En medio de la oscuridad absoluta, no decrece la esperanza


25 de julio

Humillémonos profundamente, mi buen padre, y confesemos que, si Dios no fuera la coraza y nuestro escudo, nosotros enseguida seríamos heridos por toda clase de pecados. Y es por esto por lo que debemos permanecer siempre en Dios, siendo perseverantes en nuestros ejercicios de piedad; que ésta sea nuestra preocupación constante.

Tengamos siempre encendida en nuestro corazón la llama de la caridad; y no nos desanimemos nunca. Y si nos sobreviene alguna flaqueza o debilidad de espíritu, corramos a los pies de la cruz; ofrezcámonos entre los perfumes celestes; y, sin duda alguna, seremos fortalecidos.

En la santa misa yo presento siempre al Padre del cielo, con el de su Hijo celestial, el corazón de usted. Él, a causa de esta unión en la que yo le presento la ofrenda, no puede rechazar ese corazón. No dudo, mi querido padre, de que usted, por su parte, hace lo mismo. […].

Las pruebas en mi espíritu siguen intensificándose. Pero, ¡viva Dios!, que, incluso en medio de las pruebas, no permite que el alma se pierda. Se sufre, pero tengo la certeza de que, en medio del sufrimiento y de la oscuridad absoluta en que está sumergido de continuo mi espíritu, no decrece mi esperanza.

 (24 de julio de 1917, al P. Agustín de San Marco in Lamis – Ep. I, p. 917)


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