Cristo es nuestra paz definitiva
Paz y Bien
Queridos lectores hoy le damos un giro al camino que hasta ahora hemos venido recorriendo juntos de mano de la Liturgia de la Palabra para la Misa. Hasta hoy nos habíamos centrado en nuestro propio camino de conversión que había sido iluminado día tras día por las lecturas. Ahora se nos pone delante de nosotros el objetivo principal la Pascua y nuestra decidida lucha contra el mal. Obviamente Jesús es el Modelo que conforme va avanzando en este camino, va subiendo de tono el aspecto amenazante y la realidad de la trágica oposición de sus adversarios y la inminente crucifixión que terminará con su vida.
La primera lectura del día de hoy es como un sorbo de agua fresca después de haber celebrado ayer el domingo de la alegría, el domingo de la luz, el domingo del Iluminador, el domingo de nuestro bautismo. El profeta Isaías anuncia como una vuelta al paraíso. Sí al paraíso inicial, donde Dios mismo conversaba cara a cara con el ser humano y paseaba con él en el jardín del Edén. Dios nos está ya anunciando los cielos nuevos y la tierra nueva. Dios quiere que la humanidad entera y el universo vuelvan al estado primero, es decir a la gracia que da la felicidad plena, el equilibrio total y la armonía entre Dios y la creación. Esto es posible solamente reconociendo que somos pecadores y que en Dios solamente podemos estar felices y alcanzar la santidad que Él y sólo él nos ofrece.
¡Hermanos! Nos quedan menos de tres semanas para el magno acontecimiento de la Pascua. Estamos en el corazón de la cuaresma y Dios mismo no va llevando y conduciendo a su encuentro. Es Él el protagonista de la Historia de salvación que se va entretejiendo en nuestras vidas. No somos nosotros los que le dedicamos tiempo a Dios en la cuaresma ni en otro tiempo, no. Es Él el quien tiene unos planes maravillosos y estupendos para con nosotros. A su vez, nosotros somos libres de elegirlos o no. Dios no nos va a forzar, como siempre la última palabra ante esta realidad la tenemos nosotros. Pero es Dios mismo quien a través de su Espíritu Santo nos impulsa a aceptar esta maravillosa oferta. Es Él, como hizo con el pueblo de Israel, acompañándole y protegiéndole al volver del destierro, haciendo así palpable su cercanía y su paternidad responsable, velando por cada uno de los israelitas que iban peregrinos y forasteros de vuelta a la casa paterna. Lo mismo hizo con su Hijo Jesucristo, resucitándolo y sacándolo del sepulcro como primicia de una nueva creación. Ésta es la prueba más grande del amor de Dios. Esto mismo quiere hacer con todos y cada uno de nosotros, regalándonos un cielo nuevo y una tierra nueva. Nos da el Espíritu de Hijos y por lo tanto capaces de habitar en este cielo nuevo y tierra nueva.
Es Dios quien se empeña en regalarnos la vida nueva. La Vida de su Hijo. Dios desea que esta próxima Pascua sea una nueva y verdadera primavera. No que sea una Pascua más, sino una Pascua real y verdadera, esto sólo lo podemos lograr uniéndonos plenamente a su Hijo Jesucristo que es el Camino, la Verdad y la Vida, porque “el que está en Cristo es una nueva creación: pasó lo viejo, todo es nuevo” (2 Co 5,17).
Jesús nos quiere devolver la salud como al hijo del funcionario real. Jesús nos quiere iluminar nuevamente y darnos la vista, limpiando nuestros ojos como lo hizo con el ciego de nacimiento. Es decir, Jesús nos quiere librar de toda tristeza y esclavitud, porque la tristeza viene del pecado que nos esclaviza y nos arranca la libertad de los hijos de Dios. Dios quiere perdonarnos todas nuestras faltas, pero necesita de que nos reconozcamos pecadores y limitados. Si tenemos fe, Él realizará su obra en nosotros. Si de verdad deseamos que nos cure y que nos llene de su vida, de su alegría y de su santidad, puede hacerlo, pero es necesario que nosotros le permitamos entrar en nuestra vida para que nos llene de la Suya. Una vida que ya tenemos desde el día de nuestro bautismo, pero que no hemos sabido vivir ni explotar para mayor gloria de Dios y bien de la humanidad.
Paz y Bien
Fort Worth, Texas
Abril 4 de 2011.
Fray Pablo Capuchino Misionero.
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