La santidad no es fruto de mi espíritu


26 de febrero


Graben bien en su mente; esculpan fuertemente en sus corazones; y convénzanse de que nadie es bueno «sino sólo Dios»; y que nosotros no tenemos otra cosa que la nada. Vayan meditando continuamente lo que san Pablo escribe a los fieles de Corinto: «¿Qué tienes que no lo hayas recibido? Y, si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?». «No que seamos capaces - dice además - de pensar algo por nosotros mismos, como si fuera cosa nuestra; nuestra capacidad nos viene de Dios».
Cuando se sientan tentadas de vanagloria, repitan con san Bernardo: «Ni por ti lo inicié, ni por ti lo dejaré» ¿No comencé mi viaje por los caminos del Señor? Entonces, por ellos quiero seguir; por ellos continuaré mi marcha. Si el enemigo les asalta por la santidad de su vida, que le griten a la cara: mi santidad no es fruto de mi espíritu, sino que es fruto del espíritu de Dios que me santifica. Es un don de Dios; es un talento que me ha prestado mi Esposo para que yo negocie con él y después le rinda estrecha cuenta de la ganancia obtenida.
 (2 de agosto de 1913, al P. Agustín de San Marcos in Lamis – Ep. I, p. 396)

Iniciamos hoy el apasionante camino de la cuaresma, tiempo de volvernos sinceramente a Dios. Todavía es tiempo, la misericordia de Dios no se ha agotado, su fidelidad persiste eternamente. Ante esta realidad, es necesario que con un corazón contrito y humillado, seamos capaces de presentarnos delante de Dios para que Él vaya haciendo su obra de salvación en todos nosotros, iniciada el día de nuestro Bautismo. Dios nos invita a la libertad y nosotros somos capaces de corresponder a dicha invitación desde las mociones del Espíritu mismo de Dios que habita en nosotros. Por todo ello hoy que nuevamente el Señor sale a nuestro encuentro, no lo hace para condenarnos, ni para restregarnos nuestros pecados en la cara, el sabe de qué estamos hechos, se acuerda de que somos barro, por eso, sale a nuestro encuentro con toda su misericordia para cargarnos en sus brazos, llenarnos de besos, de gracia y de ternura porque es eterna su misericordia.
Que el camino, pues, que hoy emprendemos sea un camino de alegría, austeridad, caridad y penitencia, para que al final de la Cuaresma podamos cantar gozosos la gloria de Dios con el gozo de Triduo Pascua, meta para la cual hoy iniciamos este caminar que nos conduce a la santidad que Dios mismo nos ofrece a través del Camino de La Cruz.
Paz y Bien
Fray Pablo Jaramillo, OFMCap.
Puebla de Los Ángeles. 

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