Lectio Divina Viernes XXXI del Tiempo Ordinario A. En aquel que cumple la palabra de Cristo, el amor de Dios ha llegado a su plenitud.

 En aquel que cumple la palabra de Cristo, el amor de Dios ha llegado a su plenitud. 

Filipenses: 3, 17-4, 1. Lucas: 16; 1-8



 

LECTIO

 

PRIMERA LECTURA

De la carta del apóstol san Pablo a los filipenses: 3, 17-4, 1

 

Hermanos: Sean todos ustedes imitadores míos y observen la conducta de aquellos que siguen el ejemplo que les he dado a ustedes. Porque, como muchas veces se lo he dicho a ustedes, y ahora se lo repito llorando, hay muchos que viven como enemigos de la cruz de Cristo. Esos tales acabarán en la perdición, porque su dios es el vientre, se enorgullecen de lo que deberían avergonzarse y sólo piensan en cosas de la tierra. Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos que venga nuestro Salvador, Jesucristo. El transformará nuestro cuerpo miserable en un cuerpo glorioso, semejante al suyo, en virtud del poder que tiene para someter a su dominio todas las cosas.

Hermanos míos, a quienes tanto quiero y extraño: ustedes, hermanos míos amadísimos, que son mi alegría y mi corona, manténganse fieles al Señor. 

 

Palabra de Dios. 

R/. Te alabamos, Señor.

 

Pablo señala dos caminos posibles a los cristianos de Filipos, que desean hacerse discípulos del Crucificado: uno es aquel por el que caminan «los enemigos de la cruz de Cristo» (3,18). Son esos cuyo «paradero es la perdición; su dios, es el vientre; se enorgullecen de lo que debaría avergonzarles y sólo piensan en las cosas de la tierra» (v. 19) y están completamente absorbidos por los intereses terrenos. Para esos, «su paradero es la perdición» (v 19a). Resulta fácil entrever en esta categoría de personas a un grupo de cristianos que, a pesar de haberlo recibido ya, se han olvidado del bautismo y, sobre todo, se han perdido en una práctica de vida contraria al Evangelio. El otro camino es el recorrido e indicado por el mismo Pablo y por los que se han mantenido fieles a la «regla de vida» que han aprendido. Pablo no siente pudor a la hora de ponerse como «ejemplo» (v. 17) no tanto por los dones naturales que ha recibido como por el don de la gracia que le sorprendió en el camino de Damasco y le descompuso literalmente su vida, dándole una nueva orientación: nueva según la novedad de Cristo muerto y resucitado.

Los fieles de Filipos están invitados, por tanto, a realizar su elección libre y consciente no sólo en virtud del ejemplo que tienen delante, sino también y sobre todo en virtud de la esperanza que alimentan, a saber: «Tenemos nuestra ciudadanía en los cielos, de donde esperamos como salvador a Jesucristo, el Señor» (v. 20). Es tal el bien que espero (se dibuja aquí la patria celestial, lugar de alegría indefectible y de comunión amistosa) que acepto por él cualquier pena (ésa es la dura batalla que cada uno está llamado a librar en los días de su vida terrena). Se advierte así la dinámica del ya pero todavía no que caracteriza la experiencia de todo creyente.

 

 

EVANGELIO

Del santo Evangelio según san Lucas: 16; 1-8

 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Había una vez un hombre rico que tenía un administrador, el cual fue acusado ante él de haberle malgastado sus bienes. Lo llamó y le dijo: '¿Es cierto lo que me han dicho de ti? Dame cuenta de tu trabajo, porque en adelante ya no serás administrador'. Entonces el administrador se puso a pensar: '¿Qué voy a hacer ahora que me quitan el trabajo? No tengo fuerzas para trabajar la tierra y me da vergüenza pedir limosna. Ya sé lo que voy a hacer, para tener a alguien que me reciba en su casa, cuando me despidan'.

Entonces fue llamando uno por uno a los deudores de su amo. Al primero le preguntó: '¿Cuánto le debes a mi amo?'. El hombre respondió: 'Cien barriles de aceite'.

El administrador le dijo: 'Toma tu recibo, date prisa y haz otro por cincuenta'.

Luego preguntó al siguiente: 'Y tú, ¿cuánto debes?'. Éste respondió: 'Cien sacos de trigo'. El administrador le dijo: 'Toma tu recibo y haz otro por ochenta'.

El amo tuvo que reconocer que su mal administrador había procedido con habilidad. Pues los que pertenecen a este mundo son más hábiles en sus negocios que los que pertenecen a la luz". 

 

Palabra del Señor. 

R/. Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Para captar el pensamiento de Jesús a través de esta parábola es preciso tener presente el contexto global del capítulo, cuyo centro vital está constituido por el v. 14, que dice así: «Estaban oyendo todo esto los fariseos, que eran amigos del dinero, y se burlaban de Jesús».

Del mismo modo que la primera parábola (vv. 1-8) enseña el modo correcto de usar los bienes de la tierra, la segunda-la del rico epulón (vv. 19-31)- enseña cómo no deben ser usados. En todo caso, la lección tiene como tema la philargyría, es decir, el amor al dinero.

A primera vista, la parábola del administrador infiel podría suscitar cierto asombro e incluso cierto escándalo, precisamente porque Jesús alaba su conducta, a pesar de su actitud astuta, deshonesta y egoísta. Más adelante, Lucas comparará a Dios con un juez que no practica la justicia (Lc 18,1-8), y también en Mt 10,16 se invita a los discípulos a ser astutos como serpientes. Con todo, no debemos escandalizarnos en absoluto: el Señor no nos ofrece como modelo a un estafador o a un pillo; lo que hace, más bien, es recordarnos que somos responsables de unos bienes que no nos pertenecen del todo, sino que hemos de considerarlos como dones de Dios y, en consecuencia, hemos de tratarlos, al mismo tiempo, con una prudencia y una audacia dignas de los hijos de Dios.

Ciertamente, no es fácil captar la «intención» de la parábola, pero al final del fragmento se nos ofrecen pistas que nos ponen en el buen camino: Jesús desea que los hijos de la luz, en su camino terreno, en su intento de conseguir los verdaderos bienes -los eternos-, se muestren más astutos que los hijos de este mundo (v. 8b). La astucia de la que habla Jesús está en función directa del deseo y de la consecución del verdadero bien.

 

MEDITATIO

 

Captamos diferentes estímulos en este fragmento evangélico: con ellos quiere Jesús provocar nuestra reflexión y nuestra respuesta. Aunque el discurso se haga, en ocasiones, difícil y la respuesta bastante comprometedora, el verdadero discípulo de Jesús no puede sustraerse a sus deberes concretos. En primer lugar, es preciso mantener la confrontación con los hijos de este mundo: en el evangelio encontramos muchísimas veces la invitación a ser animosos no sólo frente a la propuesta divina, sino también frente a aquellos que no quieren saber nada ni del Evangelio ni de la vida cristiana. Por eso, no basta con la astucia; se requiere también el coraje, la osadía y la audacia de quien sabe que posee una palabra superior a cualquier otra y puede apoyarse en una promesa que no puede ser retractada.

Del contexto global del capítulo se desprende una segunda gran invitación, que concreta el coraje evangélico: nuestros verdaderos amigos son los pobres, y se requiere, a buen seguro, un coraje de león para considerarlos como nuestros primeros y más queridos amigos. Quien llega a considerarlos como tales demuestra ser de verdad «listo» según Jesús, aunque no ciertamente según la lógica del mundo. Llegados a este punto, ya no queda ninguna incertidumbre sobre la astucia por la que el administrador deshonesto es alabado por su señor. La luz que se desprende de esta parábola nos llega a todos nosotros e iluminará nuestro camino en la medida en que nos dispongamos a invocarla, a acogerla y a caminar por el sendero que abre delante de nosotros.

 

ORATIO

 

Me preguntas, Señor: «¿Por qué andas indeciso?». Decir la verdad... cuesta sangre, Señor; descubrir mis mezquindades... me expone, Señor; perder mis seguridades... es duro, Señor; aceptar la desaprobación... es doloroso, Señor; ver bloqueados mis planes... me disgusta, Señor; reconocer mis infidelidades... me hace daño, Señor; mostrar mis debilidades... me humilla, Señor; renunciar a mis razones... no lo soporto, Señor.

    El precio que hemos de pagar para ser honestos es elevado, pero servir a dos señores me repugna. Señor, ayúdame a ser honesto, ¡cueste lo que cueste!

 

CONTEMPLATIO

 

Al ver Dios que el temor arruinaba al mundo, trató inmediatamente de volverlo a llamar con amor, de invitarlo con su gracia, de sostenerlo con su caridad, de vinculárselo con su afecto.

Por eso purificó la tierra, afincada en el mal, con un diluvio vengador y llamó a Noé padre de la nueva generación, persuadiéndolo con suaves palabras, ofreciéndole una confianza familiar, al mismo tiempo que le instruía piadosamente sobre el presente y lo consolaba con su gracia, respecto al futuro. Y no le dio ya órdenes, sino que con el esfuerzo de su colaboración encerró en el arca las criaturas de todo el mundo, de manera que el amor que surgía de esta colaboración acabase con el temor de la servidumbre, y se conservara con el amor común lo que se había salvado con el común esfuerzo.

Por eso también llamó a Abrahán de entre los gentiles, engrandeció su nombre, lo hizo padre de la fe, le acompañó en el camino, le protegió entre los extraños, le otorgó riquezas, le honró con triunfos, se le obligó con promesas, lo libró de injurias, se hizo su huésped bondadoso, lo glorificó con una descendencia de la que ya desesperaba; todo ello para que, rebosante de tantos bienes, seducido por tamaña dulzura de la caridad divina, aprendiera a amar a Dios y no a temerlo, a venerarlo con amor y no con temor. 

Por eso también consoló en sueños a Jacob en su huida, y a su regreso le incitó a combatir y lo retuvo con el abrazo del luchador; para que amase al padre de aquel combate y no le temiese.

Y asimismo interpeló a Moisés en su lengua vernácula, le habló con paterna caridad y le invitó a ser el liberador de su pueblo.

Pero así que la llama del amor divino prendió en los corazones humanos y toda la ebriedad del amor de Dios se derramó sobre los humanos sentidos, satisfecho el espíritu por todo lo que hemos recordado, los hombres comenzaron a querer contemplar a Dios con sus ojos carnales.

Pero la angosta mirada humana ¿cómo iba a poder abarcar a Dios, al que no abarca todo el mundo creado? La exigencia del amor no atiende a lo que va a ser, o a lo que debe o puede ser. El amor ignora el juicio, carece de razón, no conoce la medida. El amor no se aquieta ante lo imposible, no se remedia con la dificultad.

El amor es capaz de matar al amante si no puede alcanzar lo deseado; va a donde se siente arrastrado, no a donde debe ir.

El amor engendra el deseo, se crece con el ardor y, el ardor, tiende a lo inalcanzable. ¿Y qué más?

El amor no puede quedarse sin ver lo que ama: por eso los santos tuvieron en poco todos sus merecimientos si no iban a poder ver a Dios.

Moisés se atreve por ello a decir: Si he obtenido tu favor, enseñame tu gloria.

Y otro dice también: Déjame ver tu figura. Incluso los mismos gentiles modelaron sus ídolos para poder contemplar con sus propios ojos lo que veneraban en medio de sus errores (Pedro Crisólogo, Sermón 147, en PL 52, 594-595).

 

ACTIO

 

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:

 

«Nosotros, en cambio, tenemos nuestra ciudadanía en los cielos» (Flp 3,20).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

 

Lo que hacemos representa menos que una gota en el océano, pero sin esa gota le faltaría algo al océano. Yo soy un lápiz de Dios. Él escribe lo que quiere. Por sangre y origen soy albanesa. Tengo la ciudadanía india. Soy una monja católica. Por vocación, pertenezco a todo el mundo. En el corazón, pertenezco por completo al corazón de Jesús... Nuestra gente apenas consigue mantenerse en pie. Están hambrientos, o enfermos, o desnudos. Ni siquiera son capaces de sostener la caña de pescar. Lo que yo hago es darles un pescado para comer hasta que estén lo suficientemente fuertes. Entonces los entregaré a vosotros vosotros les entregaréis la caña y les enseñaréis a pescar...Me he visto obligada a padecer la celebridad.nLa uso por amor a Jesús. Cuando hablan de mí, los periódicos y las televisiones hablan de los pobres y de este modo despiertan la atención sobre los pobres. Vale la pena soportar este peso… si no voy al cielo por cualquier otra cosas, iré por toda la publicidad que em rodea, porque con ella me he sacrificado y purificado, y me ha preparado para el paraíso (Madre Santa Teresa de Calcuta).

 

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