Nada puede temer el alma que confía en su Señor.

15 de julio

Vuelvo a inculcarte que confíes siempre; nada puede temer el alma que confía en su Señor y pone en él su esperanza. El enemigo de nuestra salvación está siempre girando a nuestro alrededor para arrancarnos del corazón el ancla que debe conducirnos a la salvación, quiero decir la confianza en Dios nuestro Padre; tengamos asida, muy asida, esta ancla; no permitamos nunca que nos abandone un solo instante, pues de otro modo todo estaría perdido. Repítete siempre, y mucho más en las horas más tristes, las bellísimas palabras de Job: «Señor, aunque tú me mates, yo esperaré en ti». Mantente siempre vigilante y no te ensalces sobre ti misma, juzgándote capaz de hacer algo bueno, ni por encima de los demás, creyéndote que eres mejor o al menos igual que los demás; sino considera a los demás como mejores que tú. El enemigo, Raffaelina, vence a los creídos y no a los humildes de corazón.

 (10 de abril de 1915, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 393)

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