espera la gloria de Dios. Por eso Jesús, se deja ver por sus discípulos que le acompañaban como un hombre resplandeciente, lleno de luz. ¡Transfigurado!

La Transfiguración acontece después del primer anuncio de la muerte de Jesús (Mt 16,21). Este anuncio transtorna la cabeza de los discípulos, sobretodo la de Pedro (Mt 16,22-23). Ellos tenían las manos y los pies en medio de los pobres, pero la cabeza estaba perdida en la ideología dominante de la época. Esperaban a un rey glorioso. La cruz era un impedimento para creer en Jesús. La Transfiguración, donde Jesús aparece glorioso en lo alto de la montaña, era una ayuda para que ellos pudiesen superar el trauma de la Cruz y descubrir en Jesús al verdadero Mesías. Pero aún así, muchos años después, cuando la Buena Nueva ya estaba difundida por Asia Menor y por Grecia, la Cruz seguía siendo un gran impedimento para que los judíos y para que los paganos aceptaran a Jesús como Mesías. “’La cruz es una locura y un escándalo!”, así decían (1Cor 1,23). Uno de los mayores esfuerzos de los primeros cristianos consistió en ayudar a las personas a que percibiesen que la cruz no era escándalo ni locura, sino la expresión más preciosa del poder y de la sabiduría de Dios (1Cor 1,22-31). El evangelio de hoy contribuye en este esfuerzo. Muestra que Jesús vino a realizar las profecías y que la Cruz era el camino para la Gloria. No hay otro camino.

La comprensión total del seguimiento de Jesús no se obtiene por medio de la instrucción teórica, pero sí por el compromiso práctico, caminando con él por el camino del servicio, desde Galilea hasta Jerusalén.

 

ORATIO

 

Oh Cristo, icono de la majestuosa gloria del Padre, belleza incandescente por la llama del Espíritu santo, luz de luz, rostro del amor misericordioso del Padre; dígnate hacerme subir a tu presencia en el monte santo de la oración. Haz que fascinado por tu fulgor en la Eucaristía, haga de mi corazón templo de tu Majestad Trinitaria para mayor gloria tuya y bien de mis hermanos. Amén.

 

ACTIO

 

“Subo a tu presencia en el alto Monte para bajar a anunciarte a mis hermanos”

 

PARA LECTURA ESPIRITUAL

 

Ahora Pedro, Santiago y Juan conocen verdaderamente a Jesús. Hasta antes del acontecimiento de la Transfiguración, solamente conocían lo exterior, un hombre igual a ellos, igual a todos, del que conocían su familia, su proveniencia, sus costumbres, el tiembre de su voz… pero llegó el momento, y ahora conocen al verdadero Jesús. Al Nuevo Hombre, a aquel a quien solamente se le puede ver con ojos diferentes, no con la mirada de todos los días, sino que el conocerle realmente, es fruto de una revelación divina, y si no estoy abierto para recibir dicha revelación, no podré conocerle. Se trata de un cambio, de una transformación interior no de Jesús, porque Él es el mismo “ayer, hoy y siempre”, sino de una transfiguración personal, fruto de un regalo que viene de lo alto. Queridos hermos, dejemos, pues, también nosotros que la luz que viene de lo alto irrumpa en nuestros corazones, en nuestras zonas de oscuridad, de dolor, de sufrimiento, de incertidumbre, y dejémonos transfigurar por Dios en la presencia de Jesús Eucaristía y que nuestro corazón anhele profundamente permanecer siempre en su presencia.

 

 

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