USTEDES LE DIERON MUERTE AL AUTOR DE LA VIDA, PERO DIOS LO RESUCITÓ DE ENTRE LOS MUERTOS
Paz y Bien
¡Felices Pascuas de Resurrección!.
Querid@s Lector@s estamos dentro del tiempo maravilloso de la Octava de Pascua. Esto significa que durante ocho días estamos viviendo la Resurrección del Señor como uno solo. El Evangelio causa admiración. El Evangelio causa alegría. El Evangelio genera vida y admiración, sorprende y desconcierta. Cristo es el Evangelio vivo y vivificante, si antes Jesús de Nazaret profeta en obras y palabras era capaz de devolver la salud a los enfermos, perdonar los pecados y resucitar a los muertos, con cuánta mayor razón lo hará ahora que vive inmortal y glorioso en el Reino del Padre sentado a su derecha. Pero además está vivo entre nosotros. Dios lo ha colmado de gloria haciéndolo resucitar y convirtiéndolo en vida para la humanidad de todos los tiempos.
La realidad del Reino de Dios abarca al universo entero así lo podemos descubrir en el milagro de la sanación del paralítico. Jesús había prometido que si sus discípulos creían en Él, harían cosas mayores a las que Él realizaba. Lo vemos hoy con la curación de este paralítico al que Pedro le dice no tengo nada que darte, pero en nombre de Jesús el Nazareno ¡levántate y anda! Esta es la señal de que Dios cumple sus promesas y por lo tanto, el Reino de Dios ha irrumpido con signos vitales que hacen a la persona libre para andar por la senda del Señor.
La comunidad de los apóstoles anuncian con firmeza la ‘realidad’ de la resurrección de Jesucristo. Jesús se presenta a sus discípulos no como un fantasma, los fantasmas no existen. Jesús se presenta una vez más como uno ellos. Necesitado y hambriento. Cristo resucitado está vivo; no es como un muerto incapaz de comunicación, incapaz de compartir, incapaz de sentir. Jesucristo resucitado es libre y con su libertad no ha liberado a todos de la esclavitud de la muerte. Haciendo uso de su libertad se hace presente cuando quiere, con quien quiero y como quiere aún hasta el día de hoy. Ayer le veíamos apareciéndose a los peregrinos de Emaús, le veíamos y le escuchábamos interpretando las escrituras, hoy le vemos con sus apóstoles pidiéndoles un trozo de pan, pero ante todo y sobre todo lo vemos trayendo la paz. ¡Él es la paz! Es el mismo de antes, pero resucitado, glorificado. Nos hay duda de ello y la señal infalible son precisamente las heridas de los clavos en sus manos y pies, la herida de la lanza en su costado ¡es el crucificado! Sin embargo, la vida nueva glorificada y la libertad resucitada son circunstancias que hacen que sea distinto está lleno de la vida, la vida que vivifica y hace nuevas todas las cosas para los que tenemos fe. ¡Cristo está vivo! ¡Ah resucitado! ¡Él vive! ¡Aleluya!.
Cristo con su luz maravillosa ha vencido a las tinieblas y con su muerte y resurrección ha vencido la muerte y no ha trasladado al Reino de la luz y de la vida. La muerte no tiene la última palabra. La última palabra la tiene Jesús mismo al decirnos: “La paz esté con ustedes”…”No teman; soy yo. ¿Por qué se espantan? ¿Por qué surgen dudas en su interior?
Paz y Bien
Fort Worth, Texas, Abril 28 de 2011.
Fray Pablo Capuchino Misionero.
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