Jesu me está mirando continuamente


8 de julio

Me parece que Jesús me está mirando continuamente. Si me sucede que alguna vez pierdo la presencia de Dios, siento enseguida que nuestro Señor me vuelve a llamar a mi deber. La voz con la que me reclama no sé expresarla; pero sé que es muy penetrante y que, para el alma que la oye, es casi imposible rehusarla.

No me pregunte, padre mío, cómo sé que es nuestro Señor el que se me muestra en tal visión, cuando nada veo ni con los ojos del cuerpo ni con los del espíritu, porque no lo sé y no puedo decir sobre esto más de lo que he dicho. Sólo sé decir esto: que aquél que está a mi derecha es nuestro Señor y no otro; y también que, aún antes de que él me lo dijera, yo ya tenía profundamente grabado en mi mente que era él.

Esta gracia ha dejado en mí un gran bien. El alma se queda en una gran paz; me siento consumir del todo por un deseo intensísimo de agradar a Dios; desde que me ha favorecido con esta gracia, el Señor me hace mirar con inmenso desprecio todo lo que no me ayuda a acercarme a Dios. Siento una confusión indecible al no poder explicarme de dónde me viene tanto bien.

Mi alma se ve impulsada por el más vivo agradecimiento a manifestarle al Señor que esa gracia él se la concede sin que de ningún modo la merezca; y, muy lejos de creerse por esto superior a las otras almas, piensa, por el contrario, que, de cuantas personas hay en el mundo, ella es la que menos sirve al Señor; porque, mediante esta gracia, el Señor ha iluminado de tal forma al alma, que no puede menos de reconocer que está mucho más obligada que todas las demás a servir y a amar a su creador.

 (7 de julio de 1913, al P. Benedicto de San Marco in Lamis – Ep. I, p. 381)

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