Lectio Divina Viernes XVIII del Tiempo Ordinario A. Envía, Señor, a tu mensajero de paz
El que me sigue no caminará en la oscuridad y tendrá la luz de la vida, dice el Señor.
Nahum: 2, 1. 3; 3, 1-3. 6-7 Mateo: 16, 24-28
LECTIO
PRIMERA LECTURA
¡Ay de la ciudad sanguinaria!
Del libro del profeta Nahum: 2, 1. 3; 3, 1-3. 6-7
Ya viene por el monte el mensajero de buenas noticias, que anuncia la paz. Celebra tus fiestas, Judá, y cumple tus promesas, porque el malvado no te volverá a invadir, pues ha sido aniquilado. El Señor restaurará la viña de Jacob, que es el orgullo de Israel. Los invasores la habían devastado, habían destruido sus sarmientos.
En cambio, ¡ay de ti, Nínive, ciudad sanguinaria, toda llena de mentiras y despojos, que no has cesado de robar! Escucha el chasquido de los látigos y el estrépito de las ruedas, los caballos que galopan, los carros que saltan y la caballería que avanza. Mira el llamear de las espadas y el centellear de las lanzas. Contempla la multitud de heridos y los montones de muertos, la interminable cantidad de cadáveres con los que uno se tropieza.
Arrojaré inmundicias sobre ti, te deshonraré y te expondré a la vergüenza pública. y todo el que te vea huirá de ti y dirá: "Nínive está destruida". ¿Quién tendrá compasión de ti? ¿Dónde podré encontrar alguien que te consuele?
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
El profeta Nahúm, de cuyo librito está tomado el pasaje litúrgico de hoy, desarrolló su actividad en el Reino de Judá, probablemente durante la segunda mitad del siglo VII a. de C. Sus oráculos anuncian el final del poder asirio, que dominaba por entonces con una gran ferocidad toda la región del Oriente Medio. La crueldad de Ninive, capital de Asiria, está descrita con realismo e intensidad (3,1-3): el fraude y la rapiña constituyen su política; el estruendo de los carros de guerra se eleva a lo alto; sus soldados, animados por una furia homicida, siembran a su paso violencia y muerte. El profeta contempla el final de tanto horror: el anuncio que proclama es la noticia de la liberación.
El pueblo puede celebrar con alegría la salvación y la paz recuperadas (2,1), que YHWH le concede humillando al opresor (3,6). Nahúm tiene, pues, un mensaje de consolación para Judá, mientras que Nínive símbolo del caos y de las fuerzas del mal que amenazan la armonía del orden querido por el Creador- no tiene quien la consuele (3,7).
EVANGELIO
¿Qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?
Del santo Evangelio según san Mateo: 16, 24-28
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde
su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla? Porque el Hijo del hombre ha de venir rodeado de la gloria de su Padre, en compañía de sus ángeles, y entonces dará a cada uno lo que merecen sus obras. Yo les aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán, sin haber visto primero llegar al Hijo del hombre como rey".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Jesús ha confirmado su propia identidad de Mesías y de Hijo de Dios y ha indicado asimismo el carácter sufriente de su mesianismo (cf. Mt 16,16-17.21): ahora habla de aquellos que desean seguirle. La suerte del discípulo no será diferente a la del Maestro (cf. 10,24ss); más aún, toda actitud y toda decisión del discípulo tendrán significado para su relación con la vida del Maestro.
La escala de valores y de prioridades está determinada, en consecuencia, por la referencia a la persona de Jesús, cuyo recorrido histórico de sufrimiento vivido en el amor habrá de apropiárselo el discípulo (v. 24). Éste experimentará la paradoja del «perder para conservar», del «morir para vivir» (v. 25). Con sus obras manifestará la decisión fundamental de poner a Jesús, y no a sí mismo, en el centro de su vida; su recompensa la recibirá en el momento del juicio (v. 27; cf. 25,31-40).
El Siervo de YHWH, sin embargo, es también el Juez escatológico; el Mesías humillado es también el Rey glorioso. Podrán comprenderlo bien algunos que le están escuchando (v. 28), dado que durante su vida terrena tendrán lugar los acontecimientos anunciados (cf. 16,21).
MEDITATIO
Los atropellos y las violencias de todo tipo parecen garantizar la seguridad y la prosperidad de los fuertes, al precio de la aniquilación de los débiles. Sin embargo, no es ésta la verdad de la vida, y la historia nos muestra la precariedad del poder humano, registrando el desmoronamiento de imperios políticos, económicos, ideológicos, que se presentaban (y se presentan) como indestructibles.
La lógica que vence es otra: perder la propia vida, es decir, consumirla en el servicio a los otros, sin rechazar el sufrimiento que de ello pueda derivarse, y seguir amando de todos modos. Como hizo Jesús. Cuando vivo así, me convierto en anuncio silencioso-aunque eficaz- de la auténtica liberación.
ORATIO
Señor Jesús, quisiera seguirte por el camino que tú recorres. Siento que no me obligas a ir contigo, sólo me invitas. Y he comprendido que sólo tu camino es el camino de la vida; más aún, que tú eres el Camino y la Vida.
Sé que, caminando contigo y como tú, amar se conjuga con sufrir, y siento miedo: me gustaría un amor más barato. Desde mi punto de vista, absorbido por completo en el presente, dar equivale a perder y es un pésimo negocio. Sin embargo, el amor que no se entrega por completo no es sino una copia camuflada del egoísmo.
Que yo pueda aprender, caminando tras tus pasos, la fuerza de la entrega sin condiciones. Infúndeme la fuerza de los pequeños y la desconfianza respecto a todo aquello que tiene el olor agrio de la violencia, que obtiene porque usurpa, que vence porque aniquila. Pon mis pasos en los tuyos, Jesús, que yo aprenda la sabiduría de tu amor crucificado.
CONTEMPLATIO
Sé fiel, queridísima hermana, a aquel a quien has hecho tus promesas. Por él mismo, en efecto, serás coronada con el laurel de la vida. Breve es nuestra fatiga aquí, pero la recompensa es eterna; que no te confundan los estrépitos del mundo que huye como una sombra; soporta de buena gana los males adversos, y que los bienes prósperos no te exalten. Éstos, en efecto, requieren la fe, y aquéllos la exigen.
Oh queridísima, mira hacia el cielo al que nos invita, toma la cruz y sigue a Cristo, que nos precede; en efecto, tras las diferentes y abundantes tribulaciones, gracias a él, entraremos en su gloria (Clara de Asís, Scritti, Vicenza 1986 [edición española: Escritos de santa Clara y documentos complementarios, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1993]).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Envía, Señor, a tu mensajero de paz» (cf. Nah 2,1).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
El sufrimiento no está por debajo de la dignidad humana. A saber: se puede sufrir de modo digno o indigno del hombre. Esto es lo que quiero decir: la mayor parte de los occidentales no comprende el arte del dolor, y así viven obsesionados por mil miedos. La vida que vive la gente ahora no es ya una verdadera vida, hecha como está de miedos, resignación, amargura, odio, desesperación. Dios mío, todo esto se puede comprender muy bien, pero si una vida así queda suprimida, ¿se suprime mucho después? Debemos aceptar la muerte, incluso la más atroz, como parte de la vida. No vivimos cada día una vida entera, ¿tiene mucha importancia que vivamos algunos días más o menos? Estoy a diario en Polonia, sobre lo que muy bien podemos llamar campos de batalla; en ocasiones me oprime una visión de estos campos que se han vuelto verdes de veneno; estoy a diario al lado de hambrientos, de maltratados y de moribundos, pero también estoy junto al jazmín y a este trozo de cielo que hay detrás de mi ventana: en una vida hay sitio para todo. Para la fe en Dios y para un final miserable.
Debemos tener también la fuerza necesaria para sufrir solos y no ser una carga para los otros con nuestros propios miedos y nuestros propios fardos. Lo debemos aprender aún y nos deberían educar recíprocamente para esto, si es posible con dulzura si no, con severidad.
Cuando digo: de un modo u otro ya he hecho mis cuentas con la vida, no lo digo por resignación. No hay resignación, no la hay ciertamente. ¿Qué quiero decir? Tal vez que ya he vivido esta vida mil veces, y otras tantas veces estoy muerta y, por consiguiente, no puede sucederme ya nada nuevo? No, se trata de un vivir la vida mil veces minuto a minuto, y dejar también un espacio al dolor, un espacio que, hoy, no puede ser pequeño. Supone, pues, una gran diferencia que en un siglo sea la Inquisición la que hace sufrir a los hombres y la guerra
y los pogromos en otro?
El dolor ha exigido siempre su lugar y sus derechos de una manera o de otra. Lo que cuenta es el modo como lo soportamos y si estamos en condiciones de integrarlo en nuestra propia vida y, al mismo tiempo, de aceptar asimismo la vida. A veces debo inclinar la cabeza bajo el gran peso que tengo sobre la nuca, y entonces siento la necesidad de unir las manos, casi con un gesto automático, y podría permanecer sentada así durante horas. Soy todo, estoy en condiciones de soportar todo, cada vez mejor, y a la vez estoy segura de que у la vida es bellísima, digna de ser vivida y está repleta de significado.
A pesar de todo. Lo que no quiere decir que uno se encuentre siempre en el estado de ánimo más elevado ni pleno de fe. Podemos estar cansados como burros después de haber realizado una larga caminata o haber tenido que hacer una larga cola, pero eso también forma parte de la vida, y dentro de ti hay algo que no te abandonará nunca más (E. Hillesum, Diario 1941-1943, Milán 2000, pp. 136ss).
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