Lectio Divina Dedicación de La Basílica de san Juan de Letrán

 Dedicación de la basílica de san Juan de Letran

 

 

La basílica del Santísimo Salvador y de San Juan fue fundada por el papa Melquiades (311-314) sobre la colina romana de Letrán, en un terreno cedido para tal fin por el emperador Constantino. Desde el siglo XII se viene celebrando el aniversario de su dedicación con una fiesta litúrgica, primero sólo en Roma y después en todas las Iglesias de rito romano, por ser considerada la «iglesia madre de todas las iglesias de la urbe y del orbe».




 

1 Reyes 8,22-23.27-30. 1 Pedro 2,4-9. Juan 4,19-24

 

 

LECTIO

 

Primera lectura: 

1 Reyes 8,22-23.27-30

 

En aquellos días, Salomón se colocó ante el altar del Señor a la vista de toda la asamblea de Israel y, levantando sus manos al cielo, dijo:

 -Señor, Dios de Israel, no hay Dios como tú ni en los cielos ni en la tierra. Tú guardas fielmente la alianza hecha con tus siervos si caminan en tu presencia de todo corazón. Pero ¿acaso puede habitar Dios en la tierra? Si el universo en toda su inmensidad no te puede contener, ¡cuánto menos este templo construido por mí! No obstante, atiende, Señor, Dios mío, la oración y la súplica que tu siervo te dirige hoy; ten

tus ojos abiertos noche y día sobre este templo, al que te referiste diciendo: «Aquí se invocará mi nombre». Escucha la plegaria que tu siervo te hace en este lugar. Escucha las súplicas que tu siervo y tu pueblo, Israel, te hagan en este lugar; escúchalas desde el cielo, lugar de tu morada, atiéndelas y perdona.

 

Palabra de Dios

R/. Te alabamos Señor.

 

«Aquí se invocará mi nombre» significa bíblicamente «aquí estará mi presencia». Esto produce estupor en Salomón. ¿Cómo puede contener una construcción de piedra a aquel a quien no pueden contener los cielos, por ser el Creador infinito?

De aquí el estupor del rey ante la perspectiva del culto futuro: «¿Acaso puede habitar Dios en la tierra?» (v. 27). ¿Cómo puede tener el Altísimo tanta familiaridad con sus siervos? Alianza y misericordia son la respuesta a la pregunta planteada por Salomón: así es como la oración del rey apela a la promesa de la presencia divina para invocar su atención privilegiada sobre el templo. Éste es la casa que corresponde a la morada celeste de Dios: entonces, la alianza se convierte en escucha confidente y la misericordia en respuesta generosa de perdón

(v. 30).

 

Segunda lectura: 

1 Pedro 2,4-9

Queridos hermanos: Acercándoos a él [Jesús], piedra viva rechazada por los hombres, pero escogida y preciosa para Dios, también vosotros, como piedras vivas, vais construyendo un templo espiritual dedicado a un sacerdocio santo, para ofrecer, por medio de Jesucristo, sacrificios espirituales agradables a Dios. Por eso dice la Escritura: He aquí que coloco en Sión una piedra escogida, angular, preciosa; quien crea en ella, no quedará defraudado.

El honor es para vosotros, los creyentes. Para los incrédulos, sin embargo: La piedra que desecharon los constructores se ha convertido en piedra angular. Y también: En piedra de tropiezo y roca donde se estrellan.

Tropiezan, efectivamente, los que se niegan a acoger la Palabra, pues tal es su destino. Vosotros, en cambio, sois linaje escogido, sacerdocio regio y nación santa, pueblo adquirido

en posesión para anunciar las grandezas del que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.

 

Palabra de Dios

R/. Te alabamos Señor.

 

Cristo resucitado es la gran piedra viva de un templo nuevo del que todo redimido está llamado a formar parte. Unidas a la piedra viva angular, se van añadiendo poco a poco otras piedras vivas que construyen ese edificio espiritual en el que se celebra el culto nuevo,

interior, místico, por medio de un sacerdocio nuevo y santo: aquel para el que están habilitados todos los que participan plenamente de los bienes de gracia de la Iglesia.

Los redimidos, en efecto, constituyen la nación nueva y santa engendrada en la sangre del Salvador (cf. v. 9a). Éstos, como linaje bendito de Dios, comparten una realeza: proclamar las grandes obras de Dios, convirtiéndose en luz de su gloria (cf. v. 9b).

 

Evangelio: 

Juan 4,19-24

 

En aquel tiempo, la mujer (samaritana) replicó:

-Señor, veo que eres profeta. Nuestros antepasados rindieron culto a Dios en este monte; en cambio, vosotros, los judíos, decís que es en Jerusalén donde hay que dar culto a

Dios. Jesús respondió:

-Créeme, mujer, está llegando la hora, mejor dicho, ha llegado ya, en que para dar culto al Padre no tendréis que subir a este monte ni ir a Jerusalén. Vosotros, los samaritanos, no sabéis lo que adoráis; nosotros sabemos lo que adoramos, porque la salvación viene de los judíos. Ha llegado la hora en que los que rindan verdadero culto al Padre lo harán en espíritu y en verdad. El Padre quiere ser adorado así, Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad.

 

Palabra del Señor

R/. Gloria a Ti, Señor Jesús.

 

El lugar nuevo donde adorar al Padre es el cuerpo de Cristo resucitado. Jesús había hablado poco antes, en el texto de Juan, de un templo destruido y reconstruido en tres días, y, como señala el evangelista, se refería a su cuerpo.

En el diálogo con la samaritana encontramos respuesta y la continuación de esto mismo: la mujer habla del monte Garizim y de Jerusalén y de la obligación de adorar allí al Altísimo. Jesús toma sus distancias, supera la antigua tradición y remite más allá: ha llegado la plenitud del tiempo. Ya no se habla de adorar a Dios, sino «al Padre» (vv. 21.23). Ya no es tiempo de adoradores «farisaicos»: el Padre busca adoradores con espíritu de hijos, y no de ley, y con la verdad de santos en el amor. Estos adoradores serán ellos mismos templo de

su gloria y adoración viviente.

 

MEDITATIO

 

La liturgia renovada subraya de un modo más claro el significado de la Iglesia-edificio como signo visible del único verdadero templo que es el cuerpo personal de Cristo y su cuerpo místico, esto es, la Iglesia esposa y madre, la cual celebra en un determinado lugar el culto en espíritu y en verdad (cf. In 4,23; Hch 2,46ss). Por encima de la sacralización del espíritu material, se nos es timula a captar en el Cristo hombre-Dios la verdadera sacralidad que de él se comunica a todo el pueblo santo y sacerdotal, bautizado y confirmado en el Espíritu, unido en la única oblación al sumo y eterno sacerdote (Heb 10,14). [...]

La casa del pueblo de Dios, en lo que se refiere a la estructura, el decoro y la funcionalidad, es algo que deben tomarse muy a pecho todos los creyentes, pues en ella renacen a la vida divina y en ella serán bendecidos para su último éxodo pascual hacia la patria. Es la casa de todos y como tal debe ser cuidada y custodiada con amor; también en su aspecto exterior, que es signo de nuestra pureza interior (Conferencia Episcopal Italiana, Rito della dedicazione di una chiesa, Indicazioni pastorali, Roma 1981, 12-14).

 

ORATIO

 

De la oración de la dedicación de una iglesia:

 

Oh Dios, que diriges y santificas a tu Iglesia, acoge nuestro canto en este día de fiesta. Este lugar es signo del misterio de la Iglesia santificada por la sangre de Cristo, escogida por él como esposa, virgen por la integridad de la fe, madre siempre fecunda por el poder del Espíritu. Iglesia santa, viña elegida del Señor; Iglesia bienaventurada, morada de Dios entre los hombres; Iglesia sublime, ciudad elevada sobre el monte, clara a todos por su fulgor, donde resplandece como lámpara perenne el Cordero y donde se eleva festivo el coro de los bienaventurados. Ahora, oh Padre, envuelve de tu santidad esta Iglesia, a fin de que sea un lugar santo para todos.

 

CONTEMPLATIO

 

El pavimento

 

Aquí tocan nuestros pies la tierra sobre la que se levantan tantas paredes y columnas... Si no te pierdes entre ellas, sino que vas encontrando unidad y significado, es porque el Pavimento te guía. Él unifica no sólo los espacios de una estructura renacentista, sino también los espacios dentro de nosotros, que caminamos así conscientes de nuestras debilidades y derrotas.

            Eres tú, Pedro. Quieres ser aquí el pavimento sobre el que caminan los otros (que avanzan ignorando la meta) para llegar al lugar a donde diriges sus pasos unificando los espacios con la mirada que facilita el pensamiento. Quieres ser aquel que sostiene los pasos, como la roca sostiene el ruido del paso de un rebaño: roca también del pavimento de un templo gigantesco. Y el pasto es la cruz.

 

ACTIO

Repite y medita a menudo durante el día de hoy la enseñanza de san Pablo:

 

«El templo de Dios es santo, y ese templo sois vosotros» (1 Cor 3,17).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

 

El misterio de la Iglesia se remonta más allá de la historia. Son muchos los textos que hablan de ello: «Él nos eligió en Cristo antes de la creación del mundo, para que fuéramos su pueblo y nos mantuviéramos sin mancha en su presencia [...], misterioso plan, escondido desde el principio de los siglos en Dios»  (Ef 1,4 y 3,9). Su preexistencia en la sabiduría de Dios indica la naturaleza metahistórica de la Iglesia. Las formas de la vida social son contingentes, pueden existir o n en función de la evolución histórica, pero la Iglesia no depende de la historia; la Iglesia irrumpe en el mundo precisamente porque su génesis está en otro lugar. La Iglesia, «escondida desde toda la eternidad» en Dios, preiniciada en el paraíso, prefigurada en Israel, desciende del cielo en las lenguas de fuego, entra en la historia en Jerusalén, el día de Pentecostés. Es la manifestación gradual de lo que está escondido y se dirige hacia la «plenitud del que llena totalmente el universo» (Ef 1,23). Todas las criaturas en la tierra, bajo la tierra y en los cielos doblan la rodilla y convergen en la plenitud del Cristo total (P. Evdokimov, L'Ortodossia, Bolonia 1981, pp. 176ss (edición española: Ortodoxia, Edicions 62-Peninsula, Barcelona, s.f.]).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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