Jueves Santo: Memorial del Amor.


EL MEMORIAL DEL AMOR

Jueves Santo

DÍA DIGNO DE ALABANZA

El Jueves Santo comienza con la misa crismal. Mientras la procesión del ofertorio se acerca al altar, una estrofa del canto saludará así el día: “Sea este para nosotros un día festivo. Sea sagrado, sea digno de alabanza y que su memoria no envejezca nunca con el tiempo”. Con estas palabras se quiere expresar la gran riqueza de la que ha quedado cargado un día tal, cuando la generosidad de Dios ha sobrepasado los límites de la imaginación humana.

Es un día particularmente especial ya que, además de culminar la Cuaresma, nos introducimos en los tres días más importantes del año litúrgico, en lo que llamamos el Triduo Pascual.

Por la mañana del Jueves, todos los sacerdotes, se reúnen en la Iglesia Catedral para celebrar la Misa Crismal. En esa ocasión, con la presencia del Obispo del lugar, y rodeados de fieles, renuevan sus promesas sacerdotales, dando un claro sentido de unión eclesial en torno al Obispo. No olvidemos que este día se recuerda la institución del sacerdocio.

En esa misma celebración se bendicen los santos óleos con los que serán ungidos los niños que recibirán su bautismo, los enfermos y quienes celebren el sacramento de la Confirmación durante el año.

NACE LA EUCARISTÍA

Llegada la tarde de un día como éste, hace más de veinte siglos, Jesús ha comido la última cena con los Doce en un cenáculo que estaba arreglado con lujo de detalles porque así lo había pedido el Maestro. En aquella mesa ha nacido para la humanidad y para la Iglesia Católica el sacramento que está en el centro de su culto. El Concilio Vaticano II nos dice al respecto lo siguiente: “Nuestro Salvador en la Última Cena; la noche en que fue entregado, instituyó el sacrificio eucarístico de su cuerpo y de su sangre, para perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz, y confiar a su Esposa, la Iglesia, el memorial de su muerte y de su resurrección: sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de amor, banquete pascual, en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da la prenda de la gloria futura” (Sacrosantum Concilium 47).

Cristo celebra la Pascua Judía de manera diferente aquella noche. Recordando fundamentalmente la liberación de los esclavos de Egipto y la salvación por medio de la sangre de un cordero. Cristo en la última cena se presenta como ofrenda agradable al Padre, sacrificio ofrecido por la humanidad entera y se pone ante ella en actitud de liberación, de redención y de salvación.

Cristo a través de su sacrificio sella la Alianza Nueva y Eterna. Es un pacto de Amor. Una alianza fundada en el derramamiento total, hasta la última gota de su sangre, dando su vida, muriendo para darnos vida eterna. Esta Alianza hace posible una relación directa entre Dios y los hombres, porque es una alianza basada en el Amor.

Por la noche, se celebra la Eucaristía que viene a evocar la Ultima Cena en la cual Jesucristo, en medio de la comida Pascual, ofreció a Dios Padre su Cuerpo y su Sangre bajo las especies del pan y el vino. Al mismo tiempo, Jesús se muestra servidor de los hombres a través del hermoso signo del lavado de los pies. Un signo profundo y sencillo que, hoy, me parece conveniente mantener como una actitud de servicio y entrega a los demás. En esta línea, también se destacan otros gestos importantes como la presentación de los dones, la ayuda fraterna, el gesto de paz, la solidaridad con los más pobres, etc.

La última cena del Señor es la revelación plena del Amor de Dios. Sin embargo, precisamente en el momento en que el Salvador se daba a los hombres, ellos se manifiestan como una raza ignominiosa, ingrata, carentes de amor. Por ello la Última Cena estuvo marcada por aspectos muy dolorosos.

Primero los discípulos discuten entre ellos quién sería el primero en el Reino de los cielos. A un momento de la institución de la Eucaristía y a un paso de la muerte en cruz del Maestro, los discípulos están pensando ambiciosamente y buscando un prestigio y un reconocimiento personal, inflamados e irritados por la envidia y por los malditos celos.

Enseguida viene la revelación del traidor y de su presencia en aquella mesa y en aquella hora. El mal estaba haciendo acto solemne de presencia. La amargura, la deslealtad se apodera por tanto de este acontecimiento de amor de Cristo, que ama a los suyos hasta el fin. Al mismo tiempo que predice de igual manera las negaciones de Pedro.

Todo cristiano que celebra verdaderamente el Jueves Santo, no puede menos que hacerse consciente del propio pecado, para entra en un camino nuevo de conversión, que lleve a superar y vencer el pecado, gracias al cuerpo inmolado y a su sangre derramada por la salvación de la humanidad.

UNA HERENCIA PERPETUA

En un día como éste nace la Eucaristía del corazón de Cristo, como sacrificio, y el pan y el vino, transustanciados, se convirtieron en auténtica comida y en auténtica bebida, garantía de vida eterna.

Con la Misa nació el inestimable don del Sacerdocio. Hoy es el día del sacerdocio, recemos por todos los sacerdotes, pero sobre todo por los más cercanos a nosotros, felicitémosles y agradezcamos el que hayan dicho “sí” a Dios. El gran don del Sacerdocio, por medio del cual algunos hombres tienen poderes sobre el cuerpo eucarístico de Cristo, y también sobre las almas, el cuerpo místico del Señor.

También en este día nació el misterio de la caridad: “Nadie tiene amor más grande por sus amigos que el que da la vida por ellos”. “Ustedes me llaman Señor y Maestro, y es verdad porque lo soy; pues si Yo siendo el Señor y el Maestro les he lavado los pies, vayan y hagan ustedes lo mismo”. Así es, después de que Jesús había plasmado el amor en un gesto sin precedentes, el lavatorio de los pies, interpretado por él a continuación como una enseñanza para la vida.

Finalmente, el Jueves Santo por la noche se realiza una vigilia de oración en torno a la reserva de la Eucaristía. Aquí, ante el Señor presente en el Pan consagrado, el silencio y la meditación adquieren gran importancia tanto en lo personal como en lo comunitario. Se trata de acompañar a Jesús en su agonía, en el Huerto de los Olivos porque está próxima su salida de este mundo.

Gracias Señor por el don magnífico del Sacerdocio y de la Eucaristía.

Paz y Bien

Fort Worth, Texas 4/20/11

Fray Pablo Capuchino Misionero.

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