!Aleluya! !Cristo Resucitó!
¡FELICES PASCUAS DE RESURRECCIÓN!
¡Él vive! ¡Cristo ha resucitado, Resucitemos con Él!
Cristo resucitado es signo de contradicción, objeto de fe y rechazo. Tanto los soldados como las mujeres tienen la experiencia de un mismo acontecimiento: el terremoto y el ángel del Señor. La gran diferencia es que las mujeres creen porque confiaron en las Palabras del Maestro. En cambio los soldados no creen el anuncio de la resurrección y se inventan una escena imposible de creer, más imposible que el mismo acontecimiento extraordinario de la resurrección. Desafortunadamente los soldados son sólo espectadores, están sin ver, sin contemplar y sin dar crédito a lo que había sucedido. Ellos son testigos de la muerte de Jesús. No sólo son testigos de su muerte, sino que ellos mismos le matan. No les queda ninguna duda de que aquél Hombre llamado el “Nazareno” había muerto y con su muerte se había terminado toda la revuelta y el anuncio del Reino de Dios que venía haciendo. Por ello, los soldados no se convierten en testigos de la resurrección, mucho menos de aceptar dicho acontecimiento. Es verdad que cuando sucede se llenan de espanto, de impotencia, de incertidumbre. Su actitud es la de ir a informar lo que ha sucedido a los sacerdotes y fariseos. ¡Claro! Eran ellos los que estaban pagando por custodiar el sepulcro del Señor. A ellos les tenían que rendir cuentas de todo lo que sucediera en ese lugar. No podían permitir un engaño, una mentira que frustrara sus proyectos de seguir reinado y apareciendo ante los demás como buenos.
La actitud de los sacerdotes y fariseos fue exactamente la misma que cuando le conocieron a Jesús. ¿Cómo va a ser posible que este hombre que no tenía aspecto atrayente, varón de dolores, acostumbrado al sufrimiento, muerto y atravesado su costado por la lanza del soldado iba a resucitar? Eso era imposible. De la misma manera que ellos no creyeron en que Jesús era el Hijo de Dios, tampoco creyeron ni aceptaron que podía haber resucitado. Se cierran a la posibilidad de la vida verdadera y a la oportunidad de ser ellos también salvado y resucitados por Aquél que hacía apenas un día y medio había elevado al Padre su oración por ellos: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen? Ahora podía darles vida nueva, pero sus prejuicios y esquemas mentales no se lo permitieron.
Un acontecimiento de esta magnitud que supera todos los sentidos de la vida y de la historia, es el misterio que no puede ser visto por aquellos que han querido segar su vista a la instauración del Reino de Dios. Misterio que se oculta al corazón impuro, incapaz de abrirle las puertas de par en par a Aquel que puede cambiarle radicalmente si acepta la Verdad, porque la Verdad les hará libres. Se trata de la realidad más cruel de los soldados. Ante la inminente verdad de la Vida, ellos se inventan una mentira juntamente con los sumos sacerdotes y las autoridades: “Digan: ‘durante la noche, estando nosotros dormidos, llegaron sus discípulos y se robaron el cuerpo’. Esta mentira insostenible porque si los soldados estaban durmiendo, ¿cómo es que supieron que los discípulos habían robado el cuerpo? Se cierran a la vida y se aferran a la muerte. Se aferran a la mentira y se cierran a la verdad. Jesucristo no puede hacer absolutamente nada ante un corazón empedernido, inyectado con el veneno de la mentira y la negación ante la oferta del Amor de Dios.
En cambio, las mujeres sí que supieron entender bien el mensaje y Jesucristo se deja ver, encontrar por ellas. El amor de Dios manifestado en Cristo resucitado se manifiesta a quienes están abiertos a la fe y al amor eterno de Dios. No cabe ninguna duda que las mujeres, entre ellas María Magdalena –la primera- buscan al Señor porque lo aman y saben que ese amor no lo ha podido matar la muerte, al mismo tiempo ellas han experimentado el amor verdadero de parte de Dios. Es el Amor que se revela manifestado en Cristo Vivo y Resucitado.
Cristo se manifiesta a las mujeres y ésta es una gracia, un don de parte de Dios. Él lo ha querido así porque en ellas encontró un corazón puro y dispuesto a creer y a anunciar la Buena Nueva de la Resurrección. Esto mismo es lo que Tú y yo necesitamos si deseamos tener la experiencia del encuentro con Cristo Vivo y Resucitado.
¡El vive!
Paz y Bien ¡Aleluya, aleluya!
Fort Worth, Texas Abril 25 de 2011.
Fray Pablo Capuchino Misionero.
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