Humilda, Vinculo de paz y caridad
18 de abril
Tres cosas debes alejar de ti. La primera de la que te tienes que salvaguardar, es de litigar, de discutir; si te comportas de otro modo, ¡adiós paz, adiós caridad! Querer permanecer aferrada arrogantemente a la propia opinión es siempre fuente y principio de discordia. Ante este vicio maldito, san Pablo nos exhorta a permanecer unánimes con un mismo afecto.
Cuídate, además, del amor de vanagloria, vicio propio de las personas devotas. Él nos empuja, sin que nos demos cuenta, a figurar siempre más que los otros, a ganarnos la estima de todos. También san Pablo alertó a sus queridos filipenses cuando dijo: «Nada hagáis por vanagloria».
Este gran santo, lleno del Espíritu del Señor, veía en toda su amplitud el mal que este maldito vicio podría acarrearles a esos santos cristianos, si lograra penetrar en sus espíritus; y, como consecuencia, quiso ponerlos sobre aviso: «Nada hagáis por vanagloria».
A este maldito vicio, verdadera carcoma, verdadera polilla, del alma devota, oponle tú el desprecio de esa vanagloria. No quieras oír muchas cosas sobre ti: la baja estima de uno mismo, considerando a todos mejores, es el único remedio para preservarnos de este vicio.
Finalmente, es necesario cuidarse de otra cosa no menos peligrosa que este vicio, porque encierra en sí el germen infausto de la división. Esta última cosa de la que hay que precaverse es la de anteponer siempre la propia utilidad a la de los demás, porque el anteponer el provecho propio al de los demás tiende siempre y necesariamente a la ruptura de ese hermoso vínculo que es la caridad; vínculo que debe unir siempre a las almas cristianas, ya que la caridad, al decir de san Pablo, es «vínculo de perfección».
(4 de noviembre de 1914, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 217)
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