Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida
Paz y Bien
Seguimos avanzando en nuestro camino arduo por el desierto en el tiempo de cuaresma. Es precisamente en este desierto de nuestra vida y de nuestra historia donde constatamos la presencia amorosa de Dios. Constatamos que su fidelidad dura por siempre y que eternamente estará al cuidado de los que lo necesiten.
Hoy las lecturas para la Misa nos llevan por un camino de esperanza, una esperanza que desembocará en el encuentro con Jesucristo, cara a cara. Ya la primera lectura que es un poema de Isaías, que corresponde a uno de los cuatro cánticos del Siervo de Yahvé, nos prepara para luego ver en Cristo al enviado de Dios.
Es un canto que resalta el amor infinito y sin medida de un Dios que ama a su pueblo, a pesar de su infidelidad, de su soberbia y de su extravío. Un Dios que conoce a cada una de sus ovejas, por eso es pastor. Un Dios que conoce la tierra de la cual hemos sido formados, que conoce los frutos que hemos de dar a cada instante, y por eso es agricultor. Un Dios que se convierte en la medicina del cuerpo y del alma y está siempre al pendiente de lo que cada uno de sus hijos necesite, por eso Él mismo es el médico y la medicina. Un Dios que se compadece y se conmueve ante un corazón quebrantado y humillado, un Dios que sufre con sus hijos y por sus hijos, por eso es un Dios con entrañas maternas, es como una Madre, como una gallina que quiere proteger sus polluelos bajo sus alas de todo peligro, eso es nuestro Dios para cada uno de nosotros.
Dios se prepara y está siempre dispuesto para dar la vida por cada uno de sus hijos. Salva a su pueblo del destierro, los libera de la esclavitud de Egipto y los lleva con en alas de águila a la libertad. Como un joven les renueva su juventud y nunca volverán a desfallecer, porque Él y sólo Él libera y restaura a su pueblo.
Así nos lo dan a conocer las imágenes de la primera lectura: (Isaías 49,8-15) <
Y si hoy Tú o yo hemos dudado de su cercanía, de su amor de su compasión, pensado <
Esta fidelidad, esta alianza, este amor sin medida se nos ha hecho más palpable aún en Jesús de Nazaret que es el Siervo a quien Dios ha enviado a sanar, a liberar y devolver la alegría, la luz, la paz y la fiesta. Lo ha mostrado curando al un paralítico. Jesús <
¿Creemos de verdad que Jesucristo, el Hijo amado del Padre en quien Dios ha puesto sus complacencias, puede curarnos y comunicarnos su vida, no sólo la vida terrena, sino la eterna? Jesús está dispuesto a realizar obras grandes y maravillosas con todos y cada uno de nosotros. ¿Estamos dispuestos a aceptar esta oferta?
Paz y Bien
Fort Worth, Texas
Abri, 4 de 2011.
Fray Pablo Capuchino Misionero.
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