Vive en la verdad y la verdad te hará libre


Paz y Bien

Muchas de las veces nuestro amor ha de ser necesariamente acrisolado como el oro en el fuego para poder dar auténtico testimonio del Amor y la fidelidad de Dios en nuestra vida. Así nos lo presentan los textos de la liturgia del día de hoy que tanto el Evangelio que nos da a conocer las características del la esclavitud y la libertad, de la misma manera, la primera lectura ya nos prepara para adentrarnos en el tema con una escena muy expresiva y elocuente de lo que es la libertad verdadera.

Descubrir el ejemplo y la fortaleza que nos dan los tres jóvenes del horno abrasador en Babilonia, ha de ser para nosotros el impulso del fuego del Espíritu a vivir con la mayor radicalidad posible éste último trayecto de la Cuaresma para encontrarnos con Dios purificados y resucitados. Estos jóvenes a pesar de estar en medio del ambiente hostil, pagano y a pesar de todas las órdenes y amenazas de la corte real en la que sirven, saben mantener y defender su identidad de creyentes, porque saben en quién han puesto su esperanza, y están seguros que Dios no los abandonará ni los defraudará. En medio de las llamas abrasadoras del horno, son un ejemplo viviente de gozar de la libertad de los hijos de Dios. Son más libres ellos que el rey que los ha arrojado a las llamas en el horno.

Dios es fiel y ayuda a sus fieles que confían en Él. Los inunda de su fuerza para salir victoriosos en su lucha contra el mal. Es necesario que acudamos a Dios con la confianza y la certeza de saber que Él siempre nos escucha y nos concede todo lo necesario para poder vencer todo aquello que pretende alejarnos de Él. La confianza es necesaria para fortalecer la fe y saber que Dios vendrá siempre en nuestra ayuda y poder así salir victoriosos en el combate contra el mal en la vida diaria que nos toca vivir.

Jesús, por su parte, nos enseña dónde está la verdadera libertad. Los judíos, por ejemplo, no son libres simplemente por el hecho de herederos de Abrahán, o por aceptar la independencia de Roma. Si no son capaces de purificar su corazón, si no pueden purificarse del pecado, son esclavos. Si son mentirosos y no alcanzan a poseer la verdad, son esclavos. Si no creen en Jesús como el enviado de Dios, siguen en las tinieblas, en la oscuridad y la esclavitud porque: <>. Y al contrario: <>.

La verdad nos hará libres. Aquí está la riqueza y la profundidad de lo que Dios ofrece a todos sus seguidores. Se libre significa ser hijos, no esclavos, en la familia de Dios. El que se empeña en que seamos libres es Él: <>.

La pregunta sería: ¿Somos en verdad libres? ¿En qué consiste nuestra libertad? ¿Qué entendemos por libertad? ¿Dejamos que Jesús nos transmita su libertad interior? O la libertad en sólo un concepto vacío. Jesús nos enseña verdaderamente cómo ser libres. Él sí que fue libre. Libre ante su familia, ante sus paisanos, ante sus mismos discípulos, ante las autoridades, ante los que entendían mal el mesianismo y le querían hacer rey.

Fue libre para anunciar y denunciar. Su libertad la ha manifestado en seguir su camino, el proyecto que el Padre tenía para Él en fidelidad, con alegría, con libertad interior y exterior. Por ejemplo cuando fue llevado a juicio, no hay ninguna duda que era abismalmente más libre Jesús que Pilato.

Esta libertad también la podemos descubrir en los verdaderos discípulos de Jesús. San Pablo, a pesar de estar en la cárcel o encadenado, sentía la inmensa libertad de Espíritu porque “La Palabra no estaba encadenada”. Como lo han sido tantos hermanos nuestros que han dado testimonio de Dios aún en las peores circunstancias. Como lo fueron los admirables jóvenes del Antiguo Testamento en el ambiente pagano y en el horno de fuego.

La libertad definitiva y total brota de la Pascua. Dios en Jesucristo nos comunica, nos transmite su libertad a través de la Resurrección del Señor. La Pascua de Jesús quiere y es para nosotros un crecimiento en libertad interior, porque la certeza de estar hechos para la vida y no para la muerte y no da la libertad para no ser esclavos en esta vida. En medio de un mundo que nos ofrece muchos valores, pero también nos inunda de contravalores que nos llevan irremediablemente a la esclavitud, se nos invita a ser libres: “Es tiempo de gracia para renovar en santidad a tus hijos, libres de todo afecto desordenado” (Prefacio II de Cuaresma). Es así que en nuestros actos y en nuestra relación con Dios se proyectará la libertad que tengamos. ¿Soy libre?

Paz y Bien

Fort Worth Texas, Abri 13 de 2011.

Fray Pablo Capuchino Misionero.

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