Es el Señor!


Viernes de la Octava de Pascua

Paz y Bien

1. Lectura (Hechos de los Apóstoles 4,1-12)

2. Evangelio (Juan 1,1-14)

Pedro, lleno del Espíritu Santo, dijo: "Jefes del pueblo y ancianos, ya que hoy se nos pide cuenta del bien que hicimos a un enfermo y de cómo fue curado, sepan ustedes y todo el pueblo de Israel: este hombre está aquí sano delante de ustedes por el nombre de nuestro Señor Jesucristo de Nazaret, al que ustedes crucificaron y Dios resucitó de entre los muertos. El es la piedra que ustedes, los constructores, han rechazado, y ha llegado a ser la piedra angular. Porque no existe bajo el cielo otro Nombre dado a los hombres, por el cual podamos alcanzar la salvación". (Hch 4,8-12).

Querid@s lector@s seguimos avanzando en este hermoso camino de luz, de esperanza y de alegría de la Pascua de resurrección. Conforme vamos avanzando, también nos acompaña la certeza de que Cristo no está muerto, ha resucitado y la muerte no tiene ningún dominio sobre Él. Esto nos lo comprueban los signos que a través de los apóstoles Jesucristo va realizando. El tema de la curación del cojo sigue siendo motivo de duda e incluso de discordia entre la gente importante como son los sacerdotes y los jefes de la guardia del templo y los saduceos. Los Pedro y Juan están seguros y convencidos de que Dios ha hecho algo y ciertamente Dios actúa.

Así pues, sobre el milagro que Dios realizó por medio de los apóstoles Pedro y Juan se hace un interrogatorio, la pregunta es “con qué poder o en nombre de quién” han podido los apóstoles curar al paralítico. Pedro que era de cabeza dura, es decir persistente, aprovecha el interrogatorio para dar su interpretación de lo sucedido. Pedro parte del verso 10 que es una profesión de fe, para desarrollar su discurso kerigmático. Cristo murto y resucitado sigue actuando en la historia y en la vida de cada ser humano. Es decir, Cristo está presente en medio de su pueblo ¡en medio de nosotros! La suya es una presencia salvadora, no se trata de una magia tonta o estúpida cualquiera, no; no se trata tampoco de una persona cualquiera, se trata del don de Dios para todo el que cree que Jesús es la única piedra angular que le da consistencia al único edificio que es la Iglesia tanto física como espiritual. Cristo es la piedra puesta por Dios mismo para la salvación de la humanidad.

Por eso Cristo está presente en medio de nosotros. No nos puede dejar solos, sus apariciones son signo de presencia, no de ausencia. Cristo no hace acto de presencia a discípulos reunidos en espera de un acontecimiento importante, extraordinario. Ellos sabían que todo lo ordinario, con Jesús se convierte en extraordinario. Los apóstoles han regresado a su trabajo anterior, a su realidad a su vida cotidiana, ahí Jesucristo hace nuevamente acto de presencia.

El Evangelio subraya el aspecto cotidiano, material, mundano, (en el mejor sentido del término) del encuentro de Jesús resucitado con sus apóstoles, para manifestar en forma sencilla que no es el hermoso recuerdo romántico lo que evoca a Jesús. No son los apóstoles que a fuerza de recordar al Maestro hacen que se haga presente, no. Es Cristo mismo el que nuevamente toma la iniciativa de hacerse presente en medio de los que Él ama. La señal para que lo conozcan es repitiendo un gesto-milagro que ya había hecho durante su vida terrena. La fe que los apóstoles manifiestan en este acontecimiento se va a convertir después en la raíz de la fe cristiana. Es la comunicación de la vida verdadera a través de la relación que Cristo tiene con sus discípulos. La no-comunicación, impuesta aparentemente por la muerte, ha sido derrotada, destruida definitivamente. La muerte no tiene ningún poder desde Cristo ha resucitado. No es un espejismo, no es una imaginación. ¡No son hermosas palabras! ¡Cristo se ha presentado vivo a sus apóstoles! ¡Cristo se ha presentado vivo a las mujeres! ¡Cristo se ha presentado vivo a la Iglesia! ¡Cristo está vivo todos los días hasta el fin del mundo en los sacramentos, principalmente en la Eucaristía!.

La comida que Cristo prepara a sus apóstoles y que nos prepara y nos sirve a nosotros, además de ser una prueba de su resurrección, también es una señal de presencia fraterna, un gesto de comunicación y comunión. La comida y la bebida que Él mismo nos sirve es su Santísimo Cuerpo y su Purísima Sangre signo de vida eterna y de comunión con Él y comunión fraterna universal.

Paz y Bien

Fort Worth Texas, Abril 29 de 2011

Fray Pablo Capuchino Misionero.

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